PERFILES > ALEXIS NEIERS
› Por Roxana Sandá
Entre 2008 y 2009 un grupo de adolescentes fashionistas de Los Angeles y con algún billete en el bolsillo se dedicó a robar cerca de tres millones de dólares en ropas costosas, joyas y obras de arte a las celebridades más jóvenes de Hollywood. Paris Hilton, Orlando Bloom, Lindsay Lohan, Audrina Patridge, Megan Fox y Rachel Bilson fueron las víctimas elegidas cada vez que viajaban o que la señal de espectáculos TMZ revelaba en qué lugar del mundo iban a estar cada semana. El “Bling Ring” se denominó a la banda, y llegó a los estrados judiciales como si estuvieran pisando la alfombra roja del Carneggie, lo que probablemente motivó a Sofia Coppola a preguntarse cuánto de la cáscara vacía de cierto tipo de fama envuelve a toda una generación de jóvenes hasta niveles border (cualquier similitud con el caso Charlotte Caniggia no sería mera coincidencia). Coppola creó una película de trago rápido, una especie de “Ocean eleven” anarquizado, y ya empezó a comerse bocados amargos de cierta crítica que la acusa de filmar universos donde, en definitiva, dicen se siente muy cómoda. Ladrones de fama (The Bling Ring) nace en un contexto jugoso por la cantidad de aristas que desnudan las caídas generacionales de una sociedad fagocitada por su propio ombligo. Alexis Neiers, la jefa espiritual de los Bling Ring –interpretada por Emma Watson, ex niña “mugle” del tanque Harry Potter– encarna esa piel de superficie, que sólo ve las vidrieras de objetos donde los ojos la lleven. Su biógrafa, la periodista Nancy Jo Sales, de Vanity Fair, atraviesa a Neiers y sus amigos hasta el hueso en The suspects wore Louboutin (Los sospechosos llevaban Louboutin), en referencia a los altísimos zapatos del diseñador Christian Louboutin que Neiers habría calzado durante su primera audiencia del juicio oral. “Si no puedes caminar con ellos, simplemente no los lleves”, consigna el diseñador. No era problema para Neiers, capaz de caminar sobre el agua. El día de su detención estaba rodando las primeras escenas del reality show Pretty Wild, que emitía E! Entertainment, convencida de que el gran ojo le daba solidez a su plafón de celebridad imaginaria. El reality continuó durante todo un proceso judicial que derrapó fundiendo en una misma pantalla a papparazzi y cronistas policiales. “Creo en el karma. Creo que me he visto envuelta en esta situación porque va a permitirme aprender, crecer y ser un ser humano espiritual. Me veo a mí misma como una versión de Angelina Jolie”, declaró Neiers. Periodistas que cubrieron las audiencias aseguran que la verdadera autora intelectual de los saqueos era una de sus amigas, Rachel Lee, pero la dueña del carisma fue y es Alexis, que hasta tiene su sitio oficial, itsalexisneiers.com y cuenta en Twitter, @itsalexisneiers.
El botín hallado en el domicilio de Neiers resumía la estampa rapaz: un collar Chanel de Lindsay Lohan, un bolso Marc Jacobs de Rachel Bilson y los fetiches de Orlando Blomm: cinco relojes Rolex valuados en 450.000 dólares, un anillo de 20.000 y dos cuadros estimados en 25.000 dólares. Sin embargo, sólo se hizo cargo de lo de Bloom y fue sentenciada a 18 meses de prisión. Cumplió uno. Para el mismo período, Lindsay Lohan, una de las damnificadas, purgaba condena en celda vecina. Y Paris Hilton terminó compartiendo probation con la que se convirtió en su ladrona favorita (Hilton llegó a prestar su mansión, territorio de uno de los delitos, para que SC filmara escenas clave). Sales asegura que los miembros del Bling Ring “poseen personalidades muy interesantes por separado. Nick Prugo era una especie de seguidor de Rachel Lee. Fue el más comunicativo porque de algún modo se vio envuelto sin darse cuenta”. Otra de las cómplices, Courtney Ames, “tenía aspiraciones de fama. Le gustaba relacionarse con matones y llevar ropa de lujo”. Neiers juega a reconvertirse, limpiando la imagen desde su página oficial. La web siempre fue su debilidad y su condena: las cámaras de seguridad de Patrick y Lohan permitieron detener a la banda. Las fotos con los trofeos posteados en Facebook hicieron el resto. ¿Qué le importa a ella de todo esto? Sólo dos cosas: negar haberse montado a los Louboutin (“ese día llevaba unos zapatos BeBe de 29 dólares”) y el desprecio visceral a una película para la que no fue convocada. “Es vulgar y poco precisa.”
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