Viernes, 9 de agosto de 2013 | Hoy
MUESTRAS
Recuperar la memoria: Experiencias feministas desde el arte. España-Argentina, articulada por el colectivo Mujeres Públicas y la docente y ensayista española Ana Navarrete, traza un mapa donde se revela el rol activo de las mujeres para atravesar los discursos hegemónicos de la historia y el arte.
Por Cristina Civale
Las artistas no se conocían. Recién pudieron estrecharse las manos el día de la inauguración de la muestra para la que fueron convocadas: Recuperar la memoria: Experiencias feministas desde el arte. España-Argentina. Ocurrió el viernes 2 de agosto en el Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba), en su sede de Paraná y Arenales. Fue allí donde el colectivo argentino Mujeres Públicas conoció a Ana Navarrete, la artista española que cruzó el océano para formar parte de esta exhibición, un ardid de sus dos curadores, el español Juan Vicente Aliaga y la argentina María Laura Rosa. Ellos sabían de la dificultad de encontrar artistas que trabajasen conscientemente en la esfera política y que a su vez lograsen transmitir estas experiencias con acierto estético. Ambos tenían clara una cosa: buscaban artistas que hubiesen trazado un mapa del tema que los convocaba, éste de recuperar la memoria y poner en el discurso de la historia en general y de la historia del arte en particular el rol activo de las mujeres, no sólo en la lucha por la obtención de sus derechos y por poner en su sitio la voz con la que gritaron cuando ningún varón abría la boca, sino también que estas obras fuesen producto de una investigación que marcase en un mapa imaginario –más bien inexistente porque justamente de lo que se trataba era de hacer visible lo invisible– el trabajo de las mujeres en estos dos últimos siglos: un trabajo por su incorporación en la vida social, por su lucha por el derecho a reivindicar los nombres silenciados y tachados del relato histórico y sus acciones en una línea de tiempo. Todo con la idea eje de poner en evidencia y dar valor a los cuerpos que esgrimieron estas luchas. Todo narrado desde el arte.
La elección de las artistas fue acertada. El colectivo argentino Mujeres Públicas –formado por tres mujeres: Magdalena, Lorena y Fernanda– viene trabajando desde 2003. Es un grupo feminista de activismo visual que realiza acciones gráficas e intervenciones en el espacio público. Dicen en su declaración de principios: “Nuestra propuesta es el abordaje de lo político a partir de la creatividad como alternativa a formas más tradicionales de militancia. Uno de nuestros objetivos es denunciar y hacer visibles situaciones y lugares de opresión que vivimos las mujeres como sujetos sociales a través de la producción y puesta en circulación de herramientas simbólicas. Intentamos, a través de nuestras acciones, denunciar y desnaturalizar prácticas y discursos sexistas que encontramos profundamente arraigados en nuestra cultura. Desde un principio pensamos el espacio público como el lugar más apropiado para desplegar y poner en diálogo lo que producimos. Con la intención de alentar a la reapropiación, elegimos utilizar materiales de bajo costo para hacer afiches, objetos y acciones que pegamos en la calle, repartimos y dejamos en diferentes contextos y creamos una página web (mujerespublicas.com.ar) a través de la cual se puede acceder y bajar la mayor parte de nuestro trabajo. De este modo intentamos producir, también, recepciones dispersas y abiertas, en contraposición con la tradicional contemplación artística, así como posibilitar múltiples interpretaciones eludiendo el discurso lineal del panfleto político”.
En la muestra Recuperar la memoria... presentan un trabajo fechado en 2013, completamente inédito: En la plaza, en la cama, en la casa: Ensayo para una cartografía feminista. La obra se declina en tres tiempos. Un desplegable para repartir en la muestra –cada cual puede llevarse la cantidad que quiere y así “viralizar” el objeto– donde con un fondo rosa –una clara ironía– arman un mapa virtual sobre el trazado de la Ciudad de Buenos Aires, con las creaciones de otros colectivos femeninos o de mujeres que lucharon solas, señalando las acciones realizadas para obtener determinados derechos. Todas mujeres parientas de las Públicas, ya que también hicieron del espacio público el lugar para transmitir su mensaje. Así en este desplegable, presentado como un falso mapa, tipo turístico, encontramos señalados desde la lucha del grupo Las amazonas en 1992 contra la violencia de género, hasta la presencia del periódico anarcocomunista La voz de la mujer, que se distribuía clandestinamente durante 1896 o la Lesbiabanda -cuerda de tambores tocada por lesbianas- o las intervenciones de la agrupación Furia travesti, de principios de este siglo, hasta las marcaciones de los trabajos de Raquel Liberman en 1930, denunciando la red de trata Zwi Migdal o la acción de Julieta Lanteri, que hizo un simulacro de voto en 1920 en Plaza Flores. Sólo algunas acciones de las más de 30 indicadas en este mapa imprescindible que, como un juego de la oca, va marcando en una línea de tiempo aleatoria las acciones de colectivos de mujeres para nombrar lo innombrable, para conseguir un derecho aún no alcanzado para, al menos, gritar presente y enfatizar que no se quedan quietas esperando nada. Un papel de dos dimensiones se corporiza en tres dimensiones en este señalamiento como de un juego que no es ningún juego cuando se habla de derecho de la mujer, pero lo lúdico es justamente el procedimiento que encontraron Mujeres Públicas para escenificar estas acciones que así, además, se hacen coleccionables y de simple acceso.
En una segunda instancia, la obra muestra una instalación collage donde en una pared blanca blanquísima Mujeres Públicas pegó objetos que aluden a sus otras acciones, trazando así una cartografía de su propia existencia. Enfrente y en otra pared blanquísima se traza una línea recta desde donde se desprenden flechas que marcan año tras año distintas acciones emprendidas por mujeres y que vienen a repetir lo colocado en el desplegable a modo de instalación. Finalmente –y quizás es la perla de esta obra– presentan un video que es el registro de un recorrido por la ciudad en el que una mujer, megáfono en mano, lleva a quien quiera haber concurrido a un recorrido por distintos puntos de la ciudad marcados -después de esta intervención- por las luchas de las mujeres desde finales del siglo pasado. De este modo el cruce de una calle, antes anodino, recobra significado en este tour militante y en vivo sobre cómo y dónde sucedió la acción feminista. Empiezan bien. El tour arranca en la casa de un varón donde a finales del siglo XIX, Amelia, una chica croata que trabajaba en la Unión Telefónica operando las comunicaciones –típico trabajo esclavo de las mujeres de ese época– ataca a su jefe abusador y sale airosa. El acto aparentemente criminal se marca en el recorrido como un acto de justicia. El mapeo sigue, llegando a la casa de Alicia Moreau, impulsora del sufragio femenino y así sucesivamente, hasta dotar a la ciudad de nombres de mujeres en esquinas y recodos donde estas acciones vivían en el anonimato. Buenos Aires se pisa de otro modo luego de tomar conciencia de este recorrido.
Ana Navarrete, por su parte, es una destacada docente de la Universidad de Cuenca, especializada en género con numerosos ensayos escritos sobre el tema entre los que se destacan Androcentrismo y violencia de género en las prácticas artísticas del siglo XX y Arte y cuestiones de género.
Las dos obras con las que llega Navarrete a Buenos Aires son Nadie se acuerda de nosotras mientras estamos vivas y Una, grande y libre.
Nadie se acuerda de nosotras mientras estamos vivas es un trabajo en proceso construido inicialmente con material directamente encontrado en Internet y a partir de una extensa bibliografía. Es un trabajo con un objetivo puramente educativo, sin ánimo de lucro y disponible bajo licencia de Creative Commons, que se encuentra en la web bajo la denominación nadieseacuerdadenosotras.org. Está abierto a colaboraciones y pretende ser una red de información e investigación sobre las mujeres republicanas silenciadas. El trabajo se centra exclusivamente en la lucha antifranquista, y aquí Navarrete se ocupa de señalar un ocultamiento a través de una palabra muy naturalizada en el discurso histórico. “Esto no fue franquismo, fue fascismo. Hablar de franquismo es un modo de suavizar los hechos y de quitarlos de su verdadero contexto y, sobre todo, de quitarles su esencia. Aquí no fue el nombre de un varón el que marcaba un movimiento, aquí hubo fascismo, y en España parece que todavía no nos hemos dado cuenta.” Con esta introducción, que no es un detalle, recién se puede abordar la obra de Navarrete en toda su complejidad teórica.
Dice a Las 12: “Fueron miles las mujeres republicanas, aquí recordamos a algunas. Pero fueron millones las que sufrieron la barbarie fascista y patriarcal”. El trabajo que se ve en la web es un prolijo mapeo que en su pantalla inicial cuenta con una serie de mosaicos negros enlazados entre sí, cada uno de los cuales representa el rostro de una mujer y, haciendo click en el mosaico, se entra a su biografía y a su aporte en la lucha por la república. “Las mujeres fueron las que lucharon contra Franco, fueron el motor de esa lucha –nos dice Navarrete–, y este silenciamiento es un escándalo. No podemos permitirnos ser tan ignorantes.” Esta obra nos abre al imaginario femenino construido durante la Guerra Civil Española y también en períodos posteriores. Navarrete busca la reincorporación en el discurso histórico de las mujeres, rescatando del olvido y de los prejuicios sexistas de la historiografía algunos nombres significativos como los de la poeta de la generación del ’27 Concha Méndez, Carlota 0’Neill, autora de Una mujer en la guerra de España, uno de los testimonios personales más valiosos sobre la Sublevación del ’36, sobre la guerra y los desmanes de la victoria en la que nos sumerge en el mundo carcelario femenino del franquismo, o Gerda Taro, una pionera periodista gráfica de guerra, compañera de Robert Capa, que murió en un accidente durante la Guerra Civil Española y que fotografío junto a Capa, quien borró el nombre de Taro de la historia para firmar las fotos de ella con el nombre de él y sólo el de él. Navarrete escribe en su pantalla a modo de homenaje a estas olvidadas o tachadas: “Aleluya de las republicanas que dieron su vida por la libertad”.
Con el recurso de las cartas de la baraja española, clasificada en cuatro palos (copas, bastos, espadas y oros), la artista valenciana expone su segunda obra: Una, grande y libre (2013), escogiendo algunos de los sucesos más destacados de la historia de la sublevación fascista contra el orden legítimo de la II República, acentuando particularmente la perspectiva feminista que permite poner el foco sobre la represión que sufrieron las mujeres republicanas y de izquierdas. Navarrete rinde homenaje a algunas mujeres como Manolita del Arco y Juana Doña, ambas destacadas luchadoras antifranquistas. Y otra vez es el juego lo que hace posible el relato de la historia tan truculenta.
Desde sus perspectivas diversas pero unidas en el punto del trazado de un mapa del olvido, con el objetivo de que se instale para siempre como un recuerdo indeleble en la sociedad, es que estas artistas ahora inundan con sus pensamientos traducidos en mapas, collages pegados en paredes, softwares interactivos y videos esa memoria que vienen a recuperar porque tanto en Argentina como en España “has recorrido, muchacha”, pero aún falta mucho por andar.
La muestra podrá verse en Cceba, Paraná 1159, hasta el 21 de septiembre, con entrada gratuita.
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