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Viernes, 11 de octubre de 2013

VIOLENCIAS

Avisos desclasificados

Araceli Ramos, la joven de 19 años que fue vista por última vez el lunes pasado, cuando partió de su casa a una entrevista laboral, desnuda una red de engaños trazada en falsos avisos laborales que puede enmascarar reclutamientos para la trata de personas. Con el objetivo de crear estrategias de cuidados y prevención, en Olavarría, el foro “Nuestra voz contra la trata” realizó talleres de educación sexual con alumnxs secundarixs para aprender a desandar el camino de la trata.

 Por Luciana Peker

Araceli Ramos, de 19 años, vino de El Dorado, Misiones. Cursaba el último año del secundario y tenía algunos sueños, simples, claros: conseguir un trabajo –que buscaba desde hacía dos meses– e irse de vacaciones con su novio, que vivía en Escobar, al que veía los fines de semana. Salió el 30 de septiembre pasado de su casa de Loma Hermosa en busca de un trabajo. Como siempre hacía, le dejó anotado a su mamá Griselda González –en un gesto de respeto y protección mutua casi inusual– la dirección adonde se dirigía: Puan al 3700, en Caseros. La dirección, en realidad, era una trampa.

A la noche no llegó y su mamá fue a buscarla. Se encontró con una casa deshabitada. La policía no quiso tomarle la denuncia. Una vez más, la policía infringió la primera regla en la desaparición de una mujer: las primeras horas son vitales y deben tomar la denuncia. Después, se supo que la dueña de la casa, de 80 años, también está desaparecida. Y está detenido un ex efectivo de la Prefectura que habría tenido comunicación con Araceli. Hasta el cierre de esta edición no hubo más novedades. “Yo quiero que mi hija aparezca”, pide Griselda. Y su pedido retumba como su desesperación.

El caso de Araceli pone sobre el tapete los engaños con falsos avisos laborales. No se sabe qué pasó con ella. Pero sí se conoce que, en muchos casos, es el modus operandi para reclutar chicas para la trata de personas. Por eso lo fundamental no es agitar fantasmas entre los y las adolescentes sino hacer campañas de prevención serias y conscientes.

En Olavarría se realizó una primera experiencia que puede replicarse en diversas ciudades de la provincia de Buenos Aires y que despertó un enorme interés entre chicos y chicas de colegios secundarios. Se trabajó en círculos a partir de dos historias –cada grupo evaluaba a fondo un relato–, de dos chicas que eran engañadas por avisos laborales que las tentaban y caían en redes de trata de personas. Los y las adolescentes analizaban a fondo, compenetrados con lo que se contaba, sin distracciones y –contra todos los prejuicios que suelen tener los medios y los adultos hacia su generación– con un nivel de compromiso emocionante y asombroso para poner en palabras y aprender a desandar el camino de la trata.

El Foro “Nuestra voz contra la trata, políticas públicas contra la trata de personas” se realizó el 3 de octubre en Olavarría, organizado por la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Y el taller con los chicos y chicas se realizó, de manera conjunta, entre el Ministerio de Educación de la Nación, la Fundación María de los Angeles y el Instituto de Organización Popular de la Cámara de Diputados bonaerense.

En medio de un parque céntrico se montó una carpa. Allí invitaron a chicos y chicas a sentarse, después a pararse y a ir y venir en medio de carteles para iniciar una clase de educación sexual integral atípica, que les haga moverse en cuerpo y mente. Después de sacudir algunos estereotipos de género, llegó el momento de hablar de trata.

Paula Ferro estuvo al frente del micrófono. Ella, psicóloga y la responsable del Area de Salud y Derechos del Consejo Nacional de las Mujeres y coordinadora del área Generar (igualdad y libertad de género) del Instituto de Organización Popular (IOP) de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, explicó que “los chicos participan, te traen las ideas, te traen lo que escuchan, lo que circula entre ellos y entre ellas. Está muy bueno porque aprendés, podés argumentar y discutir algunas cuestiones y puntos de vista, pero se pone el tema sobre el debate. Lo importante es que sepan que no son naturales ciertas cuestiones, sino que tienen que ver con situaciones de poder que sostienen delitos”. Mientras que la diputada provincial Fernanda Raverta expresó: “Hoy trabajamos para seguir construyendo un país en que ninguna de sus hijas pueda ser sometida a una red de trata”.

Esa expresión de deseos se vio volcada en videos, en murales, en una radio abierta, en folletos, en foros. Mucho movimiento. Pero tal vez nada más importante que hacer circular la prevención con los y las adolescentes que abren los ojos frente a las historias de otras adolescentes que –en la ficción de historias que se les presentan pero basadas en hechos reales– hoy pueden estar desaparecidas o haber sido rescatadas de redes de explotación sexual o laboral.

La historia de Laura es la de muchas. Una chica de 16 años, sin mucho dinero, sin mucha comunicación con su mamá, que siente que del otro lado del chat la entienden y que se conoce de toda la vida con ese chico con el que chatea hace tres meses y un día viene a su pueblo, la invita a comer y le regala unas zapatillas nuevas. También la invita a dar un salto a una vida nueva: un viaje a la capital y a un trabajo. Ella se anima. Pero, en realidad, se arriesga.

En círculos pequeños, los estudiantes secundarios tienen que trabajar qué emociones les despierta esta historia. Se dividen en cuatro grupos y cada uno después cuenta sus propias sensaciones. Los sentimientos son expuestos en una verdadera clase de educación sexual integral. Y de educación. Los pibes y pibas dan cátedra. No sólo por lo que enseñan. También porque demuestran su sed de aprender.

“¿Qué emociones les despierta el relato?”, les pregunta la docente. “Te da bronca la situación familiar de la chica, que su papá no tenga trabajo”, es la primera conclusión. “Angustia porque te das cuenta de qué le va a pasar”, intuyen. “El problema es que si se arrepiente ya no puede hacer nada”, evalúa la chica de tapadito abrochado. Así todos van contando sus sensaciones. No se trata de tener la razón, sino de las propias percepciones. “Yo pienso que al hombre no le interesaba la foto, sino cómo estaba económicamente”, dispara uno de los chicos que quiere desmitificar las redes sociales como lugar de peligro y ve, en cambio, la vulnerabilidad económica como la principal debilidad de Laura, la protagonista de la historia con la que trabajan.

Cuando terminó el encuentro, Nelson, de 15 años, concluyó: “Te deja una enseñanza. Hay cosas que no sabía de la trata, del chat, sobre la forma de chamuyar, y ahora me siento más seguro”. Mientras que Trinidad, de 14 años, ojos enormes y uñas azules, plantó su voto a favor de reproducir más educación sexual contra la trata: “Me parece bueno hablar de estas cosas porque nos puede pasar a cualquiera, para saber cómo darnos cuenta y poder evitar caer en las redes de trata”.

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