DIA DE LAS MADRES Rondan los 40, son hijas de la primera generación de mujeres que usaron anticonceptivos, que quisieron hijxs y también una vida fuera de casa y hasta una militancia política o social; son madres, también, pero al revés de las propias no están dispuestas a sufrir en silencio los avatares de criar y cuidar ni creen que el amor total todo lo cura. Son periodistas, escritoras, guionistas o varias cosas a la vez, y están empezando a llenar un estante nuevo en las librerías con textos que mixturan vida, pasión y humor de las madres de estos días en los que hay recetas para todo pero ninguna sirve para nada. Pasen y vean a este grupo de mujeres en expansión que se toman la maternidad muy en serio y por eso pueden hacerlo con humor.
› Por Luciana Peker
No sólo les crece la panza, tienen náuseas, acidez, se ponen un almohadón en las rodillas para dormir, muestran fotografías en 4D de sus hijos que podrían asustar en Halloween, hacen cursos en donde les enseñan a respirar, portan prioridad para sentarse en el colectivo y un sueño infinito o insomnio a la hora de dormir. Las embarazadas tienen otra cualidad: mienten. Así, de mentirosas, las tilda Carla Czudnowsky en su libro Masmadres, menos mentiras. En realidad, ella cree que no aceptan la parte negativa de la dualidad que implica tener un hijo. Y que por eso callan. “Hace nueve años no existían blogs, ni webs y casi nada de información sobre lo que hoy llamaría ‘maternidad real’, o la maternidad tal cual la vivenciamos muchas mujeres que no encajamos en lo que se solía esperar de una madre promedio. El embarazo ‘era lo mejor que te podía pasar en la vida’ y ser mamá ‘lo que siempre soñaste’. Nadie se angustiaba en el puerperio ni le dolía la bajada de la leche, nadie me avisó que se me iban a poner las tetas duras, hirviendo, y que me iba a dar fiebre. En ese momento, cuando me desayuné que el ‘combo bebé’ venía con un montón de ‘ítem’ de ‘regalo’ odié el mundo y juré escribir un libro que se llamara Las embarazadas mienten... hoy, con todo el amor que recibo de mis hijos (sí, reincidí en la maternidad porque tengo un corazoncito suicida), con lo feliz que soy como madre, con el tiempo transcurrido y con la experiencia a cuestas, puedo reflexionar más profundamente sobre qué nos pasa a las mujeres que hablamos tan poco de nuestras emociones y experiencias maternas, o por qué no lo hacemos con mayor sinceridad.”
El fenómeno de la maternidad real, como lo bautiza Carla, se plasma en una serie de libros que ya no esconden las contradicciones entre el amor inconmensurable y el espanto, el agobio y el encanto. En muchos casos, se apela al humor como condimento para saltear los tragos o las mil fórmulas imbatibles. No son manuales. Mucho menos textos de autoayuda. Pero sí salvavidas literarios para la mar de mujeres que se tiran juntas a un agua profunda que hay que atravesar para nadar en la costa sin fin que es la maternidad.
En la Argentina, la periodista Sonia Santoro publicó Y un día me convertí en esa madre que aborrecía, de Capital Intelectual. Antes, las periodistas Paula Rodríguez e Ingrid Beck salieron al cruce –con la experiencia del humor de Barcelona– con Guía inútil para madres primerizas y Guía inútil para madres primerizas 2. La lucha continúa, de Random House Mondadori (y prometen una tercera parte y una comedia musical). Ahora Carla Czudnowsky escribió Masmadres, menos mentiras, de Editorial Planeta. Mientras que las actrices y guionistas Julieta Otero (también ilustradora) y Azul Lombardía llevaron su serie web al formato libro en Según Roxi, autobiografía de una madre incorrecta, de Editorial Grijalbo.
Un verdadero fenómeno que habla de las ganas de hablar, de leer, de compartir, de salir de las cuatro paredes a las que a veces empuja el pujo del parto. Y también de resignificar los nuevos hábitos, como la puerta del jardín, el pediatra o la puericultora a la que lleva la experiencia transformadora de tener una niña o un niño que dice –en el mejor de los casos– “feliz día, mamá”.
“La nueva camada es esa que expresa eso de la imperfección, la maternidad no rosa, el ‘déjenme de romper las bolas’. Y todo medio formateado con el humor”, expresa Paula Rodríguez. ¿Hay algo de fenómeno en esta especie de catarsis colectiva sobre las sombras de la maternidad? ¿Será el inicio de un género que busca estante propio –ahora que los libros de recetas ya no son exactamente “para ellas”–?
El silencio sobre lo que ella estaba viviendo para Carla Czudnowsky era una canallada. “Me sentía estafada porque pensaba que eso no podía haberme pasado justo a mí, que había entrevistado a decenas de mujeres, que había entrevistado a embarazadas, que había hecho informes periodísticos sobre el tema... Y decía: “¿Cómo mi vieja nunca me lo contó? o ¿por qué mis compañeras de laburo nunca dijeron nada?... ¡Loco, avisen! ¡Si no vamos a dejar de tener hijos! La diferencia entre saber y no saber cómo son las cosas, o que no sos la única, radica en que no vivís la experiencia con culpa o angustia, o no te sentís tan sola. Y, sobre todo, cuando estás habilitada por la experiencia común te podés reír mucho más de lo que te pasa y no te sentís una mala mamá. Pero ahí las mujeres necesitamos a las mujeres. Incluso las mujeres que, como yo, descreyeron de su género durante mucho tiempo. Yo digo que cuando fui madre me parí mujer.”
Carla, fiel a su estilo, se jugó y empezó a escribir un blog “Odio a mis hijos”, que después quitó por una pregunta de su hijo mayor. “Ronnie Arias quería que escribiera un blog en su web (www.ronniearias.com) y le propuse que fuera sobre mi reality cotidiano como madre. Y quedó así, como un chiste. Aunque hoy, casi tres años después, ese chiste ya me incomoda un poco. Pero sirvió para llamar la atención. ¡Vale!”
En el caso de Sonia la experiencia empezó casi cuando recibió a su bebé. “Cuando nació mi primer hijo sentí que mi vida cambiaba por completo, en todo sentido. Ya no había vuelta atrás. Las rutinas, las prioridades, los deseos previos, ya no volverían a ser jamás. Me sentí tan conmocionada que empecé a escribir un diario con todo lo que me pasaba. Casi todas las noches, antes de dormir, registraba alguna vivencia del día: desde la angustia el día que prefirió a la niñera en vez de elegirme a mí, hasta cuando hizo el primer dibujo. Era una forma de exorcizarlo. Escribí durante unos cinco años y un día se lo llevé a María Moreno y con ella, durante unos nueve meses, transité el proceso de transformarlo en un libro.” Su hijo ahora tiene once años y pelea por su derecho al celular. Otras luchas, otras dudas, la misma coartada: la escritura: ahora con forma de una novela para chicos.
La revolución es absoluta. Arrasadora. Sus hijos le enseñaron a Carla a ser otra mujer. “Para empezar, ser mamá me hizo mejor persona, más paciente, más comprensiva, me bajó del caballo de ‘ser la rubia de la tele’ de una patada en los dientes. Con un hijo una aprende que el tiempo es relativo. Con un hijo una salta sin red porque se entera cuando ‘te llora’ por primera vez que no hay una receta, ni un método, ni un manual que te diga qué hacer o cómo hacerlo: simplemente vas a tener que pasar tiempo con ese bebé hasta que logres descifrar su código. Eso es el apego... ese tiempo en que algunas sentimos que nos ‘queremos matar’ o que ‘¿para qué tuvimos un pibe?’, ese tiempo en que te arrancás los pelos hasta que sucumbís y te entregás al amor. Ahí entendés todo: cuándo tiene hambre, cuándo tiene peditos y cuándo tiene sueño. Además aprendí a hacer un montón de manualidades insufribles para cumplir con lo que se espera de una ‘mami’ en el jardín... ¡Y por favor que alguien borre esa palabra del mapa!”
Paula explica sobre los inicios de su antimanual: “Quisimos parodiar eso de que la maternidad es un fundamentalismo, eso de que todo el mundo cree que lo que cada uno piensa sobre la maternidad es ley, es así, viene impuesto y no tiene discusión. Y todo el mundo se siente obligado a ejercer una especie de tutela sobre cómo la encarás. Por supuesto, nosotras como amigas de otras primerizas, y seguramente como suegras, nos convertimos y nos convertiremos en la misma porquería”. Y sobre sus proyectos augura: “Hasta que nuestros hijos nos hagan juicio no paramos”.
Según Roxi es una serie web que muestra a una mujer tan desbordada que encuentra su lugar en el mundo en el piso de un supermercado chino. En el libro se cuenta cómo una joven rockera y revolucionaria llegó a ser una mami progre (que de vez en cuando quiere poner en Twitter #fumobailoychupo). “Ser mamá, esposa, amiga, flaca, progre, tener las uñas pintadas, trabajar y ser feliz es demasiado para una sola mujer. Roxi no quiere dejar de ser la chica divertida, inteligente y sexy de la que se enamoró Fabián hace diez años, pero la maternidad la empujó a la exigencia desmedida y a la adicción a las harinas. En su lucha por hacer feliz a su hija y conservar su identidad, debe enfrentarse a las mamis del jardín, los opinólogos y los broncoespasmos”, se presenta el libro.
¿Por qué la maternidad es más difícil para una mujer con una carga ideológica extra?
Azul Lombardía cuenta con ironía: “Según Roxi, el progresismo en la crianza es incómodo. Criar hijos con la exigencia de la perfección, la verdad y la pureza cultural y gastronómica lleva un tiempo y energía que te dejan de cama. A veces luchás contra las golosinas de los cumples mientras te comés a escondidas un alfajor que robaste de su bolsita, le negás el programa infantil de moda para inculcarle la música progre que también es moda pero en tu ambiente, o te complicás la vida con explicaciones de la muerte tratando de no mentirle para después arrepentirte porque tu hijo no puede dormir, y terminar diciéndole una mentira mayor que tape las verdades anteriores. Todo se resuelve con psicólogos, consteladores, homeópatas, en una vuelta enooorme de rosca para evitar las opciones simples que nos ofrece la sociedad impura pero real en la que vivimos”. La serie apunta a mujeres que antes veían cine o leían y ahora no pueden ni atender una llamada por teléfono debajo de la cama.
¿Por qué las contradicciones aparecen ahora más fuerte que la de la primera generación de mujeres que trabajaban? ¿Ahora se suman presiones de que coman sano, jueguen con juguetes naturales o tener que estar en cada clase abierta? “A cada necesidad, una moda. Cuando nuestras madres fueron la primera generación de mujeres que quisieron todo (hijos y una vida profesional) e hicieron ese enorme esfuerzo de compaginar ambos planetas, tuvieron su moda acorde, por ejemplo la leche de fórmula. Los pediatras decían ‘no pasa nada, dale mamadera’ y los pibes fuimos a guarderías o nos cuidaron las abuelas. Ahora la apuesta se triplicó: hay que ser exitosas en lo profesional, ganar igual que los hombres y también tener un parto respetado y sentido en lo posible sin anestesia, criar con apego, upa, wawita, colecho, teta libre. Se nos estaría complicando para compaginar las conquistas que heredamos de nuestras madres con la exigencia de una crianza al estilo de nuestras abuelas. Estamos caotizadas porque queremos todo. En nuestro caso es muy así: tenemos dos hijas cada una, dos trabajos, les dimos teta, las nenas se nos pasan a la cama, las llevamos y buscamos de la escuela, estamos en todos los detalles. Menos en el gimnasio y la peluquería, estamos en todos lados”, describe Julieta.
Sonia es periodista especializada en género, actual directora de la Comisión de Mujer, Infancia, Adolescencia y Juventud de la Legislatura porteña. Es feminista. Es madre. ¿Son dos definiciones que no se cruzan? “Creo que ser madre me afirmó en el feminismo. ¡Cuando sos madre es cuando más necesitas ser feminista! También creo que cierto feminismo décadas atrás no le daba mucha relevancia o cuestionaba a las mujeres que le daban espacio a su maternidad. Me parece que en los últimos años, en cambio, está instalando más en agenda el tema de la maternidad, la necesidad de repartir obligaciones en la casa y la aceptación de que podamos también elegir disfrutar de nuestras maternidades, con sus complejidades.”
¿Por qué el humor funciona como una vacuna contra el dramatismo de los hijos que se enferman o sentir que una es una zombi con vida o no encaja entre todas las madres?
“Ando por la vida con ese sarcasmo y es una de mis formas de supervivencia”, dice Ingrid Beck, que además escribió Auxilio, somos padres. Y remata: “No se me ocurre otro bálsamo posible además del humor en esos momentos, porque el clonazepán está prohibido para las que amamantamos”.
Carla analiza: “Te diría que la escritura me trajo el humor. Recién cuando pude empezar a ‘drenar’ mis emociones y llevarlas al papel y verlas ahí, me parecieron más tiernas y graciosas que dramáticas. Cuando, en medio de los relatos de las desventuras de una madre progre, fui ‘destilando’ ese ‘venenito’ que se derramaba como risotadas más que como resentimiento. Recién ahí entendí que lo que alguna vez me había hecho sentir tanta culpa, o me había asustado y aturdido ya me causaba gracia y ternura. El humor me salvó la cabeza y mis hijos me curaron el alma, me trajeron luz, certezas y esperanza”.
Julieta también apunta: “Catarsis, humor, diversión. Reírte de tus propios problemas implica tomar distancia de ellos, no estar tan afectado. Mirarlos desde afuera”. Y Azul redobla: “El humor es un salvavidas, una pileta llena de agua, un chaleco antibalas, un vaso de vino. El humor te permite relativizar tanta certeza que hay dando vueltas por ahí, respirar, parar la pelota”.
Y Paula diferencia humor de superficialidad: “Lo que nos tomamos con humor es la intromisión ajena, las certezas ajenas, esa religión en la que te convierte el hecho de tener un hijo. Yo creo que hicimos un libro de humor porque nos tomamos la maternidad muy en serio. El derecho a criar un hijo como se te canta, y sobre todo a dejarlo ser”.
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