“El proyecto City of Brotherly Love es un trabajo en progreso que documenta parte de mi vida como mujer afro-mexico-americana que tuvo que atravesar la transición de vivir en los serenos suburbios de Colorado a ser constantemente acosada en las calles de Filadelfia. Estas imágenes son mi respuesta a la manera en que muchos hombres me miran, y la forma en que, como artista, les devuelvo la mirada”, resume a modo de acta de intenciones y carta de presentación la joven fotógrafa estadounidense Hannah Price. Y es que, cansada de recibir incesantes silbidos y piropos desde que se mudó en 2009 a la principal ciudad del estado de Pensilvania, la artista decidió tomar cartas en el asunto y visibilizar el acoso que sufre cotidianamente. “Es realmente frustrante prepararse a diario sabiendo que ocurrirá hoy y volverá a ocurrir mañana, y pasado, y los días siguientes”, asegura sobre lo que motiva su intención de seguir engordando la serie de imágenes.

Con todo, prefiere desvincularse del término “activismo”, desconfía de que su proyecto modifique la manera de pensar de los varones y habla de “profundizar y debatir este tipo de experiencias”. “Somos todos humanos, estamos todos confundidos”, pacifica la meditabunda Price que, a pesar de sus propios reparos, reconoce las dinámicas de género y de poder que se esconden tras ciertos “cortejos”. Pues, tal como define la organización feminista Hollaback!, el acoso callejero es más que “inapropiado”: “es un ejercicio de control sobre las mujeres que acciona al atemorizarlas o incomodarlas y que refuerza la idea de que sus cuerpos son dominio público”. Para Price, apuntar su cámara hacia los piropeadores “modifica la dinámica de poder y ubica al hombre en una situación de vulnerabilidad”. En un contexto internacional en el que –acorde con las estadísticas– entre el 70 y 99 por ciento de las féminas ha sido víctima de acoso durante sus vidas, proyectos como el de la tímida Hannah merecen papel picado, jarana y festejo, siempre y cuando excluyan silbatazos, no vaya a ser cosa que se malinterpreten las loas...