COLECTIVAS
Un grupo de artistas construyen una identidad llena de preguntas con respuestas de incorrección política a la que llaman Yegua & Groncha.
› Por Dolores Curia
¿Qué más groncho que una chica de Junín, seducida por las luces de la ciudad y teñida de rubio patito que en secuencia de folletín irrumpe en los salones para perturbar los ámbitos de elite? Si volvió como un millón de iconos, la Evita de los sueños de Y&G es aquella pintada por la pluma de Néstor Perlongher, irreverente y dueña de una corporalidad de puro goce. Pero no es el único nombre que acá resuena. Como referencia camp se podría citar también a la adelantada Daniela Jozami y a sus homenajes a la Coca Sarli: pinturas de caballete intervenidas con lágrimas de acrílico, lentejuelas y marquesinas. Jozami entendió todo y a fines de los setenta. “Si bien en ‘Yegua & Groncha’ hay un cuerpo visible (es decir, hay una actriz llamada N. que es quien más pone el cuerpo), somos un grupo de artistas de identidad reservada, de poca monta y berretas. Pero con las convicciones bien puestas para sostener lo que llamamos ‘la Causa Groncha’”, en la que afloran los elementos kitsch latentes u obvios en la imaginería kirchnerista, la doctrina del General, la de la calle y la de la televisión. “Esta chica, este personaje de ficción (basado en hechos reales) se fue creando a medida que la coyuntura nos daba letra e imagen, mucha imagen, y también vivencias. Desentramar estereotipos. Cuestionar el endiosamiento de personajes públicos, políticos e históricos. Cuidar, o recrear, amorosamente otros. Todos ésos son nuestros objetivos. La sexualidad es nuestro espacio preferido para decantar cuestiones de poder”, declara el colectivo Y&G. También cuentan que ahora la tarea es expandirse más allá de las redes sociales. Salir de la pantalla para saltar a ArteBA o al circuito de Gallery Nights hubiera ido contra la esencia misma de Y&G. En vez de eso, para el futuro cercano lo que planean es un libro editado de manera independiente y performances callejeras.
El Banquete Telemático le habría dedicado por lo menos un programa a esta escolástica pornoperonista que le sube la temperatura al humor político con la elegancia de El Culo Barcelona del Día. Y&G muestra una monja con cavado profundo que acaba de meter mano al Código Civil mientras juega con un rosario non sancto. Otra foto es un chiste fácil sobre el paro de la CTA. Otra, una CFK crucificada con malla vintage en referencia a la tapa de la revista Noticias, pero también como el último eslabón en una cadena de sentidos que ligan a la presidenta con La razón de mi vida, estructurada según la biografía y los milagros de los santos populares. Y&G es una Samantha Fox pasada por el tamiz del 2001 que posa como si la arrullara siempre un tema de Sandro o como si acabara de escaparse medio desnuda de un cuadro de Daniel Santoro. Es una chica de almanaque de taller mecánico que al mismo Jorge Asís le gustaría tener en su casa, tal vez sin entender el sarcasmo, que copia la gestualidad del porno heterosexual. N. va en tetas por el conurbano a la pesca de los narcos gordos de Tigre, tiene sexo en la mesa de un restaurante peruano en una escena que bien podría musicalizar Leonardo Favio. Se calza un dispositivo casero antiapoyo y hace exhibicionismo de pelopincho con vaso de Fernet en mano. No faltan Maradona ni Evo Morales tatuados en el cuerpo, como tampoco un acting lésbico para la hinchada. ¿Son esas imágenes de copyright kirchnerista? ¿Son propiedad del peronismo ortodoxo? ¿O de los plásticos ’90? Si Y&G toma vino, siempre es con soda. Si lleva un par de Ray Ban, solo pueden ser manteros. Si viste tanga, tiene una etiqueta de industria nacional. Vuelve lujo la vulgaridad porque ha comprendido que, al fin y al cabo, no hay aparato clasista más obvio que el gusto.
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