Vie 12.12.2003
las12

MEDIOS

Enredadas

Surgió como una necesidad común de mantener el contacto entre varias mujeres que trabajaban con temáticas de género y se convirtió, dos años después, en una herramienta tan indispensable que parece que siempre estuvo ahí. Es Rima, una red de mujeres que todos los días se comunican por internet, intercambiando textos, noticias, proponiendo acciones o abriendo debates gracias al trabajo honorario de sus creadoras: Irene Ocampo y Gabriela De Cicco.

Por Sonia Tessa

Si usted no sabe lo que es la Red Informativa de Mujeres de la Argentina (Rima), lo primero es contar que se trata de algo más que una lista de correo de electrónico, una agencia de noticias, una comunidad de mujeres en movimiento, que comparten sus inquietudes y saberes. Si usted sólo escuchó hablar de Rima, pero no está suscripta, puede saber que por allí circula y se genera información, debates y acciones. Ahora, si usted es una colistera (denominación de las que comparten la lista), sabrá lo que significa mandar un e-mail preguntando “¿alguien tiene información sobre la educación de las mujeres en Europa en el siglo XVIII?”, o cualquier otra consulta, y al rato nomás obtener respuestas variadas, desde insospechados lugares del país y del mundo, con los datos que se necesitaban. Sabrá lo que significa abrir el correo y encontrarse todos los días con los temas de las mujeres al alcance de la mano. Sabrá lo que significa participar en la génesis de discusiones que luego se amplifican, por los medios masivos o por otras vías. Parece magia, pero es producto del trabajo incansable de dos periodistas, escritoras y militantes feministas rosarinas, Irene Ocampo y Gabriela De Cicco, quienes desde julio de 2000 se sientan por lo menos ocho horas todos los días frente a su mackintosh para poner en común lo que es común, aunque antes no se supiera.
En el comedor de su departamento de dos ambientes, cerca del Monumento a la Bandera, mientras la gata negra Catita se pasea sin molestar por debajo de la mesa, ellas se ríen. Gabriela dice “hasta que no estás adentro, no sabés lo que es la experiencia Rima, porque te la pueden contar, te pueden mandar el material, pero lo tenés que vivir”. Se ríen, con la satisfacción de haber materializado un sueño. “Era la necesidad de encontrarte con otras pares, y creíamos que de golpe también ahí iba a llegar la información”, recupera Gabriela. Ese sueño hecho realidad hace circular entre 700 mujeres un universo de información antes encriptado.
La vía es el correo electrónico, que luego de un tiempo resultó insuficiente, y se amplió a la página www.rimaweb.com.ar. Subieron artículos de las colisteras y toda clase de informaciones del movimiento de mujeres que antes no tenían un sitio en la Argentina. El mes pasado tuvo 16.105 visitas efectivas, es decir, cibernautas que fueron a buscar un artículo. Para dar una idea de su constante crecimiento, en agosto fueron 10.148. En fechas significativas para el movimiento de mujeres, como el 25 de noviembre, las visitas llegan casi a las 800, y el promedio es de más de 600 por día. Alrededor de Rima hay otras tres listas: gacetillas Rima, info Rima web (para compartir las actualizaciones de la página y lo que se manda a los medios masivos) y Safo Piensa, una lista de lesbianas feministas.
La idea de Rima nació cuando Irene y Gabriela hacían un programa de radio –Con el agua al cuello– en una FM comunitaria de Rosario, y recibían información sobre los grupos de mujeres de su ciudad a través de las agencias de mujeres Cimac, de México o Isis, de Chile. Semejante incongruencia les planteó la inquietud de abrir un espacio similar en la Argentina. La propuesta se verbalizó en el seminario sobre género y comunicación realizado a mediados de 2000 en FM La Tribu. Eran 40 o 50 las mujeres que aplaudieron y ellas dos tomaron la iniciativa con el corazón. Pusieron su mac (durante tres años fue una viejita, pero noble y con un buen módem), la casa que comparten, sus cuentas de luz y teléfono, para encarar la tarea.
Navegar en busca de información para socializar, impulsar a las suscriptas a enviar sus producciones, facilitar el uso del correo electrónico a muchas que recién empezaban a asomarse a ese lenguaje fueron los trabajos de los primeros días. “Entonces era más una lista de contención, tratábamos de que las colisteras, casi todas feministas, y una buena parte de ellas investigadoras, conferencistas, enviaran esos materiales a la lista, que se armara la red empezando a compartir lo que cada una producía”, rememora Irene. Era difícil que las suscriptas socializaran su producción. “No porque se guardaran lo que hacían, sino porque pensaban que no era importante”, agrega y subraya: “Estamos hablando de licenciadas, psicólogas, especialistas en género de años”. Eva Giberti se suscribió cuando la lista no había cumplido un mes. Además, se ofreció para colaborar, y todavía lo hace. “Cuando vimos su nombre, fue uno de los primeros clics que nos hicieron ver que estábamos haciendo más que una simple lista de correos”, relata Irene.


La lista es un servicio gratuito, puesto en la red por el nodo Tau. A esta altura, no habrá dudas sobre la magnitud del trabajo que se toman las coordinadoras. Lo hacen por pura militancia, sin cobrar un peso. La colaboración de Gabriela Adelstein, que traduce, aporta material y es una especie de back up de coordinación, es invalorable. Este año, cuando Rima llegó a las 500 suscriptoras, una de ellas, Leonor Núñez, propuso aportar un peso por mes, que las chicas utilizaron para completar el pago de una computadora nueva. Recién ahora recibieron un subsidio de la Fundación Astraea, de Estados Unidos, para sostener la infraestructura. Esto significa que dejarán de solventar luz y teléfono, tendrán banda ancha y pudieron comprarse –a cuenta– dos sillas anatómicas, más cómodas que las duras de madera usadas hasta la semana pasada. El aporte permitirá ampliar Rima a una publicación gráfica y brindar capacitación sobre género.
Es el corolario de tres años, casi cuatro, en los que hubo satisfacciones, como la discusión que nació en Rima sobre el tratamiento de la violencia doméstica en el programa No Matarás, de María Laura Santillán. El tema salió de la lista, por dos vías: las periodistas que participan de ella y las feministas que inundaron de cartas a Artear y otros medios de comunicación. Ese debate obligó a la producción a poner placas con información sobre asistencia a las víctimas de violencia sexual en los últimos cinco programas del ciclo.
Pero también hubo momentos difíciles, en los que las chicas pensaron en dejar de hacer Rima. En los primeros tiempos, la presencia de un hombre que maltrató a las colisteras derivó en una decisión común de excluirlos. Otras agresiones, esta vez de las mismas suscriptas, en medio de un debate, empujó a Irene y Gabriela a moderar la lista. “Lo que veíamos nosotras, en la Argentina sobre todo, es que estos espacios de debate se usaban para descalificar al otro”, apunta Irene.
La lista es básicamente heterogénea. “Hay mujeres que tienen ideas completamente diferentes sobre los temas de mujeres, de género, de feminismo”, subraya. Por eso, el desafío fue impedir que el espacio setransforme en un campo de batalla. “Vos podés tener una lista que tenga dentro de sus objetivos el respeto, pero lo tenés que mandar vos al respeto”, dice. La nueva tarea de moderación fue todo un aprendizaje, toma de decisiones y discusiones acaloradas entre ellas. Tenían que establecer el mecanismo y los criterios, sin guías ni certezas.


Efectos tangibles, con su consecuente satisfacción, y momentos difíciles se combinaron con épocas de auge en las que la lista fue creciendo hacia su estatus actual de verdadera comunidad virtual. En ese camino, marcan un hito que no está ajeno al devenir social. “Mucha de la historia que se escribe sobre estos últimos años tiene un antes y después del 19 y 20 de diciembre. Y para Rima pasó lo mismo, tanto para las argentinas suscriptas en la red, que la usaron para mandarse información o pedir solidaridad, como para las que están afuera, que continuaron el vínculo con el país, y para las extranjeras que quieren enterarse de lo que pasa acá. Ese fue un momento de explosiones, de mayor utilización de la red, de mayor comprensión de las suscriptas sobre lo que significa estar en contacto. Era el momento de grandes tensiones, de grandes angustias, y estar en contacto era algo muy importante”, reflexiona Irene.

En aquellas épocas de tanto movimiento, la tarea de las coordinadoras rindió sus frutos. Antes, habían tenido que explicar “que los materiales debían ser siempre referidos a la problemática de las mujeres, si hay un artículo sobre antiglobalización, mejor que lo escriba una mujer, si mandan poemas, que sean de mujeres”, rememora Gabriela. Esa tarea docente le dio una personalidad definida a Rima. “Creo que ese es otro punto a favor, que es una lista bien temática, vos sabés lo que te vas a encontrar”, asegura Gabriela. ¿Qué pasó con esa premisa durante los días de diciembre de 2001? “Fue muy difícil para nosotras, porque no podíamos dejar pasar todo, pero estaba esa necesidad de enterarnos de todo. Lo bueno fue que las mismas colisteras pegaron esa vuelta, ellas mismas se transformaron en productoras de noticias, escribían sobre qué pasaba en su asamblea, con su gente, mandaban su opinión”, cuenta. En la página de Rima, al menos 15 colisteras dejaron sus artículos sobre la crisis. “Fue un momento único”, concluye Gabriela. Unico porque se trataba de socializar lo propio, de apropiarse de la palabra, y eso pasó por la red. Con una huella que nunca se borró. “Ahora defino a Rima como una gran comunidad de mujeres que está compartiendo información y proponiendo acciones. El trabajo y el compromiso de nuestras colisteras no lo ves en otras listas”, dice Gabriela, mientras Irene enumera los momentos en los que se siente satisfecha. “Cuando las periodistas están armando algo y preguntan o dicen que necesitan tal cosa, tal teléfono o cualquiera pide que por favor tales personas se comuniquen con ella, yo pienso que para eso fue que lo hicimos, para eso estuvimos estos años poniendo todo este tiempo, todo este esfuerzo”, afirma.

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