Viernes, 26 de septiembre de 2014 | Hoy
PERFILES
Por Flor Monfort
Una compañía permanente. Una cara familiar, como un vecino a quien se saluda todas las mañanas. Es ese perfume a cercanía el que inunda la pantalla cuando aparece la cara de Sandra Borghi, movilera del canal Todo Noticias desde 2002. Ha cubierto tantas desde entonces que seguramente la vimos en el monitor mudo de un bar, desde nuestra cama en una madrugada insomne, al mediodía, al amanecer, en una repetición... Un loop que habla a la velocidad del viento y siempre en potencial, con ese picante del último momento aunque la noticia haya pasado hace dos días. Ese es el entrenamiento de Sandra, una soldada del breaking news, famosa desde el día que no se dejó robar un entrevistado por otro noticiero y le sacó sistemáticamente la cucaracha de la oreja para marcar cancha al grito de “Pedro, no”.
Pero ahora Sandra dio un gran salto. Nos muestra otra faceta desde Nosotros al mediodía, magazine que tiene al frente al señor que se hizo famoso por divorciarse de su esposa, Fabián Doman. Con su credibilidad y su defensa acérrima del código de la calle como principal bandera, con el pelo ahora lacio y la ropa que toda conductora debe llevar para estar a tono, para Borghi es tan apasionante hablar de la moda de las botineras como de una historia de vida de ésas que hacen mojar los ojos. Tan conmovida estaba con el relato de Ivo Cutzarida que aplaudió el abrazo del conductor y lo arengó a Ivo a que tire más verdades, “porque estamos en democracia”, le dijo. Pero a los pocos días reflexionó y sintió que tal vez Ivo había ido demasiado lejos, así que lo interrogó con vehemencia y sin titubeos: “¿Vos te creés que sos el Ivo de la gente?”. Cambios de opinión de una periodista que hace de la doxa su marca registrada: se indigna, se entristece, le “sale la tanada” como ella misma confiesa con orgullo, reflexiona en voz alta como cualquier doña de su casa y desfila coqueta cuando el anfitrión se lo pide, como cuando fue a lo de Mirtha y criticó a su ex compañera Karina Jelinek, con esa honestidad brutal que la caracteriza: “Es poco profesional, yo lo dije desde el primer día”, avisó moviendo la cabeza para todos lados, con esa irritación del que siempre la pega en las predicciones y nunca lo escuchan.
Y así se va haciendo escuchar Borghi, en esa construcción a paso de hormiga que fue haciendo de su figura, tan cercana y tan real, al resto de los mortales. Porque se sabe, los y las movileras son esa especie que tiene que ganar el territorio a fuerza de oficio y mucha agilidad, algo que Borghi destila y que supo conservar por tantos años, siendo que la suya es una tarea en general de tránsito y no de permanencia. Permanece y se renueva, haciendo del primer plano el mejor de sus perfiles, porque ahí es donde puede mostrar el rictus abrumado por la ola de inseguridad, la sorpresa por la confesión de Dady Brieva amando la marihuana y esa molestia leve que les imprime a los comentarios sobre las chiruzas de turno, siempre tan volátiles con sus dimes y diretes, tan intrascendentes.
Si el Twitter es una ventana al diario íntimo contemporáneo, Borghi tuitea poco pero retuitea mucho, au contraire de lo que hace al aire, donde parecía ser la primera de la fila para tirar su magia de mujer común. Cadenas de oración, fotos de su look y la publicidad de sus talleres de movilero/a, un proyecto que la tiene entusiasmada para terminar el año, y un mensaje de Karina Olga del 13 de agosto, que le agradece el regalito que le hizo Borghi, al comienzo del programa que las tenía unidas. Así es Sandrita, primero te hace ojitos y después, si es necesario, te da un palazo en la cabeza, como cualquier hija de vecina, como vos, como yo, como la televisión, ese cuadradito que la hizo tan popular como sólo alguien que siempre dice la verdad se merece.
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