COSAS VEREDES
El próximo enero, las autoridades de Nueva York lanzarán una campaña contra los hombres que se sientan con las piernas abiertísimas en los asientos, robando espacios vitales e incomodando por demás.
› Por Guadalupe Treibel
Desde que es posible recordar –y aun antes–, los “varones esparcidores” (man spreaders, tal es la expresión anglosajona) han dominado metros, autobuses y/o trenes con su pose abarca-tutti. “Sentados con las piernas bien, bien abiertas, expandiéndose hacia los asientos laterales, su postura ha inspirado tanto el desprecio de las viajeras adyacentes como cantidad de diatribas feministas (la mía, incluida)”, advierte la periodista Brogan Discoll, subeditora del Huffington Post UK sobre el mal que acaso persevera –sin fronteras geográficas– por el ancho mundo: aquel gesto territorial masculino de gambas tan separadas que harían temblar ¡incluso! al –de por sí expandido– ángulo recto. En otras palabras, el gesto de macho alfa. Y el hecho no requiere mayor corroboración que poner un pie en subtes o bondis, reconfirmando que la pancha exhibición masculina persiste, al igual que las rodillitas juntas y el cuanto-menos-lugar-mejor femenino, contracara de una ecuación desequilibrada. Que hay excepciones, las hay; que hay susceptibles apelando a razones biológicas (“que el paquete y la comodidad”, “que los dolores”, “que el esperma”, etcétera), lo mismo. Pero, como destacaba una nota de The Guardian de septiembre de 2013, la pose “nada tiene que ver con temas corporales”...
“No se ve a chicas con pechos grandes desparramándolos en otras butacas o apoyándolos sobre los hombros de la gente, diciendo ‘¡Lo siento, estas nenas necesitan un poco más de espacio!’. Tampoco se oye a damas con piernas abiertas al son de ‘¿Acaso no has oído hablar de candidiasis o cistitis? Necesito enfriar mis partes pudendas’. Si las mujeres no piden consideración especial para su físico en el transporte público, ¿por qué sí los hombres?”, racionalizó entonces la columnista Barbara Ellen, solicitando un poquito de consideración en la apropiación de los espacios. Subrayando además lo planteado por la especialista feminista en comunicación no-verbal y lenguaje Nancy Henley en su libro Body Politics (1977), y por tantas otras: que el modo de transitar por los ámbitos sociales no es gratuito ni azaroso sino la materialización de los discursos de poder. Y, a riesgo de caer en reiteraciones (u obviedades, a esta altura del partido), los estudios indican que mostrar la entrepierna es signo: de virilidad, dominación, fuerza y, por qué no decirlo, jactancia.
Entonces lxs justicierxs virtuales: sitios como Men Taking Up Too Much Space on the Train (en castellano, Hombres ocupando demasiado espacio en el tren, del que Las12 se hizo eco el año pasado), recolectando evidencia de distintas ciudades de Estados Unidos, más el aporte de colaboradores de Francia, Gran Bretaña... O el tumblr Your balls are not that big, con propuesta similar e imágenes fundamentalmente de Nueva York, aunque también incluyan ejemplos de, por ejemplo, trenes de Alemania. O Saving Room for Cats (Haciendo espacio para gatos), que se mofa de la habitual postura con desparpajo, ubicando tiernos y nutridos gatitos en los generosos espacios que se forman entre las piernas de señores. O, para el caso, la campaña viral de Turquía que, bajo los slogans Bacaklarini Topla (Cierra tus piernas) y Yerimi Isgal Etme (Ocupas mi lugar), hizo lo propio en redes sociales como Twitter, llegando a ser incluso trending topic mundial.
Así y todo, es otra acción la que ha reavivado la llama del tema, dándole renovada envergadura a la petición, solicitud, pedido urgente de que los varones, por favor, junten las rodillitas cuando se toman el metro o un colectivo. Formalizando, además, una queja que, hasta el momento, solo incluía la voz de incomodadas viajeras, cansadas de esquivar extremidades y hacerse un huequito en semiinvadidos asientos. Y lo curioso de la ocasión es que la propia Autoridad de Transporte Metropolitano (MTA), del estado de Nueva York, ha salido con la comunicación de punta a subsanar el mal pergeñado por los “esparcidores” norteamericanos, advirtiendo la inminente salida de una campaña de concientización que los tendrá por target. Así lo confirmó el vocero de la institución, Kevin Ortiz, al sitio BuzzFeed, advirtiendo además cuál será el otro objetivo que se han propuesto: que los mochileros bajen sus mochilas y dejen de ocupar espacio que no corresponde. “Son dos problemas importantes”, destacó el hombre, y luego dio fecha de arranque (enero), advirtió que habría cambio de lema (al parecer, el actual “la cortesía es contagiosa” no pegó lo suficiente y buscan un enfoque más... vigoroso) y adelantó que habrá carteles, señalización y anuncios varios.
Acorde con Charles Moerdler, miembro de la junta de MTA, “primero hay que focalizarse en que la gente comprenda qué está bien y qué no. Pero si la cortesía no funciona, habrá que tomar medidas más fuertes”. Según el sitio Bustle, ocupar más de una butaca en el subte es técnicamente sancionable con una multa de 50 dólares, pero considerando que no suele ponerse en práctica tal normativa (al menos, no con los mentados man spreaders), espera que este nuevo enfoque dé resultados. Mientras, muchxs neoyorquinxs festejan al son de “¡Es el fin de una era!” o, lxs más irritadxs: “Si a estos tipos no les gusta sentarse bien, que viajen parados y cedan el asiento a quienes sí sabemos usarlos”.
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