Viernes, 24 de abril de 2015 | Hoy
SALUD
Aunque en los últimos tres años se registró una leve disminución en la tasa de embarazo adolescente, creció la natalidad precoz, algo que habla a las claras de la violencia sexual ejercida contra niñas entre los diez y los catorce años. Esta realidad exige abordajes múltiples, desde garantizar que las jóvenes que desearon ser madres puedan seguir adelante con su vida estudiantil hasta ofrecer el uso de anticonceptivos de largo plazo como el DIU y el implante subdérmico, que hoy está disponible y que se ofrece gratuitamente a adolescentes que ya tuvieron un episodio obstétrico. Acceso al aborto no punible, educación sexual, jardines maternales públicos, fomento de las responsabilidades compartidas y un acercamiento a los servicios de salud para quienes más los necesitan y se sienten expulsadas son algunas de las herramientas urgentes que deberían ponerse en práctica para apoyar decisiones libres y autónomas de las más jóvenes.
Por Luciana Peker
El cuerpo, los deseos y los abrazos de las mujeres no pueden tener una reglita que enmarque en una sola década de la vida –de los 25 a los 35– el momento de parir y pujar una maternidad que siempre revoluciona la vida. El 15 por ciento de las mamás en la Argentina son menores de veinte años. El embarazo adolescente interpela todo lo que todavía no funciona para que las chicas tengan proyectos de vida sin necesidad de redoblar su vida, para que la anticoncepción gratuita no se ofrezca a lo lejos, sino que esté tan cerquita como la intimidad que habita en sus encuentros y para que la posibilidad de interrumpir el embarazo –cuando ésa es la decisión de ellas y no de sus padres, madres o sus parejas– no sea clandestina. Pero, también, todos los prejuicios que orbitan cuando una joven quiere ser madre y los mandatos sociales –que juzgan si una mujer no quiere tener hijos y también desampara cuando una joven sí quiere tenerlos– fruncen la nariz, suben el dedo acusador y excluyen de la posibilidad de seguir disfrutando y estudiando.
Los derechos sexuales y reproductivos no dicen cuándo una mujer debe ser madre, sino que tiene el derecho a poder decidir cuándo serlo o no. Por eso, el desafío es que la anticoncepción llegue a las escuelas o a los barrios (si las chicas no van a los hospitales, la salud pública debería acercarse a ellas) y que las nuevas recomendaciones más efectivas para el cuidado de adolescentes, como el DIU y el implante bajo la piel del brazo, que tienen efecto por más de dos años sean una garantía de cuidado a largo plazo. Los derechos de las chicas a cuidarse no pueden tambalear con la mala memoria o la receta de exhibir la sexualidad en un recordatorio a la vista de toda la familia (como las pastillas dejadas al lado del cepillo de dientes) para que sean efectivas. A su vez, se pueden reforzar los derechos de las mamás adolescentes para minimizar sus vulnerabilidades. Por ejemplo, se puede disponer que la Asignación Universal por Hijo (AUH) pueda ser cobrada por las jóvenes directamente (aunque por ser menores no tengan cuenta en un banco) y no a nombre de la abuela de la criatura, o que cuenten con ese respaldo económico aunque su mamá o papá tenga obra social, porque son ellas las que inician un nuevo camino y lo mejor es estimular su permanencia en la escolaridad y no condenarlas a cambiar pañales exclusivamente. Actualmente existe un sistema de faltas permitidas para el embarazo en la mayoría de los reglamentos escolares, pero esas normativas podrían tomar rango de licencia estudiantil regulada por ley. También el programa de Alumnas Embarazadas, Madres y Padres de la Ciudad de Buenos Aires (con referentes que contienen y ayudan a que las chicas lleguen con trabajos, carpetas e información a sus clases) puede ser ampliado, referenciado a nivel nacional y aumentarse las becas. Si la maternidad no debería expulsar a las mujeres del mercado del trabajo, mucho menos, a las jóvenes de la posibilidad de estudiar.
“Desde hace tres años hay una leve tendencia a la disminución del embarazo adolescente”, afirma el subsecretario de Medicina Comunitaria, Maternidad e Infancia del Ministerio de Salud de la Nación, Nicolás Kreplak. Sin embargo, el mayor problema es la vulnerabilidad de las más chicas. “Hay un aumento en la tasa de natalidad precoz que habla del abuso sexual que hay en las niñas. A partir del 2007 se hizo un fuerte trabajo en abuso y a partir del fallo FAL (de la Corte Suprema de Justicia de la Nación) sobre aborto no punible se debería tener una tasa de fecundidad mucho más baja que la que tenemos. Hoy la fecundidad precoz, de 10 a 14 años, es de 1,8 madre cada mil nacimientos y tendría que ser cero”, advierte Adriana Alvarez, coordinadora del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable del Ministerio de Salud de la Nación.
–Nuestra guía lo contempla y está dentro de lo que legalmente corresponde. Además la ley de violencia de género contempla la violencia a la salud sexual y reproductiva. Por eso está en marcha y tenemos reportados, en el 2013, más de 400 abortos no punibles realizados en hospitales públicos de las distintas provincias. No tenemos cargados los datos por edades. Los casos que se hicieron mediáticos son los que no pudieron resolver las jurisdicciones y fueron derivados. Seguramente se hacen más y no los reportan. A buena hora que estamos cumpliendo con los derechos de las mujeres. Desde Salud trabajamos disminuyendo las barreras que se pueden presentar cuando alguien llega solicitando esta consulta.
¿Por qué el embarazo adolescente no buscado no disminuye a pesar del reparto gratuito de anticonceptivos? “Las adolescentes tienen poca adherencia a los métodos más convencionales porque se olvidan la píldora o se colocan un mes la inyección y otro mes no. Por eso, estamos trabajando en el DIU de larga duración para que las adolescentes lo puedan usar”, informa Alvarez. “La enorme mayoría, el 90 por ciento de los chicos, tiene un preservativo en su primera relación sexual. El punto de trabajo fuerte es cómo mantener un buen ejercicio del uso de anticonceptivos en la vida sexual de los adolescentes. Y por eso la nueva estrategia es el implante para las adolescentes que tuvieron un episodio obstétrico previo. Para nosotros es una estrategia sanitaria. Es un método que está hace sólo tres años y en la parte privada (la colocación) sale más de tres mil pesos y el aparato sólo 1900 pesos. Igual son métodos anticonceptivos complementarios del uso del preservativo, que siempre tiene que estar”, explica Kreplak.
Si las pastillas no se pueden poner en un vaso junto al cepillo de dientes porque el blister refleja en el espejo del baño la sexualidad de una adolescente que puede ser retada por su papá, interpelada por su mamá o burlada por su hermano, lo mejor no es esconder el cuidado, sino optar por un método más seguro y eficaz. Por eso, a diferencia de veinte años atrás, cuando se demonizaba el DIU (porque se decía prejuiciosamente que iba a fomentar la promiscuidad), hoy se recomienda este método.
También, a partir de abril del 2013, el Estado repartió 12 mil nuevos implantes hormonales subcutáneos que están destinados especialmente a adolescentes de entre 15 y 19 años que hayan tenido un embarazo o aborto (espontáneo o provocado) y que no tengan obra social o prepaga. El implante subdérmico es un método anticonceptivo hormonal de nueva generación, mínimamente invasivo; se coloca en el brazo y cuenta con un 99 por ciento de efectividad durante tres años. “Se pensó para disminuir el segundo embarazo adolescente y se priorizaron en el reparto jurisdicciones con una tasa alta de fecundidad adolescente (de más de 90 embarazadas adolescentes por mil nacimientos) y donde los censos muestran que hay un porcentaje elevado de segundo embarazo adolescente con un hijo o más, como en Misiones, Formosa, Santiago del Estero, Buenos Aires, Jujuy y Tucumán. A partir de este año la idea es que esté en todo el país y que se priorice a aquella mujer más vulnerable. Esto va sí o sí con una buena consejería y asesoría. En tres o cuatro años vamos a ver resultados”, augura la médica Alvarez, con casa en Tucumán y oficina en la ciudad de Buenos Aires.
Y resalta que la segunda vez que una chica queda embarazada y que ya tiene que caminar a la escuela con dos hijos a upa o en cochecito las barreras se le multiplican. “El segundo embarazo adolescente es una cuestión de salud. ¿Una chica ha querido tener tres hijos entre los 14 y los 19 años? Esos números son los que hay que empezar a mirar y eso es lo que estamos haciendo.”
Una de cada cuatro mamás adolescentes vuelven a quedar embarazadas antes de los 19 años, según cifras del Hospital Alvarez que reflejan la dimensión de la frecuencia del segundo embarazo adolescente. El servicio del centro de salud porteño atiende casi un 15 por ciento de embarazos de menores de 19 años, entre, aproximadamente 1600 partos por año, y tiene un consultorio de orientación en opciones en donde el 25 por ciento de las consultas son de chicas muy jóvenes. La médica obstetra Eugenia Arroche es la referente del equipo de adolescencia del Hospital Alvarez y también recomienda un cuidado sin olvidos ni sobresaltos: “El uso del anticonceptivo subdérmico (implante) en adolescentes es posible porque está disponible por el Programa de Salud Sexual de la Ciudad de Buenos Aires y es una excelente opción, ya que hoy la estrategia en anticoncepción, a nivel internacional, es el uso de anticonceptivos de largo término”. Arroche también enmarca los riesgos o prejuicios sobre una joven que no es madre de hijo/a única: “El segundo embarazo en sí no aumenta el riesgo biológico, excepto que el intervalo entre los dos embarazos sea muy breve o que hayan tenido una cesárea u otra morbilidad agregada. Los riesgos sociales sí aumentan con dos o más hijos, aunque sabemos que es mayor el número de adolescentes que dejaron la escuela antes de quedar embarazadas de su primer hijo/a, es decir, que el proyecto no era estudiar ni trabajar sino ser mamá, algo que para muchas excluye estudiar y luego implica que tienen mucha dificultad en insertarse en algún trabajo”.
El anticonceptivo que se coloca bajo la piel y permite tres años con placer y sin pesadillas es una opción que requiere políticas de salud sexual y presupuestos: “Hay que ir probándolo y ver cuál es la aceptación antes de hacer una compra millonaria”, evalúa Kreplak. Igualmente, hay otros anticonceptivos que no implican una prevención pasajera o sólo por hoy. Sin embargo, la distancia entre las chicas y los centros de salud es demasiada larga y las ofertas de los médicos y médicas sobre la canasta de anticonceptivos disponibles para las adolescentes es demasiado escasa. “Una barrera clara es la poca difusión y colocación de DIU en adolescentes. El DIU está hace diez años disponible, es reversible, bueno, efectivo y, en la actualidad, sólo el 0,8 por ciento de las chicas de 14 a 19 años lo usa. En el total del país, el 9 por ciento de las mujeres usa este método, pero la cantidad de adolescentes es ínfima. Son muchos los logros de estos últimos diez años, pero todavía existen barreras y mitos.” Otra de las barreras son las puertas lejanas o cerradas de los hospitales y la poca difusión del derecho a cuidar su cuerpo sin pedir permiso. Kreplak promueve que el sistema de salud se enfoque en detectar a las chicas en riesgo o las vaya a buscar a la escuela si no van al hospital y, también, que las pibas sepan que no necesitan de la aprobación de su papá o su mamá para ir a pedir anticonceptivos. “Las adolescentes tienen derecho a ser atendidas en salud sexual y en guardia sin un adulto que las acompañe. Se trabaja sobre la autonomía y para quitar obstáculos.”
La médica Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), objeta que del dicho al derecho hay mucho trecho: “Todavía muchos servicios les niegan el derecho a atender a las adolescentes si van sin los padres o un adulto y otros los atienden, pero no les quieren dar anticonceptivos. Desde la difusión del implante anticonceptivo y su especial indicación para las adolescentes por parte del Programa Nacional de Salud Sexual y Reproductiva se mejoró el acceso, pero para este método, no para la atención y provisión general. Eso sí, cuando ya llegan con el embarazo ahí las atienden, pero hubo oportunidades perdidas y eso contribuye a que las chicas sientan que ser madres les da identidad en sus casas, sus familias y los servicios de salud”.
El candidato a gobernador de Santa Fe por el PRO Miguel del Sel declaró que las chicas quieren embarazarse porque reciben una asignación. Kreplak refuta: “No hay aumento de la maternidad adolescente. Y, si así fuera, que madres que quieren tener un hijo ahora pueden tenerlo, bienvenido. Hay una articulación fuerte entre Ministerio de Salud y Ministerio de Educación para tratar de mantener a las chicas en el sistema educativo con apoyo especial para no perder la continuidad educativa. Pero la salud y la educación no son federales y necesitamos el apoyo de las jurisdicciones”.
Hay una diferencia entre embarazo buscado y deseo. A veces el deseo viene aunque no se lo busque. “Yo cuando quedé embarazada no era que lo buscaba, pero la decisión final fue mía. No era buscado pero sí deseado”, cuenta Dulce Rodríguez, de veinte años, quien todavía recuerda lo mal que la hacían sentir las miradas callejeras que la acusaban por portación de panza y falta de edad adecuada. O le auguraban el infierno en vida: –“Vas a sufrir”– como regalo de bienvenida a su hija Malena, que hoy tiene seis meses y comparte el aula con su mamá. A pura sonrisa, bracitos que se levantan como alas y se agitan de alegría ante los ojos que la buscan a la hora en que otras familias cenan con la tele prendida y Dulce, igual que otras compañeras, estudia de noche en el Bachillerato de Orientación en Arte (BOA) Antonio Berni, de Quito y Quintino Bocayuva.
Los deseos no son fáciles en la práctica y, menos, cuando la falta de una política de cuidados deja la mochila de la maternidad sobre un solo hombro. “Me encanta porque es mi hija, es hermosa y salió de mi cuerpo. Pero es difícil porque vivo con mi papá y me tengo que ocupar de todo y terminar el colegio y ella llora”, relata Dulce. Y enseña con su ejemplo: “Yo quiero recibirme para darle un buen futuro. Lo hago por mí y por ella”, dice, aunque tenga que escuchar lecciones de germanos y romanos desde la ventana cuando el llanto aturde en el aula.
En realidad, en la Ciudad de Buenos Aires se construyeron algunos jardines maternales, por ejemplo, en Villa Lugano. Pero la experiencia no se replicó en la actual gestión del PRO. El 25 de marzo, el Día del Niño por Nacer instituido por el gobierno de Carlos Menem, el precandidato a jefe de Gobierno del PRO, Horacio Rodríguez Larreta, repartió escarpines tejidos por abuelas para resaltar una fecha instituida contra el derecho al aborto. Sin embargo, en la Ciudad de Buenos Aires, las políticas públicas no acompañan a las jóvenes que deciden ser madres. No hay jardines maternales en los colegios ni se consiguen jardines para que sus hijos e hijas vayan de día. “Me dijeron que toda la ciudad está completa, que todas las salas están repletas y que no hay vacantes”, se queja Gabriela Espíndola, de 21 años y estudiante de tercer año del BOA Antonio Berni. Su hijo Uriel tiene más de dos años y un retraso madurativo que hace imprescindible que reciba estimulación y desarrollo temprano. Gabriela recorrió toda la burocracia porteña hasta que pidió que un mayor la acompañara porque a ella la miraban con cara de ser demasiado chica para un reclamo por su hijo. “No puede ser que te digan que la sala de dos no es obligatoria para lavarse las manos y que no haya una vacante y todos los colegios especiales sean privados”, protesta con preocupación y exhibe su responsabilidad en las veces que amaneció a las cinco de la mañana en el Hospital Garrahan.
A los quince años Paula Medina se embarazó y a los 16 años fue mamá de Leandro. “Tuve que dejar el colegio porque no me lo dejaban traer”, rememora. Ahora, a los 29, alza a Benjamín, de 7 meses, puro cachete y sonrisa que vuela por las aulas con aires de carcajada. “Estuve en pareja ocho años y por control, machismo y miedo a sentirse menos no me dejaba estudiar. Ahora estoy sola, trabajo de niñera, que no es un sueldo muy bueno pero me salva las papas, me ocupo de mis hijos y puedo estudiar”, relata. En la escuela, el director Claudio Roman reclama al Ministerio de Educación porteño la construcción de un jardín materno para que las alumnas puedan estudiar con un lugar saludable para dar la teta, cambiar los pañales y prestar atención en clase sin hamacar el cochecito. Pero, aunque las condiciones no sean ideales, prioriza que las chicas no crucen la puerta para no volver y, por eso, funciona el Programa de Retención de Alumnas Madres, Embarazadas y Padres. La profesora de plástica Dora Kravetz es una de las dos referentes del colegio y se fija que los profesores les den trabajos prácticos a las chicas si no pueden ir los días de examen y, como casi toda la Argentina silenciosa que funciona a pulmón, hasta va a tocar timbre para pedirles las carpetas a las chicas y las lleva a clase para que no pierdan la evaluación, la escolaridad y el boletín que las impulse a seguir avanzando. “La idea es retener a las alumnas para que el embarazo no sea un motivo de abandono escolar y tienen hasta 75 faltas que pueden llegar a 100 si lo necesitan en el momento del parto”, explica Kravetz.
La contención, inclusión, apoyo, becas, asignaciones, licencias estudiantiles y jardines maternales –con vacante prioritaria para madres sub 20– son, sin dudas, acciones imprescindibles para que la maternidad no sea un castigo ni un obstáculo y que las chicas puedan conciliar maternidad, estudio y futuro. Las formas de prevención del embarazo adolescente no buscado también tienen que multiplicarse y difundirse. La Ley de Educación Sexual Integral (ESI) debe aplicarse en todos los colegios del país. Pero, además, es necesario desandar la idea de una maternidad con reloj perfecto en donde la juventud es sinónimo de irresponsabilidad. “Las chicas, muchas veces, quedan atrapadas, entrampadas y acorraladas por las tensiones de mandatos de género que son parte de un estereotipo cultural que define roles a ocupar. En apariencia los embarazos suelen presentarse como no planificados deliberadamente, sin embargo eso no significa que no sean buscados o deseados inconscientemente. He escuchado a varios profesionales de la salud hablar con mucha ligereza de embarazos no deseados porque ocurren a edades más tempranas de lo que en general se esperaría, sin tener en cuenta la particularidad del caso, la decisión de la joven y/o la opinión de su pareja para afrontar la situación, como si las chicas tuvieran que demostrar que ya se desarrollaron, que son grandes y que pueden. Lamentablemente lxs chicxs no siempre son objeto de la mirada de la prevención, todo lo contrario, muchas veces son objeto del reproche”, señala el psicólogo Marcelo Della Mora, integrante de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Salud Integral del Adolescente (Sasia).
Por su parte, Bianco resalta: “Urge que se les brinde educación sexual integral a las adolescentes para que acaben los mitos alrededor del embarazo y la sexualidad que son los que producen muchos de los embarazos por ignorancia o porque creen cuidarse y cometen errores. Además, para que sepan que hay leyes que garantizan sus derechos a ser informadas, educadas y atendidas”.
* Línea de salud sexual del Ministerio de Salud de la Nación: 0800-222-3344 /
Web: www.msal.gov.ar/saludsexual
* Hospital Argerich: Servicio de adolescencia / Pi y Margall 750
Hay talleres en la sala de espera los martes y viernes de 8.30 a 9.30 horas.
* Hospital Alvarez: Dr. Juan Felipe Aranguren 2701 / Tel: 011-4611-6666
* Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer: Web: http://www.feim.org.ar / correo: [email protected]
* Casa FUSA Centro para la Atención Integral de la Salud de Adolescentes y Jóvenes (Ciudad de Buenos Aires).
4981-4241 / 4982-1981 / Lezica 3902 (esquina Medrano)
www.grupofusa.org / [email protected]
* Hospital Posadas (Provincia de Buenos Aires): 4469-9300 /interno 1609 (planificación familiar) interno 1604 (obstetricia).
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