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Viernes, 24 de abril de 2015

MONDO FISHION

Vestimenta federal

 Por Victoria Lescano

En los primeros días del comienzo del otoño y mientras aún asoman temperaturas de verano, la joven diseñadora Julia Schang Vitón proclamó desde las redes sociales: “Invierno, te invoco. Ven a mí, me quiero abrigar”. Junto a su expresión de deseo desplegó la campaña de su colección de temporada apodada Cabotaje, fotografiada por Mical Valusek con estilismo de Jimo Soriano, donde las y los modelos posaron junto a radiadores, haciendo alarde de siluetas holgadas y de exquisitos contrastes entre sedas y materiales artesanales. Unos días más tarde, celebración mediante en la tienda Tupá, el espacio de la calle Lafinur 3132, prologado por un estanque y un jardín y que comparte con los diseñadores de Yarde Buller, se percibe un acentuado diálogo estético entre las colecciones. “Estamos en absoluta sincronía, diseñamos bajo un mismo techo y paradigma, en Tupá buscamos un diálogo entre lo atemporal y lo contemporáneo; lo esencial y el capricho, somos peces de un mismo estanque”, sentencia Julia.

El look book de Cabotaje admite el tapado Buenos Aires, la camisa Posadas, el vestido Chaco, el pantalón Chubut, el poncho La Pampa y la túnica La Rioja. ¿Hay prendas representativas de cada provincia o región?

–Esta colección es un mea culpa de cuánto renegué de mi patria en el pasado, interesándome más por horizontes ajenos. Buenos Aires me abraza en su locura, es una ciudad a la que siempre quiero volver, un poco de eso se trata el tapado que lleva su mismo nombre. La llanura pampeana también inspiró un poncho rectangular, sin volumen. Y así sucesivamente, guiada por percepciones de lo desconocido porque a muchos de estos lugares aún no los he visitado.

¿Cuál es el manual de estilo de la colección?

–Cabotaje es una oda a nuestros paisajes, sus colores y texturas. Las tipologías se desprenden de aquellas que portaban nuestros antecesores y nos dejaron como legado. Cabotaje se trata de volver a las raíces y despojarnos de las pretensiones a las que estamos acostumbrados. Las piezas que componen esta colección abarcan kimonos, tapados, vestidos, suéteres y ponchos indispensables, junto con sus complementarias poleras y remerones en algodón orgánico a los que en lugar de llamarlos básicos prefiero denominarlos “cotidianos”: mi haute couture de cabotaje.

¿Considerás que los textiles artesanales se instauran como antítesis del fast fashion cada vez más vigente en la industria?

–Considero que el peso del proceso por sobre el resultado hace que puedan considerarse los métodos artesanales como antítesis de la moda rápida. En mi caso, el reducido tamaño de la estructura de trabajo que manejo me permite conocer y generar un vínculo con cada una de las personas que participan. La producción de prendas sin fecha de vencimiento –que poseen cualidades atemporales y no se rigen por las tendencias ni la inmediatez–, la experimentación con materiales sustentables –como en mi más reciente colección cápsula Raíz, la fibra de llama y el algodón orgánico– y la valorización de técnicas ancestrales para el desarrollo de nuevos textiles y la incorporación de artesanos como Miriam Atencio, artesana de San Juan especialista en la labor de telar, encauzan mi producción en un sistema lento en el que se valora la condición humana por sobre todas las cosas. Ese es el camino para desmitificar a la moda, hacerla perdurable y sustentable, conservar nuestro planeta y nuestra existencia.

¿Cómo surgió el trabajo conjunto con la artesana Miriam Atencio para la colección cápsula Raíz?

–Le debemos nuestro vínculo a Facebook. Empezamos con likes y derivamos en Skype. Tuvimos una relación virtual por varios meses en los que, por medio de una pantalla, nos hacíamos llegar bocetos e ideas y hasta me enseñó el funcionamiento del telar que tiene en su casa al lado de la computadora. Miriam es mi nexo con el pasado y mi gurú en lo que respecta a esta técnica. Me guió y transmitió todos sus conocimientos acerca del tejido con esta herramienta y juntas nos propusimos el desafío de diseñar y confeccionar una serie de piezas. No sólo tejimos prendas, sino una relación de crecimiento mutuo.

¿Podés describir los pasos y el proceso para el corto Proyecto de Colaboración Loom Boom que documenta vuestra labor conjunta?

–El documental de Miranda Castro y Shaina Cohen surgió a partir de la responsabilidad de conocer esta amigable especie con la que trabajaríamos y su contexto: cómo eran criados, en qué consistía la obtención de la fibra, su relación con los humanos. Por otro lado, inmortalizar el proceso de creación y tradición. Todo comenzó con la instrucción de Miriam respecto de la herramienta con la que trabajaríamos: debíamos pensar las prendas en base a rectángulos –ésa es la forma en la que teje el telar– y entonces comenzó mi experimentación morfológica. Una vez resueltos los diseños y aprobados por la artesana, comenzamos a estudiar las técnicas de unión de piezas y aquellas que aplicaríamos a modo decorativo. Decidimos no teñir el hilado, queríamos una paleta fiel a nuestra fuente de materia prima. Las prendas tienen apodos distintos en la intimidad diseñadoraartesana –tales como El Tío Cosa–, pero decidimos llamarlas así de manera oficial como tributo a sus orígenes.

¿En qué consiste el programa Camélido de los Andes?

–Responde a reinsertar la llama en la provincia de San Juan, donde décadas atrás supo ser un indicador de la economía regional. La forma de hacerlo es confiar un número de estos animales a productores que se dedicarán a criarlos. El objetivo, además del desarrollo de una industria textil artesanal, abarca la intención de mejorar la calidad de la fibra logrando al tacto una sensación similar al de la vicuña, fibra en demanda creciente a nivel nacional e internacional.

¿Habrá otra entrega de esa saga textil?

–Con Miriam planteamos nuestra labor como proyecto a largo plazo. Ya estamos trabajando en nuestra segunda entrega juntas, experimentando con materiales como seda, algodón y lino e incorporando nuevos formatos de presentación y colaboradores. El aporte de esta colaboración superó el rubro textil. Aprendí a tener paciencia, valorar el tiempo y reconocer la trascendencia de la tradición como construcción.

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