COSAS VEREDES
Una reciente investigación de la news magazine Deadline pone sobre el tapete otro sector de la industria hollywoodense donde el sexismo es imperante: el de las dobles de riesgo.
› Por Guadalupe Treibel
En la década del ’10, antes de que el voto femenino fuera legal en Estados Unidos, el cine mudo norteamericano daba al mundo las primeras heroínas de acción de la pantalla grande; mujeres prontas a inaugurar un fino linaje que más tarde encontraría nuevos exponentes en las chicas Buffy, Hit-Girl o Katniss “palabras mayores” Everdeen. Las serial queens, como se conoce a las damiselas en apuros de aquellos memorables seriales, incluyeron a Mary Fuller, Ruth Roland y Ann Little. Otras, como la enorme Pearl White de Los Peligros de Paulina, reina por excelencia que –al comienzo de la saga– hizo sus propias escenas de riesgo (lo básico: volar aviones, atravesar ríos a nado, correr carreras automovilísticas) hasta que la productora Pathé, temerosa por la vida de su estrella, decidió que un don con peluca la reemplazase cuando hubiera que saltar de, por ejemplo, autobuses en movimiento. Todo sea por la salud. No fue la única, por cierto... Helen Gibson, auténtica temeraria y protagonista de –por ejemplo– A Daughter of Daring, estuvo al borde de la muerte en más de una ocasión al lanzarse con oscilantes cuerdas de un buen número de edificios. La actriz Helen Holmes (The Girl and the Game, 1915; Lass of the Lumberlands, 1916; The Lost Express, 1917, etcétera) tampoco se quedó atrás en materia de peripecias, alcanzando –según voces especializadas– “la perfección de los topos ferroviarios del western o, más en general, del cine de acción”, amén de saltos acrobáticos desde caballos al galope o peleas a muerte en techos de vagones. “Helen salta, cabalga, corre, se precipita con el cabello al viento a domar locomotoras enloquecidas”, advierte Gian Piero Brunetta en su libro Storia del cinema mondiale, sin obviar que el gran atractivo de aquellos films residía en “la visión de mujeres que desafían al peligro afrontando riesgos mortales, ensuciándose, zurrándose con multitud de bribones”. En ese sentido, no es casual que el propio John Wayne declarara tiempo más tarde que Holmes fue su primer flechazo adolescente; finalmente la muchacha –a menudo considerada una de las primeras dobles de riesgo– no parecía temerle a absolutamente a nada. Qué va: en aquellas décadas ni siquiera era poco habitual que las cowgirls doblasen a varones poco corpulentos en los primeros westerns.
Entonces, la debacle. Como anota la autora Mollie Gregory, responsable del venidero libro Guts & Grace: The Untold Story of Stuntwomen in the Movies, “a medida que las películas se volvieron más populares y, aún más importante, más rentables, las dobles de riesgo comenzaron a ser marginadas, reemplazadas por varones con peluca. A punto tal que, entre 1930 y 1960, muy pocas permanecían en el trabajo. Desde entonces, década tras década, tuvieron que lidiar con discriminación institucional, desigualdad salarial y acoso sexual, mientras escapaban de edificios en llamas”. En efecto, ni caer estupendamente de escaleras, quemarse a lo bonzo o realizar combate montado, valientes trucos ejecutados a base de sangre fría, organización y buenísimo estado físico, ha librado a las stuntwomen del sexismo imperante en Hollywood, siendo frecuentemente reemplazadas por (isabelinos) muchachos en faldas que –a la fecha– continúan usurpando injustamente su lugar. De allí que, haciéndose eco de una reciente investigación del sitio Deadline, la web feminista The Mary Sue publique la lamentable no-novedad al son de: “Sorpresa, sorpresa: la industria de los dobles de riesgo es tan sexista y dominada por hombres como el resto de Hollywood”.
Ocurre que, tras indagar en el tópico, Deadline explica que –mientras un Hollywood bajo la lupa de agencias federales está intentando crear más puestos de trabajo para mujeres y ofrecer pagas más equitativas, tras continuadas denuncias públicas de estrellas femeninas– un sector del showbiz continúa siendo desatendido, ateniéndose a las mismas reglas que regían en los ’50. Sí, sí, el sector de los stuntmen. “En la práctica, accionan como grupos fraternales de muchachos que excluyen a las mujeres, favoreciéndose entre ellos”, destaca el medio. Puntualizando además que: las mayores organizaciones en el área como Stuntmen’s Association of Motion Pictures, Brand X Stunts y Stunts Unlimited se niegan a admitir mujeres entre sus miembros (en su defensa, SAMP tiene damas honorarias como... Lucille Ball, que lleva 26 años muerta). Que la disparidad entre contratados y contratadas encintas es brutal. Que los coordinadores –a cargo de elegir su elenco de piruetistas– generalmente son varones que tienden a contratar a otros varones. Que las mieles del oficio suelen ser pasadas por mentores que prefieren enseñar sus trucos a muchachos. Que, cuando el género del puesto no es especificado por guión, se considera que el actor/doble es hombre por default. Que una vez en el trabajo, señoras y señoritas a menudo lidian con apelativos como “bebé”, “cariño”, “dulzura”, entre otras bondades del oficio. Bondades como, acorde con testimonios recogidos por Deadline, negárseles el ingreso a los mentados grupos sin más razón que el mentiroso prejuicio de que “las mujeres causan demasiados problemas”.
Por supuesto hay señoritas excepcionales que, a pesar del techo de hierro forzado, han logrado torcer la norma. Minas como Michelle Yeoh, chica Bond que hace sus propias proezas y es considerada la reina del cine de acción asiático. O la neocelandesa Zöe Bell, doble favorita de Tarantino que ha participado de recordadas escenas de Kill Bill o Death Proof, además de ser “la otra” Xena: Warrior Princess. O su mentora Jeannie Epper, histórica doble de riesgo de Linda Carter en Wonder Woman, cuya vida y obra –al igual que la de Bell– atrapó la atención de la directora Amanda Micheli en su documental Double Dare (2005). Por supuesto hay grupos específicos de dobles mujeres como The Stuntwomen’s Association of Motion Pictures o la United Stuntwomen’s Association, pero –aclaran sus miembros– el impacto de la división de género es alto, y las perjudica. “Las mujeres rara vez son contratadas como coordinadoras de stunts y, por tanto, se ven imposibilitadas de contratar y promover a sus pares del mismo modo que lo hacen los varones”, resume The Mary Sue. Otro sector que amerita que la chicharra de alerta suene, y Hollywood repare en consecuencia.
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