VISTO Y LEíDO
En una novela protagonizada exclusivamente por hombres y animales, Ana Paula Maia lleva al límite una trama sangrienta y brutal sobre la barbarie oculta en los procesos de producción de alimentos.
› Por Daniel Gigena
“Ficción dura y cruda.” Así calificó la prensa brasileña la literatura de Ana Paula Maia (Nova Iguaçu, 1977), en parte por contraste con las autoficciones y las novelas donde la acción transcurre en la interioridad de los personajes. A esa escritura Maia la considera débil e incluso falsa; les falta, en su opinión, “virilidad”. En 2004, sus relatos integraron la antología 25 mulheres que estão fazendo a nova literatura brasileira y, en 2011, la prestigiosa Geração Zero Zero compilada por Nelson de Oliveira. Relacionada con los libros de Rubem Fonseca y de Nelson Rodrigues, en la estirpe de los thrillers de denuncia social protagonizados por hombres violentos y sarcásticos, la producción de Maia suma cierta actitud pulp. Antes de dedicarse de lleno a la escritura de ficción, tocaba en una banda de rock y escribía guiones de films influenciados por Sergio Leone y Quentin Tarantino. Ese gusto por la pulp fiction ha migrado a sus novelas y cuentos, donde la sangre de víctimas humanas y animales no tarda en correr. “Comencé a leer literatura a partir de autores hombres. Y me gustan los hombres. Tengo una empatía muy especial por ellos, no sólo de atracción por el sexo opuesto, sino también una empatía de gusto. Siempre me gustó estar cerca de los hombres, escuchar la voz y las conversaciones masculinas. Siempre me parecieron más graciosas, más divertidas que las de las mujeres. Cuando empecé a escribir, me di cuenta de esta fuerte empatía con el mundo masculino. En el momento en que soltaba la voz narrativa, pensaba: ‘Qué extraño, mi voz sale así, gruesa’.” En su nuevo libro, de hecho, no hay ningún personaje femenino.
Aunque varios cuentos suyos circularon por Internet (un soporte que la autora utiliza para publicar folletines virtuales) y uno fue publicado por la revista Orsai, De ganados y de hombres, su quinta novela, es la primera traducida al español. Reaparece un personaje de Carbón animal –su novela anterior, que editará Siruela en España–, cuyo nombre, Edgar Wilson, rinde homenaje a Poe y a una de sus criaturas. Wilson aporta la virilidad que Maia valora en el ambiente de un matadero. En este nuevo libro, Wilson debe matar a los animales cuya carne abastece una fábrica de hamburguesas. “Allá en la fábrica de hamburguesas, la blancura refleja una paz que no existe, un relumbrón que enceguece a la muerte. Todos son matadores, cada cual de su especie, ejecutando la función que les toca en la línea de sacrificio.” En cierto momento, el ganado empieza a morir de manera extraña y el dueño del matadero se encamina a la ruina. Los únicos favorecidos por las circunstancias son los habitantes pobres del pueblo y los perros, que se alimentan de la carne de los animales muertos.
La narración impasible de Maia, como una cámara que registra desinteresadamente tanto las acciones nobles como las ridículas, avanza en un ambiente de desconcierto y también de humor, ya que el enunciado del título –que equipara a los hombres con el ganado– cobra relieve a medida que la trama se despliega y los roles se intercambian (lo que, de paso, introduce una duda irónica sobre el aprecio real de la autora por el universo masculino). Los animales se humanizan con presuntos suicidios masivos, confabulaciones o melancolías mortíferas, y los hombres se asemejan a buitres, a zorros, a verdugos feroces. Don Milo, el patrón de Edgar en el matadero, berrea en el teléfono; los habitantes del pueblo se convierten en depredadores a ojos de los empleados de seguridad del establecimiento. “Lo mismo que Edgar Wilson, Bronco Gil aún cultiva algo de sentimiento, aunque profundamente escondido, por sus semejantes, eso a pesar de que él se sienta, la mayor parte del tiempo, emparentado con las bestias.” A ese parentesco imposible entre hombres y animales, y al parecer también entre semejantes, la novela de Ana Paula Maia tributa un relato sobre la sangre, la impunidad y la matanza.
Ana Paula Maia. De ganados y de hombres.
Eterna Cadencia. Traducción de Cristian De Nápoli.
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