PERFILES > EVA CARNEIRO
› Por Marina Yuszczuk
Es médica, pero en lugar de atender en una clínica o de tener su propio consultorio eligió especializarse en medicina del deporte y hace unos años consiguió un puesto soñado como la encargada de atender a los jugadores del Chelsea durante y después de los partidos. Eva Carneiro roza los 42, nació en Gibraltar de padre español y madre británica, y si hace un tiempo que viene consiguiendo más atención que la deseada en un trabajo en el que muchos pasarían desapercibidos es porque es mujer, está en edad de merecer según los parámetros de lo sexy-estereotipado, y es una morocha linda. Porque digámoslo: por más que tengan encima las cámaras de los canales más importantes y su imagen se proyecte a todo el mundo, ¿a quién le importan los médicos cuando las verdaderas estrellas se lesionan jugando y mucho más que un estadio lleno contiene la respiración hasta saber cómo puede modificar esa lesión el rumbo del partido? Pero claro, ahí está Eva con sus rulos y su sonrisa de dientes blanquísimos, con cara de preocupación, agachada para flexionar la rodilla de algún deportista caído en combate o en puntas de pie, tratando de contener la hemorragia nasal de un jugador demasiado alto.
Y ojo, no se vayan a imaginar que hay algo en ese tipo de escenas que se acerque en lo más mínimo al fetiche de la médica o la enfermera sexy: Eva usa ropa deportiva de lo más común, pantalones largos con tres tiras, zapatillas, remera, camperones holgados. Pero aparentemente la fantasía de los hinchas suple todo lo que en la escena no es sexual y hace rato que suelen difundirse, después de los partidos, fotos de la doctora agachada junto a algún jugador, con el culo bien tapado, eso sí, pero levantado. No es tan fácil pescarla en semejantes poses, pero pacientes como avistadores de pájaros, estos pajeros armados con sus cámaras o celulares, lo consiguen, y la solidaridad futbolera hace que se vean impelidos a compartir el botín con otros hinchas. Eso no es todo: la Asociación del Fútbol (FA) tuvo que pedir públicamente a los hinchas de Arsenal y Manchester que pararan con los cantitos sexistas dirigidos a Carneiro después de que apareciera un video que probaba la existencia de ese tipo de abusos (en uno de ellos, mientras Eva ingresa al campo con otros miembros del staff se oye a los hinchas pidiéndole a los gritos que muestre las tetas, que muestre por dónde mea y llamándola “puta”).
Gajes del oficio (de ser mujer y vivir en esta sociedad), se podría decir. Pero hace unos días todo empeoró cuando Mourinho, el carismático y cabrón director técnico del Chelsea, apareció en otro video gritándole “hija de puta” porque Eva se metió a atender a un jugador, como correspondía por reglamento, al ser convocada por el árbitro. Mourinho la dejó afuera del siguiente partido (aunque Eva no es la primera en ponerse sin querer en la mira del técnico) y, como si fuera poco, un ex novio con el que la médica salió durante un año dio una entrevista al diario sensacionalista The Sun donde dice que ella le arruinó la vida porque, entre otras cosas, lo hacía sentir mal por ganar en un año menos de lo que gana un jugador en un solo partido, le gustaba ser popular entre los jugadores y, como si eso fuera poco, se había cogido a varios sólo para hacerlo sentir mal y, en una sola palabra, era una ninfómana. Quién sabe qué será del futuro laboral de Eva Carneiro en un ambiente tan hostil; parecería ser que para que una mujer entre a una cancha y sea celebrada por la multitud de varones tiene que estar en culo, pelando escote y bailando, como fueron las Diablitas de Independiente hace unos años o como las Boquitas. Ser o no ser una puta importa menos, pero parecerlo es fundamental, y en todo caso más vale dejar en claro con todo el cuerpo que sólo se existe para ser mirada por los hombres, porque ser una mujer en pantalones de gimnasia, que hace su trabajo y lo hace con seriedad, no se permite.
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