INUTILíSIMO
Disimulando defectos con mucha clase
De poco valen un rostro perfecto, una figura esbelta o un hermoso vestido a la última moda de París, si no se completan estos atributos con la fascinación que produce la armonía de gestos y movimientos. De esta guisa nos adoctrina el número de enero de 1966 de la revista Femirama, editada en Buenos Aires. Y para corroborar tal teoría nos pregunta: “¿No hemos oído nunca decir, por ejemplo, que tal señora no es hermosa pero tiene una clase indiscutible? Eso significa que la dama en cuestión ha sabido superar con gracia, propiedad en el vestir y elegancia los dones de belleza que no le concedió la madre naturaleza”. Es decir, se nos aclara por si alguna lectora distraída no captó los conceptos vertidos, dicha señora “ha transformado con inteligencia y voluntad sus posibles imperfecciones en méritos, logrando así distraer la atención de quienes la rodean para concentrarla en sus mejores aspectos”. Tratemos, pues, como propone Femirama, de poner manos a la obra si no nos han sido concedidos todos los dones deseables.
El primer paso es mirarse en el espejo, pero sin el menor afán narcisista, sometiéndose al juicio más severo. Con este fin, fijamos una cinta en el marco superior del espejo que mejor abarque nuestro cuerpo, y colgamos del extremo inferior un pequeño peso. La cinta, entonces, hará las veces de plomada que dividirá el cuerpo de perfil en dos partes (en caso de carecer de cinta, puede trazar una línea de tiza en el espejo). Si nuestra postura es correcta, la línea vertical ha de pasar del lóbulo de la oreja al hombro y al codo, a la cadera, la muñeca, la rodilla y el tobillo. Tal como lo leen. Femirama aconseja realizar este riguroso examen en deshabillé, con el cuerpo relajado, en su actitud más natural.
El sagaz consejo de la publicación consultada es tomar como ejemplo ideal a la dama romana de casta elevada que tan bien conocía la importancia del andar armonioso y desenvuelto, al revés de la mujer moderna, presa de la agitación de la vida actual. He aquí un ejercicio simple y al alcance de todas para flexibilizar nuestros desplazamientos y mejorar el porte: “Se trazan en el piso dos rectas paralelas, separadas por 55/60 centímetros. Caminar entre ella poniendo un pie delante del otro y posando en tierra primero el talón, luego la planta y por último los dedos, cuidando de que las rodillas se flexionen justo lo necesario. Los hombros deben ir sueltos y los músculos del abdomen se contraerán automáticamente”. Practicar durante 15 minutos diarios sintiéndose una dama romana, sin túnica pero con mucho garbo y fina distinción.