Viernes, 28 de octubre de 2005 | Hoy
INUTILíSIMO
No es lo mismo arreglarse para trabajar en una oficina que para hacerlo en una fábrica o en profesiones liberales o artísticas: cada ámbito tiene sus propias exigencias, diferentes códigos, según pontifica la Enciclopedia de la muchacha moderna, de Floriane Prévot (Editorial Daimon, Barcelona, 1966). Se trata de exhortaciones que muy especialmente deberían tener en cuenta las jóvenes que recién ingresan al campo laboral, quizá demasiado influenciadas por el desparpajo de la moda y las costumbres actuales.
Si se trata de realizar actividades en una oficina, éstas son las recomendaciones de la señora Prévot: vestir con gusto, moderna, pero sin exageraciones que llamen la atención; maquillarse discretamente; sonreír normalmente; sin ser presuntuosas, conservar nuestro lugar. Lo que no hay que hacer en lo absoluto: llevar faldas demasiado cortas, trajes ceñidos o muy brillantes, tacones excesivamente altos, accesorios vistosos, desplegar aires de vampiresa; tampoco hay que llamar la atención haciendo monadas ni creerse más indispensable que el jefe; menos aun se puede tutear sin ton ni son, ni salir con los de menor categoría de la oficina, aunque nos parezcan los más divertidos, si se quiere mantener el nivel.
En una fábrica, todo parece más simple: hay que arreglarse con la mayor sencillez, ser amable con todo el mundo y muy concienzuda en la correspondiente labor. Por supuesto, no hay que dárselas de bonita ni ser demasiado libre con los compañeros de trabajo, y menos que menos salir en pandilla.
Ya en el sofisticado campo de las profesiones liberales o artísticas, Floriane Prévot propone: encontrar tu personalidad y mantenerla con regularidad (sic); ser ambiciosa siempre que se trate de triunfar en tu terreno, mejorando día a día. Pero, por favor, profesión artística no tiene por qué ser confundida con bohemia, porque se puede muy bien ser a la vez artista y una mujer organizada. En consecuencia, nada de descuidar el aspecto ni la higiene: ten en cuenta que, por otra parte, las greñas pueden ahuyentar a los clientes más formales. Tampoco, por más artista que te sientas, debes confiar en la inspiración, porque así es como se termina perdiendo la costumbre de trabajar a horario.
En todos los casos, nos asesora la Enciclopedia citada, “sé una buena compañera para los hombres con quienes trabajas, pero considéralos como amistades laborales y evita minimizarte”, recordando siempre que la oficina “no es un salón para cultivar el arte de la conversación”, y de ninguna manera un sitio donde se dé libre curso a las bromas picantes o de mal gusto. Y por si no les quedó claro, este instructivo manual nos reitera: “Fuera elegancias estrepitosas, fuera equívocos con los compañeros masculinos, fuera flirteos”. Por esta senda te harás valer y obtendrás el diploma simbólico de auténtica muchacha moderna.
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