En España viven unas 600.000 mujeres “invisibles”. Son las desaparecidas del nuevo milenio, que llegan a diario al aeropuerto de Madrid para encontrarse con mafias que les retiran toda su documentación. Las que emigraron a España para prostituirse sin saberlo “y el 80 por ciento sin haberlo practicado antes”, advirtió Eva Martínez Ambite, coordinadora de la asociación Acoge, para la prevención y atención de mujeres prostituidas. Sólo dos de cada cien son españolas; el 90 por ciento migra desde Latinoamérica, Africa y Europa del Este, y se calcula en millón y medio el desfile de clientes diarios, pese a que durante el primer semestre de 2005 la policía detuvo a 518 personas por tráfico sexual e identificó a unas 100 redes implicadas. La portavoz socialista de Derechos Humanos, Elena Valenciano, reconoció el avance del Ministerio del Interior al “desmontar algunas redes, pero el océano es enorme”, repartido entre unas 11.000 plazas hoteleras de prostitución, pisos, locales urbanos y privados VIP, como el del aviso del último domingo. A las argentinas y paraguayas traficadas desde sus países hacia España les organizan el viaje en avión hasta el aeropuerto de Madrid-Barajas, donde las reciben miembros de una red para trasladarlas a chupaderos con fachada de saunas. Y ahí permanecen hasta levantar una deuda que se adquiere en forma automática, suele alcanzar los 2200 euros y nunca se salda. Sus traficantes se benefician con ganancias de entre 4000 y 50.000 dólares por mujer, según el lugar de origen y el destino final de las víctimas. Ese mecanismo seguían los trece socios colombianos, españoles, rumanos y paraguayos que detuvo la policía en marzo último, dedicados a introducir ciudadanas paraguayas y distribuirlas en prostíbulos de Extremadura, con ramificaciones en Badajoz, Toledo y Ciudad Real. ¿Qué sugiere este aviso clasificado que no pueda adivinar hasta un niño que cuente con los datos internacionalmente conocidos de trata de mujeres? ¿Cuál es el ancla que da tanta seguridad en este océano de burdeles?