Viernes, 5 de octubre de 2007 | Hoy
INUTILíSIMO
Aunque algunas personas –por automatismo, pereza, falta de imaginación– cuando asisten a una reunión acostumbran llevar como presente una bebida que tienen en su bodega, no siempre la ley del menor esfuerzo rinde buenos frutos. Graciela Marta Rosa nos brinda algunas claves para salir con elegancia de esta situación donde está en juego parte de nuestro prestigio social. Lo hace con lujo de detalles en el libro El comportamiento social hoy (Corregidor, 1998).
Si bien se pueden incluir alimentos o bebidas en los obsequios que ofrezcamos, “estos regalos, si no se hacen con buen tino y de acuerdo con nuestros anfitriones, es mejor no hacerlos”, anota terminantemente la señora Rosa. Es que hay que tener en cuenta que la dueña de casa ya tiene armado un menú, “y de no saber nuestra intención, la ponemos en un aprieto, puesto que se verá obligada a servir lo que hemos llevado y se corre el riesgo de que no combine con lo preparado por ella”. Puede haber menos problemas si de bebidas se trata, en caso de amigos íntimos que nos invitan a una cena improvisada y que “seguro que agradecerán una botella de buena marca. De todos modos, si nos empeñamos en llevar una bebida, cuando hacemos entrega de la misma podemos aclarar que deseamos que puedan saborearla en el futuro: de esta manera liberamos a nuestro anfitrión de la obligación de servirla en el momento”.
Desde luego, nos aconseja Graciela Marta, no hay motivo para dejar de lado los bombones, las flores o las plantas, “entre otras cosas elegibles en las que tendremos que echar a volar nuestra imaginación, nuestro savoir faire”. La autora de El comportamiento... es partidaria de los regalos que perduran, “que nos hacen vivir en la memoria, en el recuerdo”. Porque bien puede ser, ¿por qué no?, “que a nuestros anfitriones les guste leer, aprecien la música o la pintura, coleccionen algún objeto en particular”, lo que nos permitirá obsequiarlos sin temor de equivocarnos.
Pregunta superclave: ¿debemos abrir el regalo? Respuesta tranquilizadora: en la mayoría de los países occidentales, los presentes se abren al ser recibidos, delante de la persona que los ha ofrecido. Pero si resulta que están viviendo o pasando unos días en Japón, deben saber que allí ese gesto es de mala educación. Volviendo a esta zona del planeta, que quede claro que “los regalos se abren sin temor de romper papel y cintas, por más armado que esté el envoltorio, para dar la impresión de ir directamente en busca del obsequio” (y además, que nadie piense que queremos guardar el celofán para usarlo en otro regalo, aquí el reciclaje no es aconsejable).
“Si recibimos flores, las colocaremos enseguida en un recipiente adecuado y las pondremos en un lugar visible”, aunque tengamos que cambiar de lugar algún objeto. Graciela Marta recuerda que “la tradición indica que siempre es el hombre el que envía flores a la mujer y... ¡viva la tradición!”. De todos modos, en estas épocas modernas no está totalmente fuera de lugar que una mujer mande flores a un caballero. La autora del manual consultado confiesa que ella lo hizo “en dos ocasiones en su vida, y quienes las recibieron se sorprendieron en principio, pero luego se sintieron halagados por el agasajo”. Pero sin duda es más común que al hombre le regalen plantas, “siempre oportunas en cualquier oficina o despacho”. Por otra parte, queda correcto que un jefe envíe flores a su secretaria por algún motivo concreto (cumpleaños, su día, un ascenso). “Y desde ya, cualquier matrimonio que concurra a comer a casa de amigos, puede hacerles llegar o entregar en mano un ramo de flores a los anfitriones”. Eso sí: ha caído en desuso la tarjeta, dirigida a la dueña de casa, con la frase “Flores para una flor”.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.