En tiempos festivos como los que estamos transcurriendo es más importante que nunca cuidar ese tesoro que, si bien estando mal atendido puede ser el nudo que desate las más bajas pasiones, suele ser la fuente del placer más genuino de las personas de bien: la familia. Así lo entiende, al menos, el probo Dr. René Biot, quien en 1956 nos entregó su tratado sobre Dolores y gozos en la vida conyugal (Ediciones Dinor). En un tramo de ese texto plagado de buenos consejos, el profesional les habla a los maridos: “Agradar a quien se ama es una fuente de alegría, y eso se hace tan naturalmente que uno no lo advierte en lo más mínimo. Pero no es menos cierto que esas mil cosillas son las que cimentan el amor, y que su ausencia, por el contrario, es lo que roe lentamente las muestras de delicadeza”. ¿De qué cosillas habla Biot? “Un día, una flor; otro, una cosilla de nada que indica que se ha pensado en el otro.” Porque, como bien indica el tratado: “El agente destructor de la unidad y la felicidad, se inicia más a menudo de lo que uno cree, por razones insignificantes, por nada”.