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Dícese de la acendrada tendencia de instituciones, funcionarios y funcionarias nacionales a simular una fortaleza laica y ajustada a la legislación internacional en cuanto a derechos de las mujeres refiera que, ante los vientos eclesiásticos, se vuelve fragilísima hasta descascararse. Tan fuerte parece ser el vendaval y tan leve la convicción de que –sólo por nombrar algunos de tantos posibles ejemplos– los derechos reproductivos de las ciudadanas y los ciudadanos deberían estar más allá de preceptos religiosos particulares, que se desconoce el paradero de las responsabilidades estatales frente a las agresiones sufridas por las participantes del último Encuentro Nacional de Mujeres, el texto original de la ley de Educación Sexual de la ciudad de Buenos Aires y la misoginia que derrocha la tele en general y algunos usuarios de micrófonos radiales en particular (Baby, no te tenemos miedo).