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Como una bicha que se muerde la cola, las tendencias de las últimas cinco, seis décadas vienen reciclándose en un orden tan perfecto que da un poco de miedito por esa rara sensación de “está todo inventado”. De este modo algunas nostálgicas han tenido oportunidad de sacar del baúl vestidos de los sesenta, pantalones oxford de los setenta, sacones de cuero de la misma época y antes, camisas de la abuela, etc., etc. Tal parece que este año –se viene notando desde el último verano– la década que vuelve con su estética y hasta sus vicios –véase Castro, Juan (contemp.)– es la de los ‘80 y es aquí donde queremos detenernos para dar una voz de alerta: ¡¡Cuidado, los ‘80 fueron espantosos!! Por supuesto que hubo honrosas excepciones –llámense Cindy Lauper, y hasta Madonna, si le sacáramos la profusión de cruces que lucía sobre su entonces más abundante pechera, o Roberto Smith–, pero en líneas generales fueron años oscuros, signados por las calzas y las remeras largas o anudadas con apliques brillantes –¡¡puajj!!–, las boinas, el estampado de leopardo –en la ropa interior, mejor–, noches que empezaban sin final a la vista alumbradas por la droga de los yuppies, que también empezaban su carrera ascendente y desaforada sin mirar al costado (mucho menos atrás). Sí, hubo una agitación en los subsuelos que sobrevivió bajo el nombre de underground, pero era justamente por la necesidad de estar encerrados, movida que, digámoslo, acabó tan rápido como la primavera alfonsinista y sus marchas a favor de la despenalización de la marihuana y en contra de la visita del Papa –sí, eso pasó, aunque nadie lo recuerde–. Será que buena parte de las que hacemos este suplemento fuimos jóvenes en los ‘80, será que el zarpazo de la dictadura estaba demasiado fresco en esa década pero últimamente, de sólo ver la vuelta de las lentejuelas y las calzas al tobillo, la alergia nos estremece y ni el recuerdo de la visita de David Bowie y The Cure por aquellos años logra borrar esa sombra larga que abonó el terreno para la era shopping de los ‘90.