Palabra del lunfardo normalmente utilizada para designar al capataz, al dueño de algún establecimiento o bien a quien detenta aires autoritarios y de grandeza sin sostenerlos más que con sus ínfulas. No se podría decir que es el caso de Pancho Dotto, tan conocido por todos y todas que con su sobrenombre alcanza, ya que el señor de marras sostiene sus aires sobre las niñas que recluta año a año, que no solo desfilan por las pasarelas sino también, en el caso de algunas elegidas, por el dormitorio del jefe. Nota obligada de ciertas coberturas del verano en Punta del Este, Dotto tiene para ofrecer, además, que está a punto de cumplir 50. Todo un acontecimiento, sobre todo si ahondamos en sus declaraciones al respecto. Preguntado, por ejemplo, sobre qué diferencia siente entre la década anterior y ésta dice: “La única diferencia es que tengo la columna desgastada por mi altura y mis malas posturas...”. Aunque también recordó, pocas líneas después, que entonces estaba de novio con una dulce y de recién cumplidos 18 Dolores Barreiro. Ahora en cambio, a los 50, acaba de separarse de una veinteañera con quien pasó tres abriles. Eso sí, su mensaje es claro, es consigna de sus desfiles, es su leitmotiv: “paz y amor sin drogas”. Así es él, transparente y también seguro de que no todas las que pasaron por sus manos se lo agradecieron lo suficiente. Valeria Mazza, por ejemplo, ya se olvidó que fue él quien la convenció de quedarse cuando el mundo de la moda se le hacía hostil y ella se quería volver a su pueblo. “Si se quedó, fue gracias a mí.” Gracias a él que le enseñó cosas vitales, como “que saliera a correr, que se cuidara con las comidas, que estuviera siempre bien vestida y que se mostrara siempre de buen humor”. Consejos infalibles, amigas, si es que Ud. en lugar de convertirse en porn star, tiene veleidades de modelo top.