Viernes, 6 de octubre de 2006 | Hoy
MONDO FISHON
Por Victoria Lescano
El domingo 1º, Martin Margiela (el creador belga conocido tanto por nunca mostrarse ante la prensa como por inventar los dobladillos sin rematar, las falsas costuras, las reconstrucciones en base a sastrería vintage y hasta una célebre colección de ropas pintadas con bacterias que mutaron ante la vista de los visitantes de un museo de Rotterdam y se prendieron fuego en un happening posterior) hizo una furtiva aparición. Fue en ocasión de mostrar en París sus propuestas de ready to wear para la primavera europea centradas en variaciones sobre la sastrería y la desnudez.
Las pasadas admitieron además sus lecturas del estilo marinero, vestidos con rayas rojas y blancas de línea évasé y curiosos experimentos con sastrería que, al comienzo de la presentación del show de moda, se resumieron en una falda recta azul más un top rojo y mocasines blancos, que daban a la usuaria el aspecto de una azafata de aeronave comercial desganada.
Las apuestas de Martin M giraron alrededor de la malla de red con connotaciones rockeras, ítem de dudoso gusto que inmortalizaron divas y divos del rock pero que, con su buen manejo de las reglas de sastrería, él aplico a vestidos símil negligée y remeras transparentes ornamentadas con una maxi estrella blanca.
Las pasadas incursionaron, además, en ensayos sobre el pantalón para galas: en gasa, en tonos piel o negro con cintura altísima y un tajo en una de las piernas que dejaba relucir un moño de liguero. Una de las piezas más aplaudidas fue el pantalón de gasa en color crudo, plus body efecto nude con estampa arty rescatada de un pentagrama y trasladada a una modelo andrógina. El pantalón tuvo terminaciones exageradas que hacían a su usuaria lucir cual poseedora de patas de rana. El recurso de pantalón extralargo contempló, además, un modelo con llavero en la cintura y un soutien negro encima de t-shirt color piel.
Desde que en 1988 lanzó su primera colección, puso en evidencia su gusto por reconstruir ropa vieja y cambiar las piezas de lugar: adaptó para mujeres antiguos trajes de hombre; con telas reservadas para prototipos hizo sacos que se cotizaron a precios elevados; y superpuso fragmentos de vestidos de fiesta con jeans. Algunos de sus hits de otras colecciones remiten a los sacos de hombros cigarette, que significaron una patada a las hombreras como símbolo de poder que caracterizó la moda de los 80 en las ejecutivas, la línea inspirada en ropitas de Barbie y Ken llevadas a tamaño adulto, pero sin despojarla de las desproporciones, como una broma al sistema de la moda y la tiranía de los cuerpos perfectos.
Su ropa habla de otras ropas. Martin se inspira en las estructuras de las prendas. Trabaja sobre los mismos temas y puede repetir las mismas ropas año tras año. Así como en una colección reunió diseños ultraplanos con el aspecto de bolsas de supermercado y las mannequins fueron suplantadas por hombres de uniforme acarreando percheros, en otra incluyó marionetas con caras envueltas en celofán y vestidos negros extremadamente ascéticos.
Su currículum admite, además, el paso por la firma francesa Hermés a fines de los ’90.
Después de investigar durante meses entre espuelas, frenos, herraduras y líquidos para sacar brillo a monturas, Margiela dio con un saco de cochero del 1700, cuyo corte recreó y resucitó cambiando el orden de las piezas.
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