Sus señales recuerdan el momento en que Madonna hizo su revolución en cuestiones de lencería por la vía del exceso: cuando derribó las barreras entre ropa interior y exterior tanto para las presentaciones del disco Like a Virgin, en sus apariciones del film Buscando a Susan como en sus conciertos, con vestuario de corpiños cónicos que fueron producto de quince pruebas de vestuario en el atelier de Jean-Paul Gaultier. Las seguidoras de sus superlooks llegaron a calzarse cinco sostenes para maximizar efectos de lingerie y las pasarelas y los clubbers hicieron uso y abuso del corsé encima de poleras negras.

La tendencia de llevar la lencería como ropa externa volvió a las pasarelas internacionales. En el fashion show de Bottega Veneta irrumpió en color amarillo pálido debajo de un vestido camisero al tono, mientras que Alexander Wang y Emporio Armani lo resignificaron y lo exhibieron sin puritanismo y en color negro. Dijo Wang sobre el modismo: “Me inspiré en el bondage de los años ochenta”.

Mientras que Miu Miu –la segunda marca de Prada que renovó el interiorismo de su tienda de Nueva York citando la opulencia de casas francesas– mostró corpiños rosa asomado debajo de blusas see trough al tono. Noir ostentó ropa interior negra debajo de un traje rojo absolutamente transparente.

Hubo además superposiciones de corsés sobre remeras floreadas y corpiños a la vista debajo de vestidos strapless.

Dolce and Gabbana, fans de los corpiños en balconette de la Loren y Lollobrigida –a quienes homenajearon en sus campañas y desfiles protagonizados por Isabella Rossellini– recurrieron ahora a estampas de corpiños con efectos pictóricos. El ardid difiere del célebre sujetador sin sujetador ideado por Rudi Gernreich, en simultáneo a la quema de corpiños que subrayaron la emancipación femenina de los sixties.