Viernes, 30 de julio de 2010 | Hoy
MONDO FISHON
Por Victoria Lescano
Me remito a pócimas de árnica, de rosa mosqueta, la almendra dulce, carozos de damascos y de ciruelas, castaños de indias, que aplicadas a la línea de cosmética natural que hace más de una década figuraba entre secretos de belleza de quienes compartíamos la redacción de una revista de moda en Recoleta pues solía estar exhibida en escasos escaparates de esa zona. Pero en la escena local, la firma creció y se democratizó: tienen campos de cultivo en Derqui y en Córdoba, bajo normas de la agricultura biodinámica, y si bien continúa con packagings que no adhieren a la ostentación de otras firmas a la moda, sus cajitas en rosa, verde y naranja que contienen aceites para masajes, geles para ducha, exfoliantes y baños de esencia para spa hogareños ahora se consiguen en diversas farmacias barriales y tiendas de cosmética. Una breve guía de botánica cosmética para leer con robe de chambre en mano o kimono no puede omitir:
Abedul: originario de los países nórdicos, sus hojas y la corteza fortalecen la acción protectora de la piel y del tejido capilar.
Almendra dulce: originaria de Asia, de sus semillas se extrae el aceite por prensado con cualidades de mejor tolerancia para la mayoría de las pieles, puesto que es poco estimulante.
Espino amarillo: originario de Asia Central, crece en lugares muy soleados, como la región italiana de Toscana, de donde proviene la especie que utiliza Weleda. Y luego la aplica en un aceite corporal matizado con sésamo plus perfume de mandarina que, dicen, refresca y tonifica. Los expertos lo califican de “vivificante”.
Lavanda: Expresión derivada del latín “lavare”, puesto que en la antigua Roma se la empleaba para el ritual del baño. Oriunda del oeste del Mediterráneo, Francia es su mayor productor. Su recolección remite a la temporada de enero y febrero, para luego secarlas a la sombra y a temperatura de 35ºC. Con cualidades relajantes, en el spa hogareño se la puede aplicar en un baño armonizante o el aceite para masajes –y también a las bolsitas que antaño se usaban para perfumar sábanas–.
Rosa mosqueta: La más salvaje de las plantas y de las rosas tiene origen oriental. Antaño no fue considerada por su fruto, sino por sus espinas: se la usaba como valla natural contra los intrusos. Con tal función arribó a América latina en manos y buques de los españoles y encontró las condiciones climáticas ideales. Desde el siglo diecinueve, la rosa mosqueta ocupa grandes extensiones, desde la costa hasta la región de los Andes. En los años ‘50 se descubrió el alto contenido de vitamina C en el fruto de esta planta, más tarde se encontró vitamina A y E. Además del aceite corporal by Weleda, reivindicamos el té que los amigos nos traen de sus vacaciones en el sur.
La historia oficial de la firma Weleda remite a Suiza en los años ‘20 y a las labores de la doctora Ita Wegman y de Rudolf Steiner, pioneros de la medicina antroposófica. Mientras que su nombre deriva de sacerdotisas de tribus germánicas y celtas, sabias y con dotes para sanar.
En Buenos Aires, en 2010, el experto masoterapeuta Adrián Arnau –luego de años de sanar cuerpos de tenistas y deportistas de alta competición– ahora, ya desde un gimnasio de Barrio Parque como en sesiones gratuitas, que ocasionalmente celebra y junto a voluntarios en el Jardín Japonés de Buenos Aires los primeros sábados de cada mes, desliza: “La nueva tendencia en algunas empresas y para la salud de sus empleados es el masaje de silla con aceite de lavanda. Consiste en media hora de masajes en hombros y en la espalda, para relajar tanto el cuerpo como la mente”. Ataviado con traje azul de uso medical, sus manos acostumbran ahora apaciguar trajines de reconocidos actores de la escena local.
El experto de Weleda en Buenos Aires reivindica el masaje de pies, “pues son los verdaderos sostenes del cuerpo, reducen estrés y favorecen el funcionamiento del sistema nervioso”. Para tal terapéutico y más que agradable sesión, él recomienda los aceites de caléndula, de manzanilla y de abedul. Finalmente, otro tip de salud y belleza, del caballero de azul, remite a los masajes en las pantorrillas, pues argumenta que allí se esconde en busca de reposo la furia que abunda en el mundo contemporáneo.
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