Vie 12.12.2003
las12

MONDO FISHON

¿De quién es esa boquita?

No hay problema, usted puede pensar que los europeos atrasan con sólo revisar cómo cambió la boca de tantas modelos –y aspirantes a– argentinas, pero lo cierto es que un buen par de labios nuevos se ha convertido en el regalo más preciado de estas Navidades en el viejo continente. ¿La razón? Es que no pueden perderse la oportunidad que traen aparejados los besos de fin de año al fin de la cuenta regresiva de la noche del 31. Claro que, ya se quejan algunos en páginas londinenses, cuando llegue el momento no se sabrá qué es lo que se está besando exactamente. Esos apetitosos labios hacia los que los besos vuelan pueden estar hechos tanto de grasa sobrante de las partes traseras del/la besadora –sí, ésta es una tendencia unisex– con la piel de un donante anónimo, rellenos del ya old fashion colágeno, del poco estable botox o, incluso de GoreTex, un material usado para acolchonar camperas y mochilas que promete larga duración y suma pulposidad, incluso después del deceso. ¿Qué? ¿Va a impresionarse sólo porque cuando a sus familiares les llegue el momento de reducir sus restos se encuentren con unos cuantos huesos y una boca? ¿Qué cree que sucede con las siliconas que tan erguidos dejaron sus pechos? Nada de esto amedrenta a personas de todas las edades que, según el Harley Medical Group –con más de diez clínicas sólo en Londres-, hay convertido en un verdadero cuello de botella a las fechas navideñas en cuanto a bocas se trata. Es que, además, ¡los labios nuevos son una verdadera ganga! Una trompita a lo Julie Christie sale sólo 660 dólares. Ahora, si se anima al estilo Trout pout –algo así como “trucha enfurruñada”–, el precio subirá en varias libras, sólo en materiales. Eso sí, después no necesita mantenimiento. ¡A besar que se acaba el año!

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