Viernes, 21 de octubre de 2005 | Hoy
EL MEGáFONO
Por Sonia Santoro
En la escuela de monjas cada tanto se producía un ritual. Nos parábamos en un gran patio cubierto y las monjas revisaban que estuviéramos bien vestidas: debíamos tener la pollera debajo de las rodillas y las medias cubriendo las pantorrillas. Cuando salíamos a la calle, las chicas nos abuchonábamos las medias y le dábamos una, dos y hasta tres vueltas a la pollera, para que subiera a la mitad de los muslos. Durante dos o tres días seguidos, el control era estricto. Sin embargo, pasado el tiempo, las normas se empezaban a relajar. Hasta que un día, nuevamente, arremetía el control. A ese acto espasmódico que cada tanto sacudía a las monjas, me recuerda el episodio que protagonizó la tenista india Sania Minza hace algunas semanas. De religión musulmana, y convertida en una estrella en su país por ser la primera en estar entre las 40 mejores del mundo, Minza provocó la ira de un grupo de clérigos musulmanes de su país. Estos emitieron un decreto religioso reclamándole que se cubra el cuerpo durante los partidos de tenis, porque sus polleras cortas y sus musculosas serían “antiislámicas” e “indecentes”. Minza acudió al truco de enrollarse la pollera: usó remeras más grandes y shorts, pero eso no alcanzó para calmar a los grupos extremos, que se sumaron al castigo porque ven en ella un mal ejemplo para otras chicas. Recibió amenazas de muerte. Al mismo tiempo, la tenista fue protagonista de una campaña del gobierno de su país que intenta proteger a las niñas. Allí la mujer es considerada un lastre familiar, por lo que en algunas zonas los exámenes para determinar el sexo del bebé y los abortos selectivos son práctica común. “Tu hija podría ser la próxima campeona”, dice el slogan. ¿Será casualidad que se la agarren con ella (que encima es deportista, algo bastante poco “pudoroso”)?
Shaima Rezayee, conductora de un popular programa musical de TV en Afganistán, también era cuestionada por los talibanes por su modo de vestir “occidental”. Fue asesinada en mayo último.
En Irak, las cosas empeoraron para las mujeres con la nueva Constitución, que sigue la Ley del Corán: las mujeres no pueden contraer matrimonio sin permiso de su familia y para divorciarse tienen que obtener la aprobación de los clérigos.
¿Son casos aislados? Los musulmanes suelen responder que los fundamentalismos no tienen nada que ver con el Islam. La Iglesia Católica ni se molesta en aclararlo. Los espasmos en reacción al cuerpo de las mujeres se repiten sistemáticamente –¿o cómo catalogar si no los ataques que los grupos extremistas católicos reactualizan cada año en el Encuentro Nacional de Mujeres?– y los fundamentalismos religiosos son caldo de cultivo suculento para sostenerlos. ¿Cuándo será el próximo aviso de que debemos desenrollarnos la pollera? ¿Hasta cuándo?
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