VIDA DE PERRAS
Lo seguro es lo de menos
Por S. V.
Habrá sido porque los supermercados de Buenos Aires tienen ese no sé qué, esa especie de promesa susurrada entre llantos de bebés y codazos de adultos bien creciditos, de aromas tentadores como el de la promoción de la hamburguesa envuelta en plástico y calentada en microondas y silentes como el de la fruta inodora pero de etiqueta orgánica. O tal vez haya sido porque cuando las góndolas son demasiadas y la lista de compras quedó en casa, me mareo. No sé, no respondo, no decido. Elijo cajitas por los colores, sobres por sus fotos y galletitas por el precio. Olvido, digamos, mi aprendizaje de alfabetizada y prácticamente termino convertida en la chica ideal de cualquier publicista (no bailo con los limpiapisos ni compro un detergente porque tiene colágeno, pero casi). El trance consumista casi había logrado que olvidara cuántas planillitas de la cruzada del señor Blumberg había tenido que sortear para llegar allí (dicen mis informantes que, en la escala de obstáculos urbanos, están por superar a los baches y el plan de repavimentación), cuando de entre las pastas dentales emergió un lema que ni en mis paranoias más febriles hubiera creído aplicable a un dentífrico: “más seguridad”. ¿Será que evita que los dientes de malvivir se aprovechen de los bien fluorados, coquetos y parejitos? ¿Funcionará como un servicio de vigilancia capaz de amedrentar a las caries por un despliegue de eficiencia que, por lo abrumador, las disuade de persistir? ¿Significará, acaso, la resistencia de la pieza dental de bien por sobre la retorcida (que disfruta su retorcidez)? Para los iniciados, un cepillado podrá ser cualquier cosa menos un simple cepillado, decía mi novio mientras intentaba imaginar cómo habrá sido la reunión oficial en la que se decidió que lo mejor que podía hacerse con las armas secuestradas a “bandas de delincuentes” (él es así, habla con comillas cuando cita algún diario) era fundirlas ¡para hacer un pupitre gigante y emplazarlo como monumento en Fuerte Apache! Porque, por si no lo saben, el plan de “desarme ciudadano” tendrá como su primera gran presencia en el país esa inspirada manifestación: la de un símbolo extralarge del valor de la educación... supervisado en su proyección por familiares de víctimas de la “inseguridad” que -notable- fueron victimizadas más por miembros de instituciones que por “la delincuencia” (el padre de Natalia Melmann, la chica asesinada en Miramar y en cuya muerte hubo implicados policías; la madre de Ezequiel Demonty, arrojado al Riachuelo por policías; la madre de Mariano Wittis, asesinado por un policía que debía rescatarlo de su condición de rehén; y la madre de Diego Peralta, secuestrado y asesinado en 2001 en circunstancias poco claras y bastante emparentadas con sospechas sobre la policía). Hm.
¿Habrá que aferrarse al dentífrico?