Viernes, 9 de febrero de 2007 | Hoy
VIDA DE PERRAS
Por Soledad Vallejos
Ya se ha dicho infinidad de veces en las páginas de este mismo suplemento: al verano no hay con qué darle. Como si el calor se volviera sinónimo de adolescencia indiscriminada, de repente no hay preocupaciones, no hay noticias, no hay nada. Que la loca parranda de los corsos por aquí (qué alegría, qué alegría... vivir a media cuadra del escenario), que las ondas del verano en las playas, que qué genial que en Gran Hermano digan que Marx era malo porque “era un materialista”, y así las cosas se nos van pasando las semanas y cuando queremos acordar ya estamos en marzo. Ahí quería llegar: a que dentro de poco empieza, en nuestras cabezas y el calendario más o menos formal, el año (electoral, dicho sea de paso). Y a que una cree que no, pero hay quienes ya se dieron cuenta y se vienen preparando hace rato. La lista comienza por gente de bien preocupada por la salud mental y moral de nuestras blancas palomitas.
Por si alguien no lo recuerda, en el capítulo anterior a este ciclo lectivo que comenzará en breve cambió la Ley de Educación Nacional, y también se aprobó la inclusión de educación sexual en los contenidos destinados a educandas y educandos. Una, que a esta altura de la soirée hizo un poco de archivo para recuperar esto porque el verano le hizo mella, trae el asunto a cuento porque de buenas a primeras aparecieron opiniones notables en un par de diarios. Que “nueva queja de la Iglesia por el aborto”, que “la Iglesia criticó algunos puntos de la nueva Ley de Educación Nacional” y así. El reflejo lleva a chusmear de dónde sale la cuestión, y resulta que el dedito aleccionador viene –¡otra vez, chicos, basta, es verano!– de la Comisión Episcopal de Educación Católica de la Conferencia Episcopal Argentina. Las repercusiones hicieron hincapié en que el berrinche venía por el lado de la inclusión del Protocolo de la Cedaw (por las dudas: la Convención que acuerda eliminar todas las formas de discriminación hacia la mujer) como parte de la ley. El argumento es conocido: que la Cedaw “insiste en la instrumentalización de programas de planificación familiar que podrían facilitar prácticas como la anticoncepción, la esterilización y el aborto”. Pensaba unas barbaridades muy poco elegantes retóricamente hablando. Y es que si es por la anticoncepción, ya podrían ir abandonando la trinchera porque eso es la base de toda una ley (de otra, quiero decir) bastante relacionada con los derechos humanos, y ya tienen la batalla perdida porque actualmente se aplica (claro que todavía de manera desigual, claro que gracias a intervenciones facciosas). Si es por la esterilización, bueno, dicho así, con ese ánimo veterinario, suena feo, pero de todas maneras la vasectomía y la ligadura de trompas también están amparadas por una ley (y nacional), mal que les pese. Por el aborto, en fin, ya sabemos, hoy dejémoslo ahí.
Pero es que hubo una cosilla de esa declaración, en realidad, que pasó un poco sin pena ni gloria, y sin embargo sería pura pena. O pura gloria, según con qué ánimo se vea (en especial si hay aburrimiento). Transcribo. “A ello (N. de R.: al peligro de que niñitas y niñitos sepan que existe el cuidado anticonceptivo) se suma la inclusión en los contenidos curriculares de la no discriminación por género (‘ideología del género’), principio opuesto a la realidad de la naturaleza humana ya que el hombre desde su concepción biológica es sexuado, varón o mujer; y por ende esta inclusión posibilita una distorsión en la educación sexual.” Todavía intento descifrar qué será un “hombre varón” y qué un “hombre mujer”. Una amiga interpretó algo sobre indumentarias y funciones eclesiásticas, pero no me convenció. Tampoco una variante improbable que refería la naturaleza intrínsecamente trans de la condición humana (por demasiado moderna). En todo caso, me hace recordar con felicidad algo que hace unos días me dijo una científica que participó de un debate previo a la sanción de la ley: en un principio, el texto tomaba al “hombre” como su modelo universal. Se hablaba de “el estudiante”, “el docente”, y así. Luego del debate, más que afortunadamente, eso fue revisado y reformulado.
Volviendo al texto de nuestros amigos de la Conferencia Episcopal, el punto que le seguía rezaba (mea culpa, chiste fácil): “Todo esto nos preocupa enormemente, en razón de que los padres que no deseen que sus hijos sean enseñados y educados en temas contrarios a los principios de la ley natural y a sus convicciones podrían hacer valer sus derechos”. ¿Quizás haciendo prevalecer sus derechos por sobre los de niñas y niños a ser educados en lo complejo, la conflictivo, la diversidad de miras, deseos, inquietudes y demases? Probablemente. Donde ley natural manda, cultura non presta.
Y el último –prometo– que anoto completo, y que venía a continuación: “Por el contrario, nosotros, en su momento y basados en la Constitución, hemos propuesto positivamente que en dichos contenidos curriculares obligatorios se incluyera la defensa de la vida humana y su dignidad como única manera de garantizar los derechos humanos contra toda forma de discriminación y atropello.” (A diferencia de lo que creen, impecables lectorandas y lectorandos de nuestro verano, todo indica que no se estaban contradiciendo con lo anterior, sino reclamando más presupuesto para los colegios católicos y “la defensa de la vida desde la concepción”). Y está bien: cada quien cree lo que quiere y sostiene lo que puede, pero en definitiva, ¿no es todo este berrinche un canto a la visión discriminatoria atropelladora? Alguien tiene todo el derecho del mundo a replicar: como siempre, qué más esperar de un documento del estilo. Y sí, puede ser que como siempre, pero a veces dan ganas de creer eso de que perro que ladra no muerde, y hasta ser optimista y fantasear con que si hay tanto berrinche es porque cierta mirada disciplinadora y mutiladora del mundo va perdiendo terreno. Y que en 2007 ante expresiones como “la realidad de la naturaleza humana” o “los principios de la ley natural”, dan ganas de creer que la de una no es la única sonrisa, que una no es la única que siente algo casi parecido a la ternura. Dicho esto con todo respeto, por supuesto. A fin de cuentas, estamos en verano, che.
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