Viernes, 13 de abril de 2007 | Hoy
CLASIFICADOS
A los habitantes de Neuquén los acechan las asimetrías brutales hace tiempo. Los asesinatos infaustos de la maestra Teresa Rodríguez en 1997 y de Carlos Fuentealba ahora cierran el arco grosero de un régimen que incluye la muerte como moneda de cambio para responder a las necesidades imperiosas de quienes exigen una vida digna para poder seguir respirando sin tener que bajar la vista. El gobierno de Jorge Sobisch –él mismo, hombre avezado en la jugarreta política y su gabinete– sabe que no se puede hablar de “errores”, como pronunció infelizmente el subsecretario de Seguridad provincial, Raúl Pascuarelli, tras la muerte del docente. Las 30 mil personas que marcharon este lunes en Neuquén le enrostraron al funcionario que la impunidad del gatillo policial y el desprecio por la vida son, antes que errores, el costado ideológico más siniestro de una gestión que se pretende eficiente. La indignación nacional por el asesinato de Fuentealba es un torrente que “sólo lo pueden entender los trabajadores, militando en la vida y en la calle”, dice su viuda, Sandra Rodríguez. Y aún rodeada por miles de brazos enlutados en cintas negras, el lunes volvió a explicar, como lo hacía junto con sus compañeros y compañeras en las asambleas y las aulas, que “hay que pelear sí o sí por las cosas grandes y las cosas justas”. En Neuquén sobrevuela la desocupación con una prepotencia acorde con el régimen. Ese agujero negro está bien representado en la franja de mujeres de hasta 29 años, que conforman el grupo más golpeado por la falta de empleo: según la Encuesta Permanente de Hogares del último semestre de 2006, la desocupación afecta a un 18,9 por ciento. El segundo puesto lo atraviesan las mujeres sin distinción de edad, entre las que el desempleo es del 11,7 por ciento. Como contraparte, sólo el 5,7 por ciento de hombres económicamente activos está desocupado. Aunque los registros variarían ostensiblemente si se completara el 27 por ciento del trabajo de campo que no pudo realizarse, porque Sobisch mandó a mudar la dirección de Estadísticas y Censos que provee los datos necesarios para que el Indec elabore la Encuesta. Un artículo del Diario de Río Negro de marzo último estimó que si se tomaran todos los grupos en los que el Instituto divide a la población económicamente activa, el 60,6 por ciento de la población total en Neuquén, se observaría que el sector femenino “es, por lejos, el más afectado por la falta de trabajo”. No es verdad de Perogrullo reiterar que el 10 por ciento de los ricos argentinos se quedan con el 36 por ciento de los ingresos totales, mientras que el 10 por ciento de los pobres sólo perciben el 1 por ciento, tensando aún más una brecha por cierto enorme. Esa precarización, que le dicen, la vienen campeando los y las docentes que marchan desde hace meses y la masa de mujeres desocupadas de Neuquén, en procura de políticas públicas que modifique una exclusión que discrimina o ejecuta con alevosía, por la espalda, como les sucedió el 12 de abril de 1997 a Teresa Rodríguez, y el pasado miércoles 4 a Carlos Fuentealba.
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