Viernes, 18 de enero de 2008 | Hoy
ESCENAS
Entre los estrenos de esta temporada estival vale destacar el de Una lluvia irlandesa, pieza del español Joseph Pere Peyro –ya conocido en la Argentina–, que traza las variadas alternativas de la relación de una pareja que se conoció en un bar un día de lluvia (“una lluvia clara en mi memoria, pensé que así debía llover en Dublín”, dice el personaje femenino), lugar adonde vuelven a encontrarse una y otra vez, a través de los años, citas que reflejan los avatares de la vida y de la relación, momentos en que todo parece terminar y vuelve a recomenzar desde otra perspectiva. Son sus protagonistas Florencia Fernández Ruiz y Pablo Picotto, bajo la dirección de Néstor Montalbano.
Una lluvia irlandesa, los viernes y sábados a las 20.30 en el Teatro del Nudo, Corrientes 1551, a $ 25, 4373-8899.
Acaso en su mejor momento como intérprete –es decir, cantante y actriz–, con un estilo genuino y acrisolado, Soledad Villamil ofrece en su nuevo disco límpidos acentos criollos que van del humor a la nostalgia, del romanticismo al perfume de la tierra, un aguacero, los yuyos... En Soledad Villamil canta, el repertorio rescata y saca brillo a piezas poco frecuentadas como “El aguacero”, de González Castillo y Cátulo Castillo; o “De contramano”, de Amadori y Canaro, junto a clásicos resignificados (“Baldosa floja”, “Adiós, Pampa mía”). Aunque con la impronta personal y reconocible de Villamil, cada tema es un relato independiente por el enfoque y la actuación que de la dulzura más evocadora pueden hacer la transición a una tonalidad masculina. Impecables los músicos –Nicolás Perrone, Horacio “Mono” Hurtado y Martín González–, con la dirección musical y los arreglos inspirados de José Teixedo.
El martes pasado abrió una muy atractiva muestra curada por Victoria Noorthoorn, que propone el encuentro y la conversación entre Diana Aisenberg, Mariela Scafati y Alejandra Seeber (en la imagen, su composición Grrrito). Tres notables artistas argentinas con búsquedas diversas que desde hace años investigan la complejidad de la pintura, desmitifican nociones como la unicidad de la obra, cuestionan las jerarquías mediante la utilización de los más distintos materiales, al tiempo que desafían estereotipos consagrados. En los tres casos, las artistas desestructuran y reconstruyen la pintura para tornarla sitio de reflexión y debate, incitan a volver a este arte de manera sensorial, pero sin abandonar cierta distancia crítica. Una expo realmente desestabilizadora.
En la Alianza Francesa, Av. Córdoba 946. De lunes a viernes de 9 a 21.30. Hasta el 28 de febrero.
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