Leticia Mazur comenzó a los cinco años a danza, tomando clases de expresión corporal. A partir de los seis y hasta los doce se metió en el mundo de la gimnasia deportiva. Más adelante, incursionó en las danzas folklóricas israelíes en el Club Hebraica. Al término del secundario viajó a Bruselas y estudió en la reconocida escuela de Anne Teresa Dekeersmaeker. A su vuelta siguió con clases de las más diversas técnicas en danza. Pero a esta bailarina, directora y actriz se la puede recordar por un trabajo exquisito como intérprete, Secreto y Malibú, dirigido por Diana Szeinblum. Actualmente baila en La Lengua, singular y poético solo, y es actriz del Macbeth, dirigida por Javier Daulte en el Complejo Teatral de Buenos Aires.

Un vestido que se desteje en el cuerpo de una mujer, muñeca, estatua. Inmóvil, ella trasluce un interior rico en emociones que se proyectarán luego en toda la obra. Como fuente para realizar una investigación que se traducirá a posteriori en obra de arte, estuvieron presentes las lecturas de Desarticulaciones, de Silvia Molloy, que se incorporan en La Lengua en un trabajo que indaga en la memoria, en ese estar y no estar fluyendo en un tiempo-espacio en particular, real o simbólico. El animal sobre la piedra de Daniela Tarazona influyó a la directora para sumergirse en un mundo que se lee y pendula entre lo real y lo fantástico, entre el sueño y la vigilia. En este camino, La promesa, de Silvina Ocampo, cierra el círculo del esqueleto de esta obra exquisita donde se asienta un lenguaje personal que tiene a Mazur como protagonista, con un despliegue escénico tan potente y expresivo que profundiza el trabajo en un mundo femenino intenso.

Como dice un fragmento del único texto que se escucha en la obra: “Todo lo que va a pasar después está contenido en ese instante. Como un extraño déjà vu de futuro que no me permite entender con claridad si yo me estoy disolviendo en el mundo o viceversa”. En ese instante, la mujer realiza movimientos conocidos, cotidianos, pero desencajados de cualquier tipo de lectura literal, ya que el sentido se escabulle o bien se bifurca dando la posibilidad de múltiples asociaciones. Otras referencias se incorporan, desde la psicología Carl Gustav Jung, o bien el Tarot, o algunas películas de David Lynch. Desde la música el mundo de Angelo Badalamenti con su característica melancólica y desolada o curiosamente la música electrónica de Daft Punk. Todas estas alusiones bordean de manera más enfática o más solapada este montaje.

Juego de luces y sombras en altos paneles color madera dorado bordean la silueta que se proyecta de esta mujer. Ingenioso juego de iluminador (Matías Sendón) y escenógrafa (Alicia Leloutre) que una vez más en la comunión como dupla favorecen creativamente cualquier puesta en escena. En La Lengua, dice Mazur, la luz es fundamental al relato: “Una luz viva, como una presencia interactuando conmigo. La idea del espacio son superficies en las cuales la luz pueda rebotar. Luz y espacio son indisolubles en esta obra. Todos los rubros, donde se incluye la música realizada por Alejandro Terán y Manuel Schaller y la coreografía, son importantes para que se incluya ese nivel simbólico, en el que hay una información que podemos comprender y otra que percibimos pero que resulta inexplicable, que se mantiene misteriosa”.

En el acontecer de esta obra se suman una a una secuencias de movimientos que cortan sus frases sin concluir y que para tranquilidad y sorpresa del espectador se vuelven a retomar más tarde en un continuo que recuerda los finales de películas donde recorremos todos los indicios que armaban la trama con cuentagotas. En ese devenir lento se ensambla una secuencia más amplia de una expresividad única estampada en el cuerpo de una intérprete exquisita. l

La Lengua. Martes, a las 21. Espacio Callejón. Humahuaca 3759. Estudiantes $ 50 y jubilados $ 30. Reservas: 4862-1167