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La quedada
Por Sandra Russo
–¿Y? ¿Llamaste? Decime que llamaste.
–Ay, no.
–¿No llamaste? ¿Pero sos estúpida, vos? ¿Cómo que no llamaste?
–No, no llamé. Estuve pensando en llamar todo el día, pero no sé.
–¿No sabés qué? Si te dijeron que llamaras.
–Sí, me lo dijeron, pero se lo deben decir a todo el mundo.
–¿Y a vos qué carajo te importa si se lo dicen a todo el mundo?
–Qué sé yo, no quiero ser cargosa.
–¿Y vos pensás que te van a llamar ellos?
–No, qué me van a llamar. Si hay millones de periodistas sin trabajo.
–¿Y entonces?
–Ay, no sé, hoy no tengo un buen día.
–¡Te estás mandando una de las tuyas! ¿Quién te creés que sos? ¿Susan Sontag? ¿Te creés que te van a ir a buscar a tu casa?
–Che, tampoco es para tanto. Me dijeron que la nota estaba bien y que llamara esta semana para ver si la publicaban. Eso es todo.
–¡Pero no llamaste!
–Bueno, no quiero estar cargoseando a nadie.
–¡Pero no se trata de cargosear a nadie! Tenías que llamar y nada más.
–¡Pero no llamé y punto! ¿Quién te creés que sos? ¿Mi mamá?
–Nena, a ver si nos ponemos de acuerdo. Vos misma me pediste que te hinche para que llames.
–Pero no llamé. Basta. Dejame de joder. Gracias por todo.
–Pero, ¿vos querés o no querés publicar esa nota?
–¿Y a vos qué te importa?
–¿Vos me estás jodiendo?
–Disculpame, estoy nerviosa.
–Mirá, mejor nos hablamos otro día.
–¡Pará! ¡Esperá!
–...
–¿No me llamarías mañana para ver si llamé?