ARQUETIPAS
la aliviada
Por Sandra Russo
–¿Y?
–Ah, no sabés.
–¿Qué?
–Es bárbaro, es divino, es... un alivio.
–¿Cómo un alivio?
–Ay, querida, después de estos años aguantando al excéntrico de Juan Pablo, su quilombo, su desorden, ese estado permanentemente alterado, ese tudo bein que ya me tenía repodrida, ese no tengo un mango, ese lamento, ese qué tiene el mundo en mi contra, ay, no sé cómo lo aguanté. Bueno, éste es distinto.
–¿Pero tan así era Juan Pablo?
–¡Ay, no sabés! Nos cortaban la luz por falta de pago, perdía la tarjeta Banelco, se olvidaba las llaves puestas del lado de afuera, no pagaba las patentes, dejaba la hornalla encendida, se afeitaba la mitad de la cara, ay, no sabés, y él como si nada, tiene ese espíritu brasileño que a mí me crispa los nervios, ese aire de lambada o de macumba o de qué sé yo qué que me volvía loca.
–Mirá vos. ¿Y éste?
–Ay, no sabés, fuimos a comer a un lugar súper romántico, con velas, pidió un vino súper caro, tiene una delicadeza, una sutileza...
–Qué bueno.
–Es de los que te corren la silla, ¿viste? No como Juan Pablo, que si ve que se desocupa un asiento en el colectivo se sienta él y a vos te deja parada. Qué bicho, Juan Pablo.
–¿Y éste?
–Ah, un dandy. Después de comer fuimos a tomar un café y... Ay, parece una pavada, pero no sabés lo que significa para mí...
–Dale, contá...
–¡Peló el bombón que venía con el café y me lo dio en la boca! ¿No es divino?
–Te encanta.
–Sí. Y además está más desahogado, ¿viste?, no está contando las monedas como Juan Pablo. ¡Me pasó a buscar y me trajo a casa! ¡Y no sabés! ¡Ya sé cuándo nos vamos a volver a ver! El viernes. Antes de bajarme del auto me dijo: “¿Te molesta si ya quedamos para el viernes? Así ya lo empiezo a disfrutar”. ¿No es divino?
–Ay, sí.
–¿Te das cuenta? Cero histeria. Lo único que...
–¿Qué?
–No, una boludez.
–Qué, decime.
–¿No será demasiado estructurado?