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–¿Gaby?
–Sí, ¿quién es?
–Liliana. Liliana Sánchez.
–¡Liliana! ¿Cómo estás?
–Bien, ¿y vos?
–Bien, ¿y vos?
–Bien, ¿y vos?
–Ay, bueno, pará. Contame algo. ¿Te casaste?
–¿Con Roberto? ¡Sí!
–¡Qué bueno!
–No, no, ya me separé.
–¡No me digas! ¿Y cuándo?
–¿Cuándo me casé o cuándo se separé?
–Ay, qué sé yo. ¿Metí la pata?
–No, ¿por qué? ¿Y vos? ¿Seguís casada?
–Sí, sí. ¡Tuve otra beba!
–Ya sabía, qué lindo, me contó Patricia.
–Sí, es divina. ¿Y vos? ¿Seguís trabajando en la empresa de tu papá?
–No, no, la empresa de mi papá quebró hace dos años.
–Uy, qué bajón. ¿Y cómo está tu papá?
–No, mi papá murió el año pasado.
–Uy, perdoname, no sabía.
–Me imagino, ¿si no para qué me lo vas a preguntar?
–Che, ahora que me acuerdo, hace poco lo vi a tu hermano por la calle.
–¿Cuándo?
–No sé, hará... tres o cuatro meses.
–Ah, con razón, porque mi hermano se fue el mes pasado a vivir a Oslo.
–Ufff. No tenía trabajo.
–No, claro, ¿quién tiene trabajo?
–¿Seguís viviendo en Colegiales?
–No, me mudé a Bernal.
–Ah... ¿y tus pinturas? ¿Seguís pintando?
–No, hago reflexología.
–Ah, qué bueno.
–Sí, me encanta.
–Te estaba por preguntar si seguís rubia, pero seguro que te teñiste de morocha.
–No, sigo rubia.
–¡No lo puedo creer!