TALK SHOW
Las hermanas sean unidas
Por Moira Soto
Ha habido en esta ciudad representaciones teatrales a las que el público asistió instalado en el propio escenario, incluso se han realizado varios experimentos interactivos entre intérpretes y espectadoras/es. Pero quizás nunca se dio la insólita situación de entrar directamente de la calle a un ámbito escenográfico. Más aún, ya desde la vereda de la calle Medrano, aunque no lo sepan, las/os futuros asistentes a la obra Cortamosondulamos ya están viendo la fachada de la antigua casa donde tienen instalada su peluquería Marta y Mabel, sus protagonistas. Toda una rareza digna de la excepcional escritora Silvina Ocampo, en cuyos relatos y poemas se inspira este espectáculo primoroso interpretado por Inés Saavedra, Martha Billorou y –en un misterioso segundo plano, que sólo deja ver los pies y parte de las piernas, hasta cerca del final– María Sol Fustiñana como la propia S.O. Esa escritora casi secreta hasta hace unos años –cuyas viejas ediciones de Emecé se disputaban los conocedores hasta que fue reeditada a fines de los ‘90 y Matilde Sánchez publicó su Antología comentada–, tan propensa a escrutar y socavar el mundo conocido como real, tan perseverante en revelar aquello que C.S. Lewis denominó “la carga intolerable de extrañeza que este universo nos propone”.
Cortamosondulamos es una nueva presentación de la cooperativa Homo Ludens, que integran, entre muchos otros, Manuel Callao, Diana Barrios, Rosario Luengo, Gustavo Segovia, y el lugar donde se ofrece se llama L Maravillosa, en homenaje a Delmira Agustini. Inés Saavedra es, además de directora, autora de la dramaturgia y actriz en estado de gracia de Cortamosondulamos, la dueña de casa. Gustosa de los versos desde chica, el verano pasado organizó lecturas de poetas brasileños en el patio, alrededor de una pelopincho, “remojándonos las patas en los días muy calurosos”. Y dentro de sus variadas actividades figura la de dar clases de teatro a niños, “preferentemente ocampianos, crueles, adorables”.
Hace unos años, Saavedra se inició, fascinada, en el culto a Silvina Ocampo, y empezó a buscar sus libros en bibliotecas públicas, asoló bibliotecas particulares y terminó dándose cuenta de que “tenía que hacer algo con estos materiales”. Algo que no fuese una lectura convencional. Primero eligió veinte cuentos, los separó por tema, consiguió quedarse con tres: “Las fotografías”, “El asco”, “Los celosos”, y fue decantando una estructura de diálogo entre dos hermanas en el ámbito de una peluquería, diálogo que “me permitió albergar los cuentos sin perder la palabra de la escritora”. Largos meses de laburo con la asesoría literaria de Adriana Mancini dieron como feliz resultado este “Homenaje a Silvina Ocampo”. A Saavedra le atrajo trabajar con las relaciones entre hermanas que, en este caso, departen sobre vidas ajenas, personajes “que no tienen umbral y desde luego no lo saben, no hay maldad premeditada en ellas sino esta incoherencia frente a lo siniestro y, claro, una celebración del chisme”.
Cuenta Inés que nadie se hizo cargo de la escenografía en forma específica porque los muebles, la vajilla, los adornos, fueron apareciendo –mágicamente, como correspondía– a través de la herencia que dejó su suegra, incluidas las presentes mesitas japonesas y el elefantito de loza con un billete antiguo en la trompa. Las cotorritas, en cambio, le fueron regaladas como mascotas al mudarse: son hermanas y el veterinario dijo que no era conveniente separarlas. Lo mismo sucede con Marta y Mabel, cuyos cotilleos son atisbados por un público que luego saborea tapas y vino con canela (los sábados, en la función de las 20.30) y licores caseros conpetit fours (los domingos, en la de las 19) todo por el mismo precio (8 pesos), en Medrano 1360 (reservas en el 4862-5458).