ARQUETIPAS
La indecisa
–¿Qué le digo?
–Que... decile que tenés un examen.
–¿Examen de qué? Si yo no estudio nada...
–Bueno, decile que... que estás engripada.
–Pero si estoy engripada hoy, que es lunes, se supone que para el viernes tengo que estar curada.
–Y decíselo el jueves.
–Pero le tengo que contestar hoy.
–Y decile hoy que sí y el jueves que no, que te engripaste.
–Ah, no, eso yo no lo hago. Se va a hacer ilusiones con que vamos a pasar juntos un fin de semana largo. No puedo hacerle eso.
–¿Y si vas?
–Ay, no, no tengo ganas, no tenemos onda...
–Entonces decile que... ¡que tenés una amiga enferma y la tenés que cuidar!
–¿Qué amiga?
–A mí me duele mucho la cabeza.
–Ay, no, no puedo mentir.
–Entonces cortala y decile que no tenés onda con él. ¿Cómo no se nos había ocurrido? ¡Decile la verdad!
–¿Cómo le voy a decir que no tengo onda? No sabés lo dulce que es este tipo, no sabés lo delicado, lo cuidadoso que es...
–¿Y por qué no vas? Quién te dice, a lo mejor resulta un fin de semana de locos.
–Ay, no, no tengo ganas, no sabemos de qué hablar, hay unos silencios matadores. Y cuando estamos en silencio, adiviná qué hace.
–¿Qué?
–¡Silba!
–¿En serio silba? Hace años que no escucho silbar a nadie.
–¡Silba como los de antes! ¡Con firuletes! Y una cosa es escucharlo silbar en un taxi, y otra cosa en Colonia, no, yo no voy, no voy.
–Entonces decile... ¿y por qué no le decís que la estás pasando bárbaro con él pero que todavía te da un poco de miedo pasar tres días a solas? Eso es casi casi la verdad.
–Pero si le digo eso, el mes que viene me va a volver a invitar.
–Y le volvés a decir lo mismo.
–No, no, no lo puedo seguir desalentando.
–Pero lo que estás haciendo es alentarlo.
–¿Por qué me decís eso?