Viernes, 31 de marzo de 2006 | Hoy
TALK SHOW
Por Moira Soto
El pelo hace rato que lo perdió, pero las mañas van en aumento desde que arrancó en 1999 con un especial que se convirtió en serie: Curb Your Enthusiasm. Larry David –guionista de Saturday Night Live, coautor de Seinfeld– sigue haciendo de sí mismo con absoluto desparpajo, tomándose como eje de una ficción que saca a relucir sus rasgos más despreciables sin el menor pudor. Al contrario: la idea es que, hasta un punto, el público se identifique con él, se reconozca en sus gestos mezquinos, cuando no deshonestos, y desee que se salga con la suya. David libera lo peor de la naturaleza humana en acciones cotidianas, vulgares y corrientes, porque su cobardía no le da para más. Es decir, ni siquiera tiene agallas para ser abiertamente malvado.
Genéticamente desconfiado, maniáticamente camorrero, Larry David, empero, tiene una esposa, Cheryl, centrada e inteligente, que lo quiere y lo contiene hasta donde puede. También figura este año en pantalla su representante Jeff –que lo conoce como si lo hubiera parido– y su mujer Susie, que torea al pelado y le canta las cuarenta, al igual que Wanda, una amiga negra de Cheryl. Otros personajes sin duda entrañables, ya incorporados a la serie, son Andy, el primo un tanto corto; y Nat, el padre de Larry que vive en un geriátrico de puertas abiertas (tanto que mira películas porno en su propio cuarto, a todo volumen, de modo que los jadeos llegan hasta la sala de estar). Y en este mismo momento podemos asistir al drama, que LD vuelve cómico con su humor esquinado, del amigo-rival Richard Lewis, necesitado de un riñón con urgencia. A regañadientes y presionado por las circunstancias, Larry se hizo la prueba como posible donante, y para su desgracia le dio compatible. Por eso ahora, entre los temas en curso, tenemos a nuestro maldito alter ego deseando que se muera de una buena vez el primo de Richard, donante potencial, en coma irreversible.
Este inadaptado social, rompehuevos a quien el calificativo de incorrecto le queda chico, se lleva pésimo con los niños, quienes con frecuencia lo ponen en aprietos, quizá porque lo calan rápidamente. En esta temporada ya tuvo dos historias con chicos que lograron embromarlo: el primero se vengó de una acusación denunciando a Larry por haber comprado entradas de reventa (pagó 300 dólares, un verdadero dolor para este tacaño) a un oficio religioso en la sinagoga, de donde es sacado por personal de seguridad. El segundo chico se robó el último capítulo: Wilson, una especie de gnomo bajito de unos 14 años, internado en el hospital, observa cuando David, en una de sus visitas de control al moribundo que no termina de morirse, levanta un cablerío que ha caído al suelo. “¿Qué creés que estás haciendo?”, lo incrimina Wilson. “Te oí hablar con el médico, ¿lo querés muerto o qué?” Y Larry, que esta vez no estaba haciendo nada, pero tiene mala conciencia, se deja atrapar por la propuesta del chico: “Estoy dispuesto a ignorar lo que vi si me concedés el deseo que me negó la Fundación: ver a una mujer desnuda”. LD se desconcierta: “No conozco a ninguna mujer desnuda, salvo mi esposa”. “Es perfecta”, aprueba Wilson. “No aceptaría, buscate otra”, sugiere Larry. “Buscámela vos”, manda el mocito.
Quiere la suerte que Jeff invite a la Mansión Playboy al pelado, que se resiste en primera instancia, porque Cheryl está enojada y no quiere echar leña al fuego, pero se deja convencer. Finalmente caen en la hortera propiedad de Hugh Hefner –que se interpreta a sí mismo, como tantas otras celebridades en la serie– Larry, Jeff, Andy (por una ingeniosa historia paralela acerca de un saco fumador) y el chico Wilson. Por desdicha, las chicas seriadas que están en tetas (siliconadas) en la pileta huyen al ver al pelado. Wilson se bajonea y exige el cumplimiento de su deseo. Larry lo va a buscar al hospital, pasa por su casa, sube las escaleras con el avispado enfermito y –oh sorpresa que lo deja embelesado– en el dormitorio está Andy con la playmate que se levantó en la Mansión, completamente desnuda. Cuando Cheryl se molesta por la ida a lo de Hefner, su marido le explica la teoría de la doble transgresión: “Lo mismo que el perro que mea la alfombra: sabe que lo echarán afuera y por el camino se roba algo de comer”...
El próximo domingo quizá se resuelvan los problemas en suspenso: la muerte (o no) del primo de Richard que salvaría de LD de donar un riñón, y la verdad sobre su presunta adopción, que el padre al parecer habría declarado cuando se sintió muy enfermo. Y aunque cuando se recupera lo niega, ya Larry se encariñó con la idea que le permitirá sacar algunas ventajas, y ha conseguido a un prestigioso detective negro para que investigue el caso.
Curb Your Enthusiasm, los sábados a las 23.45, repite los jueves a las 22 por HBO.
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