TALK SHOW
› Por Moira Soto
Vagamente arlequinescas, bajo la carpa de un circo apenas sugerido por la escenografía, dos mujeres de distinta edad, antes de ponerse a discurrir, avisan que van a preparar la escena. Por si alguien no se había dado cuenta, el teatro como metáfora es puesto en evidencia. Y dentro de la escena una cuerda roja, que puede convertirse en cuerda floja, demarca el territorio donde se sueña (más tarde, ese hilo cederá un espacio para la inspiración). La mayor es más terrestre, parece mejor conectada con el mundo real, tiene más experiencia y también cierto espíritu camorrero. Torea a la más joven, a la soñadora que ha puesto sus ansias románticas en un amor imposible, José Amador, ese domador que, dice la otra, se fue con Anita la trapecista y puso una rotisería.
En un tiempo suspendido, en un lugar mental, las artistas, esas ilusionistas, sacan de la galera –que no tienen– un relato encantador de chismes de circo, domadores de zapatos tan brillantes que reflejan las nubes, orquídeas blancas como prueba de amor, malabares en altamar, hombres checoslovacos de piel cetrina, réplicas de la Venus de Milo... Pura y graciosa poesía que levanta vuelo por encima de la carpa agujereada, poesía necesaria que iguala a actrices-dramaturgas-directoras y al público, prodigio que se puede lograr a través del arte, como sostendrá después de la representación, en una breve entrevista, Teresa Istillarte, la intérprete de la mujer de los pies sobre la tierra que reclama su porción de sueños en Preciosas ilusiones, una obra concebida, ensayada y presentada en Santa Fe antes de estrenarse, el domingo pasado, en Buenos Aires.
En 1961, Istillarte empezó su historia con el teatro interpretando piezas como Nuestro pueblo, El hombre, la bestia y la virtud, Los fusiles de la madre Carrar... Junto a otros actores fundó el Grupo 67 y presentaron La extraña tarde del Dr. Burke en 1967 y Yezidas en 1969, un suceso porteño que se extendió a una gira europea. En 1975, Teresa se radica en Venezuela, pero no abandona el teatro. De regreso en 1997, estrena en el 2002 De 1919, con dirección de Rafael Bruza, espectáculo que fue seleccionado para el Festival Internacional del 2003. Y conoce a su partner en Preciosas ilusiones, Sandra Franzen, la Gringa: “Sentí que había buen feeling entre nosotras y le propuse hacer algo juntas. Partimos del hilo rojo y de ella esperando a un novio que le había pedido una orquídea blanca. Con esa base empezaron a sucederse las situaciones. Lo mío era el afuera, los datos de la realidad, y también el tema del arte, tomado entre la seriedad y la levedad, lejos del tono sentencioso. Queríamos una cosa aireada”. Así surgió el teatro dentro del teatro, las alusiones, los guiños: “A mi personaje también le gusta idealizar los recuerdos, como cuando habla de Checoslovaquia, un país que ya no existe. No hace falta que el público sepa que estuve ahí en el ‘70, que fui con el grupo a ver a Grotowski, que pasamos por la hermosa Praga. La gente se ríe igual de la mención de esos hombres de piel cetrina. Aunque en escenario nos desafiamos un poco, la verdad es que me llevo maravillosamente con mi compañera. Pero termina la función y ella se tiene que ir a Santa Fe, donde trabaja como abogada”.
La actriz y codirectora reconoce en Preciosas ilusiones un mundo específicamente femenino donde aflora “una manera de relacionarse, de enfrentarse, propia de las mujeres. Incluso creo que tenemos una forma de reírnos de nosotras mismas distinta de la de los hombres”. Por otra parte, en la pieza se deriva, en algún momento, a cierta sátira de la actuación de la seducción femenina, mientras que el mundo masculino es evocado porlos dos personajes: sublimado por la soñadora, más ajustado a la realidad por la fogueada. “Me parece que hablamos inequívocamente desde la mirada, la sensibilidad femeninas, y desde ese lugar nos comunicamos con todo el público”, dice esta teatrista que desde hace cuatro año trabaja en villas, dentro del Programa de Cultura comunitaria del Gobierno de la Ciudad: “Este año juntamos dos villas y armamos un espectáculo de danza callejera, Patas arriba, donde los pibes hablaron de su problemática. Siempre me he sentido naturalmente comprometida con los que menos pueden: mucho tiempo di clases en cárceles, en Venezuela, en Ezeiza. Me completa mi visión del mundo, mi propia integración. Además creo en la redención del arte, que nos iguala a todos.”
Preciosas ilusiones, en el Anfitrión, Venezuela 3340, los domingos a las 18.30, a $ 10 y $ 8, 4931-2124.
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