Viernes, 4 de enero de 2008 | Hoy
TALK SHOW
Por Moira Soto
Hasta cierto punto a la manera de John Maybury en El amor es el diablo (1998), film sobre la trágica relación del pintor Francis Bacon con su amante George Dyer, Steven Shainberg (La secretaria) trató de reflejar con recursos cinematográficos parte del complejo universo de la genial fotógrafa neoyorquina Diane Arbus, sin intentar para nada un fresco biográfico decorativo. Si Maybury adaptó a su aire las memorias de un amigo de Bacon y no obtuvo permiso para mostrar sus cuadros, Shainberg –basándose en la biografía de Patricia Bosworth, reescrita por el guionista Erin Cressida Wilson– tampoco pudo disponer de las obras de Arbus.
Carencia que devino virtud, sin duda, al dejar al realizador en libertad para crear un estilo visual inspirado en la personalidad, en parte crucial del camino y de las creaciones de la gran artista, tomando un momento (imaginario) de su despegue, impulsada por un vecino totalmente cubierto de pelos. Musa extraña que actuará de cicerone por esos mundos paralelos que la niña rica y sobreprotegida intuía desde la infancia, desde que tenía 7 y de la mano de su niñera francesa, paseando por Central Park, descubrió una pequeña villa miseria, un grupo de casitas precarias de lata donde alguna gente vivía miserablemente. Una imagen que le despertó asombro, curiosidad, compasión...
Aunque Retratos de una pasión (Fur: An Imaginary Portrait of Diane Arbus, 2006) sugiere que la hoy tan apreciada y expuesta artista apenas era una asistente de su marido Allan Arbus, fotógrafo de modas y publicidad, y que no usaba la cámara que él le había regalado, lo real es que Diane sacó fotos desde muy joven (hay, entre otros, un bellísimo autorretrato de 1945, embarazada de unos cuatro o cinco meses, solo con una bombacha frente al espejo, la cabeza inclinada con gracia natural, la mirada ya puesta en otro lado, a los 22). Y desde luego, tampoco es que Arbus salió del frasco de fino cristal en que vivía solo gracias a una suerte de hombre lobo, mono, león... y a su universo de maravillas (donde no falta un conejo níveo), puesto que la hija del rico peletero judío polaco tuvo maestras y maestro del nivel de Berenice Abbott, Alexey Brodovich, Lisette Modal.
Y ya que estamos, quizás habría que aclarar que D.A., aparte de una mayoría de fotos de personas de toda edad deformes, discapacitadas, monstruosas, fuera de la norma –es decir, el aspecto más difundido de su obra–, también retrató a figuras como Norman Mailer, James Brown, Natalie Sarraute, Helen Weigel y el mismísimo Borges (bueno, sí, un poco freak era) de paseo por Central Park. Pero es verdad que en su pizarrón al lado de la cama o en sus libretas de notas figuraban como meta crematorios de animales, hospitales de muñecas, colonias de nudistas, hospicios, funerarias... “Los monstruos nacen con heridas y pasan la prueba de la vida: son aristócratas”, es una frase que se le atribuye a esta buscadora del secreto de los rostros y de los cuerpos a través de imágenes casi nunca robadas, casi siempre pedidas con respeto, pacientemente conseguidas.
En Retrato..., película que también rinde tributo a Tod Browning y su mirada desprejuiciada en, por ejemplo, Freaks (1932), Nicole Kidman se convierte en Diane Arbus, aunque le sobren centímetros de altura. La notable actriz encuentra esa expresión un poco ausente, soñadora pero de pesadillas, tímida, casi siempre seria que aparece en los autorretratos, incluso en los que hizo junto con su marido cuando estaba casada. El film de Shainberg transcurre en 1958, año en que D.A. tenía 35, es decir, trece años antes de que se suicidara (primero tomó sobredosis de barbitúricos, luego se cortó las venas en la bañera de su casa: circularon rumores de que había dispuesto la cámara para fotografiar su propia muerte), y propone múltiples referencias a la Bella y la Bestia (el director ama el film de Cocteau), a Alicia (libro de cabecera de Arbus), al Fantasma de la Opera, al Hombre Invisible, pero sobre todo se centra en el fetichismo del pelo humano, animal. De los suaves pelos de los tapados y las estolas y del pelo de León (maravilloso Robert Downing) que tapa las cañerías pero asimismo sirve para que él le haga un abrigo, que ella se pone y se convierta en él, en una de ellos/as.
Retrato de una pasión está editado en DVD por AVH
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