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Viernes, 7 de marzo de 2003

TALK SHOW

¿Dónde está el Lobo feroz?

se está poniendo los calzoncillos Calvin Klein, para que asomen por debajo del pantalón de joggin Everlast, podríamos responder parafraseando la tradicional canción infantil, si Eminem fuese realmente tan feroz como se ha dicho de él tantas veces, casi siempre en forma interesada (para que se vendan sus discos, para que no se vendan), sin advertir que el chico golpeado (afectivamente, físicamente) de ojos azules, aun en sus más desmadrados berrinches de hace unos años, es un corderito que intenta calzarse la piel del lobo. Ropaje que le ha venido al pelo para hacer el psicodrama público de heridas personales que no terminan de cicatrizar. Pero también para poner en inspiradas palabras el fariseísmo, la miseria moral, el desamor de una sociedad de apariencias, de sepulcros blanqueados.
Sí, sí: el chico Em alguna vez fantaseó (y no ha de ser el único) con matar a esa madre maltratadora y lo verbalizó en un tema; algo parecido hizo con la tentación de ahogar a su mujer para poder estar en paz, todo el tiempo, con su hijita Hailie (¡que en ese rap lo ayudaba en la faena!)... Todo desde luego en el lenguaje crudo y soez de los raperos, tratando a menudo al público, a los fans, de putas y putos, de perras y malditos. Una manera de hacerse escuchar que algunos tomaron literalmente y tradujeron como misoginia, homofobia, incitación a la violencia, etcétera. Así como en su hora la novela American Psycho fue tomada la descripción complaciente de los crímenes imaginarios del yuppie.
Nada, que si nos concentramos en el ítem de la misoginia, valdría recordar que se trata de odio, temor, rechazo, desprecio hacia el género mujer, algo en lo que se han especializado dos grandes iglesias (una de Oriente, la otra –que nos toca– de Occidente) malinterpretando sus orígenes. A Eminem, en cambio, ni siquiera se lo puede considerar un machista químicamente puro, pues no manifiesta presunciones de superioridad y suele bajar la guardia. Un vistazo a las letras de su penúltimo disco, The Eminem Show –donde prosigue con su autobiografía, como tantos otros artistas han hecho y seguirán haciendo–, demuestra que el hijo malquerido, además de afinar su ironía y ampliar su comprensión del mundo sin suavizar su mirada crítica, es capaz de derretirse cuando habla de su hijita Hailie. Es decir, la personita que lo hace feliz y le da ganas de cantar, la que le da sentido a su vida y a la que mira crecer con orgullo: así lo proclama en “La canción de Hailie”, tema en el que también confiesa que sus inseguridades lo podrían comer vivo, que quiere ser muy honesto, que tiene mucho dolor almacenado.
En 8 Mile, La calle de las ilusiones, film relativamente biográfico estrenado hace poco, en lugar de Hailie aparece otra chiquita a la que Rabbit, el protagonista, protege: su hermanita. Esta realización de Curtis Hanson vale sobre todo por la descripción de un paisaje urbano derruido, opaco, desolado en el que transcurren escenas de la vida familiar, laboral, social del chico bloqueado pero talentoso que va a empezar a triunfar en la última secuencia, no sin antes defender a un gay agredido o mantener lealtad hacia sus amigos. Habla muy a favor de Eminem el que haya elegido a un director tan personal como Hanson, que venía de hacer un gran film (Fin de semana de locos) que resultó un fracaso comercial. Y también que haya estado de acuerdo con un guión que no le echa incienso, que no lo pone a hacer numeritos musicales con cualquier pretexto. Eminem rapea lo que hay que rapear, ni una línea más, como él sabe hacerlo. No actúa todo lo que habría que actuar, y sus carencias en este sentido contrastan conla expresividad del elenco. Pero la película, que ya está bajando de cartel, merece ser vista cuando salga próximamente en video (por AVH).

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