Viernes, 25 de septiembre de 2015 | Hoy
Por Laura Fernández Cordero*
Quise ser objetiva, quise honrar la invitación del Festival Cine Migrante, un espacio fuera de la academia, y que las preguntas –preparadas con Virginia Cano–, recuperaran cuestiones de varios frentes y muchos años de lecturas compartidas con tantas amigas y compañeras. Lo dije al abrir la entrevista pública a Judith Butler en el escenario del CCK mientras me temblaban las manos: leer parece una actividad solitaria, pero de ningún modo lo es. También quise que no faltaran cuestiones locales y, sin ponerla en aprietos en el mismísimo corazón cultural del Estado, dar pie para que ella pudiera sacar chispas como sabe. Algo de todo eso salió, lo de ser objetiva, ni un poco. Rendida en el primer saludo, me vi a los pies de la maestra. Con muy poca vergüenza le pedí que firmara mi viejo, anotado y raído Género en disputa, primera edición. Lo hizo con modestia y gracia. Acaso un poco más contenta que sacándose fotos (tuvimos algo de decencia, le pedimos sólo una). Convocada a ser una rock star o una gurú o una master, ella se mueve como la persona común que es. Desdeña la ayuda que aquí se procura a la señora que no es, toma sola los taxis de Buenos Aires, agradece y se disculpa si algo le impide dar más de sí. Sobre todo, me conquistó su honestidad intelectual. No rechazó ninguna pregunta, ninguna. Marcó, incluso, las que quería responder obligatoriamente aunque nos corriera el tiempo. Y no eran las menos controvertidas. Trabajó para nosotras. Preguntó y, lo que es más destacable, escuchó. Pudimos comprobar que en sus respuestas incluía lo que acababa de conocer y pensar. Sensible con quienes la rodean, nos hizo respirar y reír antes de pisar el escenario intimidante de la Sala Argentina.
Es mucho más común asistir al vedetismo, la ceguera y la monolengua de las grandes figuras en sus excursiones intelectuales desde el norte. Tal vez por eso nos sorprende esta actitud políglota en muchos sentidos. De hecho, Yudit de Buenos Aires habla varios idiomas, entiende casi perfectamente el castellano y procura no dejar afuera a nadie con el falso universalismo del inglés. Lo que se dice una real puesta en práctica de mucho de lo que predica en sus libros.
De la semana Butler me quedo con el encanto de haberla conocido. Me reservo, para cuando se me pase el fervor cholulo, pensar con ella y contra ella al menos tres de los temas que más avivaron el fuego en estos días: aborto, cuestión trans y trabajo sexual. También me apunto seguir reflexionando sobre la construcción y el debate político en los feminismos y activismos en general. Butler pasará y continuaremos enfrentando las diferencias, aprendiendo de los errores y dando un lucha común. Ya no recuerdo en cual de sus cuatro presentaciones dijo algo de la lentitud de la teoría y la urgencia diaria. Llamó o quise escuchar que convocaba a no desesperar ante ese desencuentro, sobre todo porque no hay distinción posible entre la teoría y la práctica, una y otra habitan todo lo que hacemos. Encontrar los tiempos posibles para intervenir en la urgencia de los días que corren y celebrar la vitalidad de la teoría han sido otras de las invitaciones de Butler. Y con ellas elijo terminar esta pequeña reseña de su visita. Una sola infidencia: prefiere tinto y malbec.
* Docente UBA e investigadora del Conicet.
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