“No tengo nada que decirle a los descendientes porque ¿quiénes son? No sé quiénes son e incluso ellos podrían hacerse la misma pregunta sobre mí ‘¿y ésta quién fue?’” (JB)

Vino Judith Butler a Buenos Aires y todas quisimos verla, escucharla. También saber qué venía a decir hasta aquí, al Sur. Cada aparición, todas a sala llena, despertó a su paso –como en su visita anterior en 2009, o más tal vez– pasiones de índole diversa. Vino Butler y quisimos que responda todas nuestras dudas, que nos hable de sus últimos trabajos y de las derivas de los más antiguos, que opine acerca de los más variados asuntos, sobre los cuales solo algunos ha pensado en su obra. Diferentes escenarios, diferentes públicos, diferentes sujetos que buscan reconocimiento (estar ahí, estar más presentes) por parte de esa pensadora multifacética que parece hablarnos a muchas, pero sobre todo decirnos a tod*s algo que nos afecta como activistas, intelectuales, académicas y militantes de todos los colores.

Escribimos estas líneas interpeladas por su figura carismática, simpática, generosa y por una historia personal y colectiva de lecturas (de hecho no tomamos una sola nota en sus presentaciones) que transcurrieron en cocinas, centros de investigación ad hoc, aulas de universidades y bares con ingentes cantidades de café y mate compartidos. Es difícil recordar cuando empezamos a leerla y seguramente cualquier genealogía, aunque no faltara a la verdad, no haría justicia de la calurosa recepción que ha tenido su obra en los últimos, ¿20 años?

Referente de la teoría queer, se escurre de las etiquetas cuando intentan encasillarla. Se lo preguntan cada vez que hay oportunidad, ¿es feminista?, ¿tiene sentido hablar de feminismo o estamos en una era postfeminista? No podríamos reproducirla de manera textual, pero la escuchamos decir esta vez como otras, “me considero feminista, pero no significa que eso sea todo lo que soy”. ¿Por qué? Porque es importante “señalar que las mujeres sufrimos en forma diferente y en forma desproporcionada distintas formas de violencia e inequidad”.

Su feminismo, insiste, está ligado con su compromiso Lgtbtq tanto en sus luchas por derechos como en sus aspiraciones, pero también, a las políticas que se oponen al racismo, a la precariedad y a todo compromiso con la democracia en su forma radical. Porque si se trata de alianzas amplias y heterogéneas tampoco es cuestión de juntarse con cualquiera, y en ese punto, su atención cada vez más aguda a la dimensión de la precariedad/precarización de la condición humana establece un diálogo con las experiencias contemporáneas de la inequidad y la distribución global desigual y asimétrica de la vulnerabilidad. Entonces, cuando le preguntan si no sería necesario reforzar y desarrollar prácticas de autodefensa personal, nada ingenua en su evocación a Hannah Arendt, se preguntó ¿cómo podríamos hacerlo? ¿No sería eso una forma individual de luchar contra la opresión y los poderes que nos sujetan? ¿Podemos defendernos solas y solos y sol*s de la violencia institucional y estatal que arrasa los cuerpos que deberían importarnos? Porque las fuerzas policiales que desconocen las denuncias de las mujeres por violencia en el hogar o las amenazas de sus ex parejas y conocidos, los poderes del Estado que persiguen y asesinan a un grupo de estudiantes y militantes políticos en México para impedir que se manifiesten en público, o que ejercen toda su brutalidad con quienes están más desfavorecidos y precarizados en nuestras sociedades no van a detenerse ante alguien. Solo con los cuerpos en las calles, juntas y junt*s y juntos, protestando y diciendo que debemos encontrar formas colectivas de defensa y consuelo y cuidado, solo así, quizás. Vino Butler y nos quedamos con ganas de más… decenas de preguntas anotadas en papelitos, incluso acompañadas de besos y corazones, lo atestiguan. Esperamos sus próximos libros para continuar estos diálogos.

* Carrera de Sociología, F. Soc-UBA.