Reculando
› Por Moira Soto
Por qué ha ocurrido este malhadado retroceso en nuestro país respecto de todo lo que huela a feminismo, problemática de la mujer, defensa de sus derechos legales y humanos? Una vez más, cabe la pregunta ¿qué quieren realmente las mujeres? O, más exactamente ¿las mujeres quieren de verdad y únicamente lo que les ofrecen las revistas femeninas, los suplementos de la mujer de algunos diarios, los programas de TV, la publicidad? El miércoles pasado en el programa “Hoy por hoy” que conduce Néstor Ibarra (de 9 a 13) por Radio Mitre, se trató el tema de la píldora del día después –mediante un reportaje a un especialista en ética médica que se tiró con todo contra ese recurso– y enseguida empezaron a multiplicarse las llamadas, los e-mails de las oyentes que se declaraban a favor de la citada píldora y de la vida elegida, que protestaban contra los hombres hipócritas que negaban el derecho al aborto a las mujeres en general y hacían abortar a sus hijas o esposas en clínicas seguras mientras las mujeres pobres se desangraban en hospitales. La fuerte repercusión del tema y la unanimidad (con variaciones en la argumentación) de las opiniones en una radio popular, de alto rating, lleva a pensar que, en general, aunque la mayoría de los oyentes sean mujeres en determinados horarios, los conductores, los productores no suelen tener en cuenta ni los deseos ni los intereses femeninos (aunque den lugar a columnistas mujeres, no necesariamente con enfoque de género). Dicho de otra manera no hay en las radios más escuchadas programas tipo magazine pensados y realizados en clave de mujer, con temas que conciernan a las oyentes en el rubro que sea.
En los 80 teníamos, por ejemplo, “Ciudadanas” y “Eva y sus hermanas”, dos producciones diferentes, salvo en su punto de vista francamente feminista. Es que esos eran años en que Graciela Dufau era capaz de reconocer en un reportaje: “yo aborté”; que desde el suplemento La mujer, del diario Tiempo Argentino, se levantaba una intensa polémica que culminó en una solicitada en Clarín que hizo bajar la ofensiva campaña “Dame otra piña” (de piña colada); que en la revista (femenina tradicional) Vosotras se publicaban notas bajo títulos que hoy resultarían audaces como “Aborto: ¿delito o necesidad?”. Y antes aún de estas fechas, todavía durante el Proceso, una Convocatoria de Mujeres, que incluía a muchas feministas, sacaba una solicitada de una página que preguntaba: “Mamá ¿qué vas a hacer en la paz?”, obviamente a propósito de Malvinas. Y entre las respuestas se leía: “Voy a ejercer mis derechos y cumplir mis deberes ciudadanos; voy a luchar por la abolición del servicio militar”.
Y pensar que ahora, en la radio –un espacio donde es más fácil encontrar un programa de pesca que uno que nos importe en algún sentido– tendremos que esperar hasta que aparezca –muy pronto– “Vida, pasión y muerte de la vecina de enfrente”, por FM La Tribu, los sábados a las 13. Es cierto que se pueden citar algunas conductoras –pocas– como Magdalena Ruiz Guiñazú –reina del rating matinal–, Gloria López Lecube –dueña de FM La Isla, por otro lado– , Any Ventura en las tarde de Mitre, ClaraMariño en Continental, Nancy Pazos en Rivadavia... Porcentaje que no cubre un cupo mínimo, en tanto que Canela y Teté Coustarot se esfumaron de Nacional, emisora en donde Alicia Petti y Nora Lafont llevan adelante “Platea” (sábados de 13 a 15), mientras Laura Ubfal, también en espectáculos, pilotea “La linterna”, por radio América, a medianoche, diariamente.
Retrocediendo en el tiempo, más precisamente al 8 de marzo de 1985, veremos que las mujeres reclamaban en los diarios y revistas por derechos reproductivos, protección para la mujer golpeada, tribunales de familia, equiparación de hijo matrimoniales y extramatrimoniales, patria potestad conjunta, etc. (algunos de estos pedidos se efectivizaron). En la tele, a mediados de ese año, aparecieron avisos contra la discriminación, auspiciados por el Consejo Asesor del Programa de Promoción de la Mujer y la Familia, en los que, por caso, Federico Luppi decía: “Hay que modificar las leyes, hacer conocer sus alcances, exigir y garantizar que se cumplan. Y aceptar que somos iguales. Qué difícil ¿no?”. Sí, la verdad que resultó recontradifícil: miren si no la TV de años recientes, con Moria Casán y Lía Salgado aprovechándose de mujeres (y varones) con crisis afectivas, cuyos problemas más íntimos son ventilados con total impudor y buscando el estallido emocional, así se trate de chicas golpeadas, violadas o –como ocurrió esta semana con Moria– casadas que se enamoran de su mejor amiga. Y lo cierto es que por una siempre eficiente Mónica Gutiérrez, por una buena entrevistadora como Ana Cacopardo ¿cuántas azafatas ornamentales tenemos en “Hacete la América”, tuvimos en “Sábado Bus”, “Café Fashion”, “Rompeportones”, etc., etc.?
Es verdad que apareció hace poco “Grandiosas”, diariamente de 14 a 15 por el 13, con esa rara mezcla de Musettas y Mimís, programa cuidadosamente guionado y producido, con las conductoras cada vez más sueltas y divertidas. Pero ¿por qué ese afán permanente de demostrar que son femeninas y que quieren quedar bien con ellos? Acaso porque aún no tienen bien claro que el feminismo, básicamente, como dice un ejemplar antiguo del Diccionario de la Real Academia, es un ideario “que concede a las mujeres derechos hasta ahora concedidos al hombre” , o que, al decir del Pequeño Larousse, tiende “a mejorar la posición de la mujer en la sociedad” . Esto para no hilar más fino, por supuesto. Qué bueno sería que minas inteligentes, preparadas, independientes, creativas, que disponen de una serie de conquistas gracias al feminismo, no digan –como lo hizo Laura Oliva (Clarín, 28/2/02)– que, para escribir un libro, quieren “apartarse del perfil feminista de ataque a los hombres”. Sí, Diosa, ¿es tan complicado entender que el enemigo no es el varón por sí mismo sino una determinada mentalidad sexista, prejuiciosa, racista, fascista, reaccionaria? La misma que en publicidad a menudo pretende que no existen universitarias, camareras, periodistas, cadetas... Que en la tele propone la profesión de modelo –para luego salir en cuatro patas, cola-less, tetas en bandeja, en la portada y páginas centrales de ciertas revistas– como el máximo ideal de nenas y adolescentes. Entre la anorexia y las siliconas, el despotismo de la belleza seriada y embalsamada se sigue tratando de imponer a mujeres que tienen, sin duda muchas de ellas, otros problemas, otras inquietudes, otros intereses.
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