“La universidad te abre la cabeza. Empezás a entender cuestiones económicas y políticas. Te hace tomar conciencia, tener una reflexión sobre los temas y conocer tus derechos, y esto no le conviene al Servicio Penitenciario.” El paso por UBA XXII es una de las pocas cosas buenas que le quedan a Carmen de los seis años y medio que estuvo en la cárcel. “Toda la parte de estudios funciona por la buena voluntad de personas individuales, desde profesores hasta gente del mismo SP. Gente a la que le interesa la parte humana, que quiere que te vayas superando. Pero con la universidad siempre pusieron muchas trabas, por más parte humana que haya. Lo que está pasando ahora no es nuevo. El SP prefiere que ignores tus derechos y sigas escuchando cumbia y haciendo kilombo en el pabellón.”

Del pasado no quiere hablar. Sólo cuenta que la detuvieron por robo a mano armada y que fue cierto. “Cuando me di cuenta de que iba a estar un buen tiempo adentro, pensé en la universidad. Pero me faltaba terminar el secundario, que es el filtro más grande, porque tenés que estudiar sola y rendir libre. Yo tuve que presentar un recurso ante el Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi) porque tenía que rendir matemáticas, no entendía, y no me ponían un profesor. Ahora pienso: viví seis años con lo justo, el alimento, y a la vez me enriquecí tanto. Entonces me conformo con tener un lugar donde vivir y tiempo para los afectos y amigos. Lo único que me daría mucha satisfacción es que desde el Estado apoyaran. Si pudiéramos trabajar afuera legitimadas, y no estigmatizadas, sería muy diferente.”