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Viernes, 13 de junio de 2008

“Ni puta ni prostituta, trabajadora”

En la Argentina se está frente a un momento clave en el debate de las corrientes de pensamiento reglamentaristas y abolicionistas de la prostitución, lo que quedó demostrado con las discusiones planteadas en cada uno de los talleres del encuentro, que fueron muchos, por cierto. Varios de los argumentos a favor del abolicionismo se revistieron de elementos nuevos que cruzan prostitución con trata y tráfico para explotación sexual. Sin embargo, a esas teorías se les contrapuso la voz de algunas de las protagonistas del fenómeno de la prostitución. Con ellas aparece un nuevo discurso que argumenta la lucha por los derechos humanos de las trabajadoras sexuales, como ciudadanas y trabajadoras. Precisamente en uno de los talleres, la titular de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar Nacional), Elena Reynaga, planteó la lucha contra la persecución del trabajo sexual como forma de lucha contra la trata y el tráfico de personas, lo que bien leído se entiende como un cimbronazo a la construcción teórica sobre la prostitución de al menos los dos últimos siglos. Luego de anunciarse como “ni puta, ni prostituta, ni trapo, ni jinetera” y de aclarar que “explotación sufre toda la clase obrera, no sólo las trabajadoras sexuales”, Reynaga explicó que las mujeres organizadas de ese sector pudieron optar por el trabajo sexual “para poder sobrevivir lo más dignamente”, entre las escasas posibilidades que tienen las mujeres de la clase trabajadora. “El hecho de que nos reconozcan como trabajadoras nos permitiría salir de la ilegalidad en la que estamos.” La persecución policial que obliga a recluir la práctica puertas adentro y precipita la explotación, la articulación de Ammar como núcleo de trabajadoras sexuales mayores de edad que se encuentran en esa situación por consentimiento propio, la crítica a la actual ley de trata (“fue hecha para cumplir con la formalidad del Protocolo de Palermo”) y el trabajo por la derogación de los códigos contravencionales que criminalizan el trabajo sexual fueron los principales ejes del debate. “La discusión sobre el consentimiento es falsa, porque en la trata de personas hay engaño, violencia y coerción. Nunca puede haber consentimiento”, dijo Reynaga.

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