› Por Mónica Cabrera
Cuando yo era chica, a mediados del siglo pasado, mi madre solía decir: “Están todas cortadas por la misma tijera”, con relación a mis dos hermanas y a mí. Afortunadamente íbamos mucho al cine y mi mamá me llevaba a la peluquería cuando se hacía el peinado ollita tipo Liz Taylor, donde leía la Siete Días, la Para Ti y la Gente. Por esos medios descubrí cómo en realidad debíamos ser. La instrucción era bastante abundante y nada fácil de seguir; bellas pero no gélidas, altas pero no tanto como para que no te saquen a bailar, discretas pero no aburridas, glamorosas (yo no sabía bien qué era eso, pero estaba claro que no era lo mío) pero sensibles, originales pero no estrafalarias, hábiles pero no mecánicas, sexies pero no putas, delgadas pero no tablas, curvilíneas pero no que se te enrolle el top, deportivas pero no Martinas, emprendedoras pero embarazadas, alegres pero no borrachas, informadas pero no zurditas, talentosas pero casadas.
Sacando a Coco (Basile no, Chanel), cuyas instrucciones estaban pensadas para la mujer de posguerra, todas las tendencias que vinieron fueron imposibles de seguir. Muchas. Complicadas. Extrarraciales. Carísimas. Sobre todo carísimas. Los bolsos Luis Guillón, que son los que me puedo comprar en el boli-yoping, no me dan status. Todo esto no le importa a la industria del cine. Por lo tanto seguiremos aprendiendo del cine, como aprendimos a sacarnos el corpiño sin quitarnos la remera y a hacernos un vestido de noche con el acolchado, globos de cumpleaños rotos y cinta de embalar.
Conozco qué meterme para dormir, para la ansiedad, para la depresión, para no dormir, para el bajón, para no comer, para anular el efecto de la otra cosa que me hubiera metido si me metiera... por Syd & Nancy, Transpointing y Fassbinder. También aprendí a tirarme líquidos en la remera en competencias playeras, digo en las t-shirts, y a usar dos piezas aunque la panza haga sombra, para hacerme la brasileña (a la población femenina de Brasil nadie le vende gato por liebre, nadie la manipula). Y últimamente a tratar de ser lesbiana, ya que todas las lesbianas son deseables, altas, bellas, glamorosas, se casan y tienen hijos, con un estilo que ni Marlene de galera. Mirá la Angelina, la Madonna, Y cuando son gordas, son genios-talentos-Madres Teresas-líderes posta. Tampoco intente esto en su casa; si no le va, no le va, a lo sumo le dará ataque de risa.
Ahora nos amenaza la amenaza de la amenaza de la crisis, inimaginable; porque más que el coup delarruista no sé, más que la guerra de las Malvinas, no sé, más que la híper, el Rodrigazo, Martínez de Hoz, López Rega, no sé, Dios mío, el cólera, el Ejército en la calle, el menemato... Creo que ya nos pasó todo, sacando ataque nuclear, Invasión V o hundimiento definitivo del continente. Porque si hay que privarse para que la patria sea grande, de una vez por todas, por la inminencia de la quiebra y la destrucción culpa de las retenciones, porque finalmente el campo tomará rehenes y los irá ejecutando –obligados por Cristina–, nos privamos.
La cinematografía nativa nos brindará las imágenes de nuestro destino de mujeres argentinas. ¿Nos encadenarán y nos harán marchar hasta nuestros trabajos, para retirar el telegrama de despido en mano, a fin de ahorrarles gastos a las empresas? ¿Deberemos llevar chador y chancletas para el desierto? ¿Será prohibido depilarse las axilas y usar desodorante? Posiblemente eso relate nuestro fabricante de sueños: mujeres argentinas tipo Julieta Díaz luchando, resistiendo, delgadas ahora con razón, ahora sí, escarbando la maceta con las uñas peladas, sin brillo ni calcio, para sacar la única papa en desolados departamentos en Palermo o en Coghlan. También Chunchunas Villafañes levantando fábricas cerradas, organizando cooperativas agrarias. Valerias Mazzas luchando contra modistos franceses, diseñando una gran marca de ropa hecha con sachet de leche, levantando la segunda industria nacional de ropa post-crisis fabricada con desechos comunes. Gracielas Borges tomando las riendas de la Unión de Estados Sudamericanos, una Obama femenina Presidenta salida de la Facultad de Filosofía y Letras rescatando al continente de la catástrofe económica, terminando con la pobreza y la desigualdad social. Carolinas Papaleos y Julietas Ortegas marchando codo a codo por Plaza de Mayo pidiendo... eh... bueno, pidiendo algo, rodeadas de miles de extras, en una creación genial de Francis Ford Coppola. Sí, porque seguirá siendo más barato filmar acá. Sin contrato, ¿qué querés? La chancha, los veinte y la fábrica de hacer pelis...
¿Y Holigud?
Oliver Stone subirá a Sally Field a la góndola, gritando: “¡Queremos nuestra crema humectante!”. Y como el tango triunfó en el mundo entero; japonesas de veintidós años cantan “Milonga triste” en perfecto porteño, bandoneonistas polacos son Pichucos apiazzollados... Entonces, quizá, ¡triunfe el piquete en la gran industria, como Evita, como el Che! ¿Por qué no? Charlize Theron se pondrá alguna prótesis en la cara, para parecer tucumana, ponele, y ganar el Oscar, mientras recoge soja con la guagua a las espaldas, rodeada de ñandúes y charangos vivos, cantando “Criollita santiagueña” con playback de Mercedes.
Demi Moore llevará a prisión a genocidas nativos todos de grandes mostachos, caracterizada con bastante base oscura, agente de una fuerza de choque muy pero muy parecida a la terrible Mossad. Reese Witherspoon hará la tercera parte de la rubia muy rubia, llegando en burro a una escuela en los cerros de Temperley, donde será despreciada por los extras mexicanos, pero luego triunfará y cantarán una canción, a la manera de Bollywood, acompañados de erke y birimbao, y todos los niños llevarán adelante el proyecto diseñado por ellos mismos de un dique para que no haya más tsunamis en Capital.
Glenn Close y Meryl Streep serán dos diputadas por Formosa y Río Negro, una buena y una mala, mala Glenn, of course, luchando contra el dengue. Así que finalmente el mundo se centrará en nuestra patria, que si de algo sabe es de quilombos increíbles, imprevistos e inimaginables hasta para García Márquez.
Sí, el cine nos convencerá de que seamos mujeres patriotas, revolucionarias, sin ser feas, sacrificadas, pero con nuestra escena de beso con Brad o George al final. No, Bush no, Clooney. Así que olvidate de la pupa, del perfume en el free shop, del baño de barro, del personal trainer. Ah, ya te habías olvidado. No podremos salir de compras; iremos a las villas a enseñar inglés y diseño de indumentaria, para darle al pueblo lo que es del pueblo. Estilo. Eso es lo que le han quitado.
* Actriz, dramaturga, directora y docente. Actualmente trabaja en Tratame bien. Y en mayo presenta, en la Feria del Libro, un libro con sus cinco espectáculos estrenados entre 2000 y 2008, editados por Colihue.
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