› Por Marcela Guerty *
“Loca por la compras.” Iba en un taxi y en el primer semáforo en rojo que vi el afiche, me indignó un poco el título. En el segundo semáforo en rojo vi la imagen de la mujer fashion tratando de cerrar la puerta del taxi rebasando de todas las cosas que compró con su “trasero”... Y me dije: “¡Ah, no!”. Acá estamos mejor, acá Suar nos da un Locas de amor, un Mujeres asesinas... qué poco vuelo tienen estos yanquis. Es espantoso. Pero, y esto ya llegando al tercer semáforo en rojo, debo reconocer que también me dio un poco de envidia. Sí. Envidia. Primero... porque, aunque laburo desde los catorce años, no creo que jamás logre tener suficiente plata como para llenar un taxi con bolsas de compras, a menos que sean de Coto en día de descuento. Segundo... porque si la tuviera, en Buenos Aires, jamás podría ponerla en un taxi así. Para el momento en que terminás de empujar la puerta del vehículo con tu “trasero”, el tachero ya está en Fuerte Apache. Y tercero... porque, exagerado o grandilocuente, artificioso o banal, ese título tiene –en el fondo de mi corazón– algo de cierto. Yo también soy loca por las compras, o más bien compradora compulsiva. Me gusta comprar, lo admito, pero lo hago con culpa. Compro para otros: los chicos, mis sobrinos, mi marido, la casa, el auto y después recién para mí. Siento culpa aunque la plata sea mía y me la haya ganado trabajando. Y es que sigo respondiendo a una mirada de sobreviviente, de hija aplicada de una familia numerosa de la clase media, media, donde nunca había más que para lo básico. Es por eso que puedo gastar en doscientas chucherías de un “todo por dos pesos”, pero jamás en un par de zapatos de cuatrocientos pesos. Es por eso que para mí, en este momento de crisis, deberíamos hacer la versión local de esa película y llamarla Loca por los outlets. Yo a ésa la veo todos los sábados en Palermo Hollywood.
Pero en el Hollywood verdadero están pensando otra cosa. Como la crisis llegó al mundo, ahora sí es grave. Muy grave. Lo dicen los americanos. Ahora sí es cierto y serio, porque la padecen ellos fundamentalmente. Y aunque nosotros sabemos de crisis y nos repusimos de todas, ahora sí vamos a aprender de ellos lo que es sufrir y atravesar la tormenta y ponernos de pie nuevamente. Prepárense, se viene, se huele: Hollywood está maquinando y armándose para el momento y no nos va dejar afuera. Porque si se trata de sufrir y de reponerse, seguramente nosotras estaremos ahí en primera línea, protagonizando nuevas historias, ya no luchando por una cartera en una liquidación de Prada, ni llamando desesperadas a los RR.PP. para conseguir mesa en el restaurante de moda, ni juntando aguinaldos para unos zapatos de Jimmy Cho... ¡No! Ahora, con esa misma vehemencia e ímpetu, con el mismo profundo sentimiento de fanatismo, lucharemos contra la opulencia, el despilfarro y la falta de conciencia social. Es altamente posible que, además de las remakes de las películas de Sally Field tipo No me iré sin mi hija o Norma Rae, nos hagan eco de una búsqueda más interior, más personal, más emotiva y ascética y, por supuesto, muchísimo más barata de filmar. Ya no más la mujer de tacón alto luchando por conseguir un mejor trabajo o un marido. No. Ahora vuelven los temas importantes: la alimentación sana, la meditación trascendental, la respiración, la decadencia de la materia, hay muchas cosas dando vueltas para seguir fanatizándose. No se equivoquen: no se terminó una era de brillo y glamour, no... Empieza otra, sólo que lo chic ahora es lo “profundo”. Pero calma, es cuestión de meses. Seguramente quieren que nos adaptemos y terminemos yendo en hordas al estreno de las superpremiadas Mujeres al borde de una huelga de hambre o Amas de casa transmutadas o Seso en la comunidad ecológica de Hope, Arkansas. Dicen que las crisis son una oportunidad de cambiar. Y Hollywood lo sabe mejor que nadie.
* Guionista y actriz.
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