Norberto tiene solamente 51 años, pero es cierto que el mercado laboral quiere carne fresca y él se quedó sin trabajo en abril del 2002, cuando el Departamento de Mantenimiento que dirigía en una empresa de publicidad fue tercerizado y echaron a todos sus miembros. Antes de los cinco años que pasó en la agencia, había integrado durante catorce años el sistema de ferias con un puesto de fiambres, lácteos y pastas frescas. “Se me ocurrió volver a las ferias porque, caminando por la calle, vi una. Fui a la Municipalidad, pregunté, y me pareció que podía ser una muy buena opción dada mi edad. Conociendo el rubro –esto es lo mismo que yo hacía antes en el CAM 90 (Centro de Abastecimiento Municipal)–, y con toda mi experiencia anterior, que por suerte estaba conservada en registros, porque en aquel entonces yo había cumplido, me dieron el puesto.”
Hizo la inversión inicial para comprar el chango –con freezer y heladera–, la primera tanda de mercadería, y acá está, cubriendo los gastos básicos de una familia con tres hijos, pero “sin ninguna expectativa de futuro”. No parece pesimista sino más bien entregado a que éste es un paso más en la vida y que, si bien no sabe si el que sigue lo llevará a una escalera en ascenso o en descenso, está dispuesto a seguir. “Está difícil y eso que la gente responde bastante bien. Pero los márgenes de utilidad son muy pequeños, porque todos tenemos un compromiso tácito con el gobierno de la ciudad de mantener un 30 por ciento los precios por debajo de los comercios. Las pastas yo se las compro a un familiar que tiene fábrica, y el resto de las cosas me surto con proveedores directos para bajar los costos lo más posible, y en el caso de las marcas más reconocidas con los distribuidores oficiales. La gente pide mucho menos marcas instaladas. A partir del monedero, el consumo está volcándose a segundas marcas intentando mantener calidad. Y hay segundas marcas que lo logran. Yo te diría que tienen incluso mejor paladar que las otras.”