Perder a Kirchner es perder un aliado estratégico fundamental en la lucha de los progresismos en América latina. Recuerdo las elecciones de 2003: un Kirchner casi desconocido, con un lenguaje muy de izquierda para un peronismo que, de la mano de Menem, se había torcido mucho más a la derecha de lo imaginable (y de lo que sus propias bases podían tolerar), compitiendo con otras alternativas “por derecha” de un Partido Justicialista que competía sin poder usar su propio lema. Ese hombre flaco, alto, con sus ojos saltones, venido desde el profundo sur, concitaría las adhesiones de un electorado perplejo por la derrota de la Alianza, desilusionado de toda política y de algunos peronistas que querían recuperar para su partido las viejas tradiciones de la izquierda.

Kirchner, al igual que Lula, representan para América latina el inicio de un nuevo ciclo. El del llamado “giro a la izquierda”. Fueron cruciales en la recuperación de un alicaído Mercosur, y fueron ambos un aliado estratégico para el victorioso Frente Amplio uruguayo de 2004. Kirchner primero y Cristina Fernández después han dejado al menos dos legados cruciales. El primero es el de una política de derechos humanos y de embate a las fuerzas conservadoras y militaristas que se atrincheran detrás de cualquier política de impunidad. Mucho le debe Uruguay a esta política, incluyendo los primeros procesamientos de militares y policías por delitos de lesa humanidad que se produjeron durante el gobierno de Tabaré Vázquez. Y quiero dejar constancia, a título expreso, de mi reconocimiento de esta deuda. Pero también la audacia heterodoxa en la política económica que el gobierno de Kirchner protagonizó, les mostró a los países de la región que otros márgenes de maniobra eran posibles en la política tributaria y monetaria.

Controversial, audaz, heterodoxo, lamentamos su muerte inesperada. Muchos, muchísimos lo extrañaremos.

* Senadora de la República Oriental del Uruguay, del Espacio 609, del Frente Amplio.